Capítulo 27

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Comencé a abrir los ojos lentamente, por un momento vi borroso. Sólo veía las luces de un fluorescente en el techo. Unos llorriqueos se escuchaban en la puerta. Intenté mover las manos, pero estaban atadas al igual que mis tobillos.

¿Dónde estoy?

 

Cuando pude ver con más claridad, observé a Marcos frente a mí. Sus ojos estaban llenos de odio.

-¿Crees que no iba a encontrarte después de lo que me hiciste?-preguntó para luego escupirme- ¿Crees que dejaremos esto así, Esther?

Se agachó para mirarme.

-Suéltame, hijo de puta.

Exigí, sintiendo que la cabeza me daba vueltas.

-Gatita, vamos a divertirnos. Antes de soltarte, me temo que tendrás que tomar una decisión-

Se levantó rápidamente y se alejó. En cuanto caminó lejos de mí, pude observar tres cuerpos que traía atados, como yo.

Los arrodilló en frente mía y les quitó la capucha, uno a uno. Ahogué un grito, delante mía estaban Álvaro, Carlos y David. Todos presentaban heridas superficiales en la cara; lloraban mientras me miraba. Yo también lloraba, ellos no se merecían esto.

Quería levantarme. Si, levantarme y empezar a pegarle hasta que él no pudiera más, hasta que le hubiera desfigurado el rostro y ni su madre lo reconociera. De verdad, que quería hacerlo.

Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente e intenté levantarme pero no pude. Sentía que no podía ni siquiera respirar, el aire me faltaba.

-¡Suéltalos, Marcos!

Bufó por mi comentario y me miró.

-¿Tienes idea de lo que hiciste?-preguntó él, gritando- ¡Me has dejado cojo para siempre! Tengo una horrible cicatriz el la cara, parezco un monstruo.

-¡Juro que voy a matarte!-le grité.

Sacó un arma de su abrigo y apuntó hacia mí.

-¡Mátame! ¡Vamos, mátame!-grité

Movió su pistola y apuntó a la cabeza de Álvaro, luego a la de David y luego a la de Carlos. Ellos seguían llorando, pero no podían hablar debido a la cinta adhesiva en sus bocas.

-Elige.-exclamó-¡Elige ahora o morirán los tres!

Me quedé observándole. Él caminaba paseando su arma por mis tres amigos.

Tenía que decidir.

Sólo podía elegir a uno.

Pero mierda... No podía, no lograba decidirme por alguno de ellos, simplemente no. Lo único que sabía era que ninguno iba a morir. No esta noche. No frente a mí.

Marcos presionó su arma contra la cabeza de David y este cerró los ojos de inmediato. Negué mientras intentaba zafarme de las cuerdas que sostenían mis manos.

-¡Te he dicho que decidas!

Exclamó, gritándome, ahora presionando su arma contra la cabeza de Álvaro.

No podía mover mis manos, tampoco mis piernas; estaban inmovilizadas. Me sentía impotente, no sabía qué hacer o decir.

-¡Mátame a mí! Es a mí a quien quieres, ¿no? Mátame y termina con todo.

Le grité, dispuesto a matarme a cambio de la libertad de mis amigos.

-¡Ellos no tienen nada que ver! Déjalos y tómame a mí.

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora