El bautizo

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La llama prendió al instante, mezclando el olor de papel quemado con el del tabaco. Un fulgor anaranjado que iluminaba el callejón antes de que cualquier otra luz pudiera colarse por la estrechez de sus esquinas. El cigarro brilló con más fuerza durante un segundo a causa de la profunda calada. La presión de los labios alrededor del cigarrillo transportó a Agoney a kilómetros de allí al instante. Apenas unas horas antes, era el labio superior de R el que tenía atrapado entre los suyos, sin ejercer prácticamente fuerza. Fue un beso dulce, tímido. Una toma de contacto donde sus cuerpos sintieron que respiraban por primera vez. Tenían una conexión casi inexplicable, y se atraían mutuamente, eso era un hecho. Pero al mismo tiempo, se acababan de conocer. Necesitaban saber más, entender más, sentir más; pero no querían precipitarse.

El chico cerró los ojos unos segundos, recreándose en el recuerdo del roce de los dedos ajenos sobre sus mejillas, bajando por su barba hasta encontrar su sitio en la curva de su cuello. En el contacto de sus frentes tras compartir algo tan íntimo y delicado. En la sonrisa que iluminó el rostro de R y que acabó contagiándole a él. Sonrisa que volvió a emerger desde su vientre, extendiéndose hasta llegar a sus ojos, y explotando en sus labios. Expulsó el humo por la nariz lentamente, retirándose el cigarro de la boca sin dejar de sonreír, sacudiendo la ceniza que amenazaba con caerse en cualquier momento. Aquel simple gesto le devolvió al presente. Estaba parado junto a su coche, alargando el momento de enfrentarse a la realidad.

Había repasado su historia durante todo el trayecto, preparándose para posibles preguntas y tener un plan listo para compartir con su superior sin que éste dudase ni un solo segundo en la veracidad de sus palabras. No sería la primera vez que mentía sobre la evolución de una investigación, pero esta vez había demasiado en juego.

Comenzó a caminar hacia la comisaría. A su alrededor, todo era silencio. A pesar de que estaba a punto de amanecer, olía a noche. Y a lluvia. Después de casi un mes en la ciudad -y en el planeta- se había acostumbrado a la constante llovizna. Le agradaba. Suaves gotas que contribuían a que sus rizos se volvieran aún más indomables, pero que conseguían despertarlo después de una noche difícil. Y ésta lo había sido. Demasiados datos, demasiadas ideas nuevas. El miedo se agarró a sus pulmones por un instante, recordándole en el lío en el que se había metido él solito y la decisión que había tomado. Por R, y por él. Por los replicantes, y por el futuro.

- ¡Hombre, mira a quién tenemos aquí! -el sargento Guix ya se encontraba en la máquina de café de la comisaría, esperándolo. Cuando Agoney llegó a su altura, le ofreció uno de los vasos de papel que sujetaba-. Toma, supuse que estarías al llegar.

- Gracias -respondió seguido de un pequeño carraspeo, intentando controlar sus nervios.

- Ayer me quedé esperando tu llamada -comentó Guix emprendiendo el camino a la oficina-. Creí que habíamos quedado en que me mantendrías informado de todo.

- Siento no haberle llamado, pero no había nada que reportar -guardó silencio hasta que cerraron la puerta del despacho. No quería que todo mundo supiese los detalles de su falsa investigación-. La pista no me llevó a ningún sitio y no encontré lo que pensé que iba a estar allí.

- Ya veo, ¿y cuál es el plan? -preguntó mientras se sentaba en su escritorio, haciéndole un gesto a Agoney para que le imitara.

- Tengo otros dos posibles objetivos -respiro profundamente, intentando no ser demasiado obvio. Se obligó a mirarle a los ojos, como habría hecho en cualquier otra circunstancia. No podía notar que mentía-. Como le comenté, estaba investigando a los pacientes a los que le dieron el alta sobre la fecha en la que A1115 desertó. Tengo un par de sospechosos más. Y pensaba pasarme por el hotel donde trabajaban los otros dos replicantes en busca de algún dato que se nos haya podido escapar.

2051Donde viven las historias. Descúbrelo ahora