Llovía. Como lo había hecho durante las últimas dos semanas. Variaba en intensidad, pero desde que habían llegado a la Tierra, no había pasado un solo día sin que al menos cayera una fina llovizna del cielo encapotado. No lo habían echado nada de menos.
Con los ojos cerrados, Agoney intentaba concentrarse en el repiqueteo de las gotas contra el cristal de la ventana para poder calmar sus nervios. Dándose por vencido, abrió los ojos con un suspiro, dirigiendo su mirada al espejo de cuerpo entero que tenía en frente. Observó su reflejo en silencio; recorriendo con sus ojos su torso desnudo, deteniéndose allí donde hacía veintidós años había quedado marcado para siempre. A la altura de su ombligo, ligeramente hacia la derecha, una cicatriz ancha y redondeada le recordaba que casi había perdido la vida protegiendo lo que más amaba, intentando asegurarle su libertad. La mayoría del tiempo, ni siquiera reparaba en ella; después de tantos años, era una parte más de él. Había veces que la veía como una marca que hablaba sobre su historia, su pasado, y la miraba casi con agradecimiento y orgullo recordando todo lo que había vivido. Pero había días como aquella mañana, en los que no podía ver más allá de la cicatriz; una deformidad que no hacía si no afear su cuerpo y de la que no podía evitar apartar la vista con un gruñido frustrado.
Aún con los ojos cerrados, notó cómo el colchón cedía con el peso de un segundo cuerpo. Unos brazos fuertes y delicados le rodearon la cintura por la espalda, acariciándole la piel suave y rosácea de su cicatriz.
- Eres precioso -susurró Raoul contra su oreja, dejando un pequeño beso en su cuello.
- ¿Tú qué vas a decir? -preguntó Agoney descreído, negando con la cabeza.
- La verdad.
Agoney rió con suavidad ante la respuesta del replicante.
- Ya.
Raoul deseaba tener la capacidad de hacer que Agoney se viese a través de sus ojos; que pudiese apreciar su belleza, tanto la física como la de su alma. Estaba seguro que un simple vistazo bastaría para quitarle sus inseguridades. Hasta que descubriese la manera de conseguirlo, pensaba borrárselas a besos.
Le sujetó por los hombros, atrayéndolo hacia él y haciendo que se recostara sobre el colchón.
- Hola -le saludó mirándole del revés desde arriba.
- Raoul... -rió el humano.
Sin hacer caso a su advertencia, Raoul se inclinó hacia delante hasta posar un beso sobre su frente. A continuación, dejó otro igual de suave en la punta de su nariz. Inclinándose un poco más, llegó hasta sus labios, donde ejerció algo más de presión. Agoney entreabrió sus labios haciendo que su novio le imitara, atrapando su labio inferior entre los suyos. Cuando Agoney intentó rozarlos con la puta de su lengua, Raoul levantó el rostro, impidiendo el contacto. Con una sonrisa traviesa, adelantó su cuerpo apoyándose en sus manos, dejándolas a los costados de Agoney. Su cabeza bajó hasta rozar el cuello del humano, donde lamió con ganas. Agoney jadeo con sorpresa.
- Estás jugando con fuego.
- Hmmm.
Agoney cerró los ojos al sentir cómo el replicante lamía y mordía alrededor de su clavícula derecha. Raoul siguió descendiendo por su cuerpo, gateando sobre él, hasta dejar sus rodillas a ambos lados de su cabeza. Hasta ese momento, Agoney no se había percatado de que Raoul tampoco llevaba puesta su camisa; y ahora que su torso desnudo se deslizaba frente a sus ojos, no pudo evitar acariciarlo. Raoul se estremeció ante el contacto de sus pieles desnudas; Agoney rodeó su cintura, acariciando su espalda con ambas manos, subiendo sus brazos hasta llegar a su culo, comenzándolo a acariciar sobre la tela verde del pantalón. Raoul suspiró sobre su ombligo, rozando con la nariz su entrepierna, estimulando la erección que empezaba a formarse.

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2051
FanfictionEra la primera vez que modelos Nexus-9 se rebelaban y se daban a la fuga. Hasta ahora, eran ellos los que cumplían el rol de Blade Runners, pero ante esta nueva situación, se decidió volver a contar con Blade Runners humanos, evitando que se corrie...