El plan

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Caminaban uno al lado del otro, dejando que Mamen guiara el camino. Sus pasos se habían sincronizado inconscientemente al ir avanzando por el corredor. Habían dejado la distancia justa entre sus cuerpos para que ocasionalmente, y de forma totalmente involuntaria, sus manos se rozasen. Ninguno lo evitaba, y ambos se decían que era pura casualidad. Pero los dos chicos respiraban con mayor facilidad cuando sus pieles entraban en contacto, por poco que durase. Esas milésimas de segundo les hacía sentir vivos. Apenas habían intercambiado media docena de frases, pero sentían que se conocían. Y estaban aprendiendo a entenderse en silencio, con el sonido de sus pasos sobre el frío suelo de mármol marcando el ritmo.

La sala de reuniones estaba presidida por una gran mesa caoba ovalada en el centro de la habitación repleta de ordenadores portátiles, tablets y otros dispositivos. Las paredes eran totalmente blancas, aunque la luz azulada del exterior las teñía de un tono aún más frío. Fueron los últimos en llegar. Agoney contó al menos veinte personas. De ellas, solo tres -sin contar a R que seguía a su lado- eran aparentemente de su edad. El resto debían rondar los cuarenta, por lo que el blade runner supuso que se trataban de más nexus-8, que al igual que Mamen, habían conseguido evitar ser capturados. La mayoría conservaban sus dos ojos, pero había varios que portaban un parche cubriendo sus ojos derechos, los que en algún momento los identificaron como replicantes. Seguramente estaban a la espera de que J. F. les creara uno de repuesto. O quizás habían decidido lucir su herida con honra.

De los tres más jóvenes, conocía a Alfred. Y según sus observaciones, era el único humano en la sala, a parte de él mismo. A su lado se encontraba una chica de pelo castaño y ondulado, ojos marrones y un chubasquero transparente. Por su actitud hacia Alfred, Agoney estaba bastante seguro de que se trataba de su novia Amaia. O como él la conocía, A1115. Justo en frente de la chica, se encontraba otra joven. Era todo un espectáculo; irradiaba personalidad solo por cómo observaba a los recién llegados. Llevaba su larga melena rubia echada hacia un lado. Sus labios rojo carmín se curvaron en una sonrisa curiosa cuando sus ojos encontraron los de Agoney. Era una explosión de color en una habitación bastante monocroma. Su abrigo parecía un pompón gigante fabricado con tela de todos los colores y texturas. Lo llevaba abierto y medio caído, dejando sus hombros al descubierto. Sobre su hombro derecho se podía apreciar dos emes entrelazadas. No parecía tener miedo a que se le pudiera relacionar con su número de serie. Pero Agoney acababa de hacerlo. Acaba de reconocer al último número de su lista, MM1333. Tenía a los tres replicantes desertores en una misma habitación. Los tres replicantes por los que había dejado su hogar. Y estaban acompañados de más de una docena de integrantes de la resistencia. Todos en busca y captura. El blade runner estaba seguro de no haber vivido una situación más surrealista en toda su existencia.

- Este es Agoney -anunció Mamen mientras tomaba asiento, invitando a todos los presentes a imitarla-. Y es en buena parte por su culpa, y la de R, por lo que estamos teniendo esta reunión extraordinaria.

- ¿Agoney? Ya podrías haber elegido un nombre más normal -comentó Mimi con una risita, lo suficientemente alto como para que lo oyeran todos.

- Es el que me dieron mis padres -respondió el aludido con semblante serio.

- ¿Eres humano? -preguntó Amaia sorprendida- Pero, eres perfecto.

Una carcajada general consiguió relajar un poco el ambiente. Agoney no pudo evitar sonrojarse, bajando la mirada con una sonrisa tímida en los labios.

- Si, es humano y trabaja para el gobierno -explicó Mamen, intentando tomar las riendas de la conversación.

- Es un blade runner -añadió Alfred, mirando a Agoney desafiante.

2051Donde viven las historias. Descúbrelo ahora