El bar era pequeño, a penas media docena de mesas grises alrededor de una barra con cientos de botellas en diferentes idiomas en las estanterías. No había ventanas, tan solo el escaparate al frente del establecimiento, donde un par de carteles mostraban las buenas críticas recibidas. Las paredes eran metálicas con luces de neón anunciando los platos estrella. La mayoría eran algún tipo de fusión hispano-asiática. Y, por supuesto, la especialidad. El plato favorito del dueño. El que le daba el nombre al local. El que R no iba a olvidar en la vida por culpa de una maldita apuesta. Ravioli. Zanahoria, mascarpone y tomillo; remolacha, queso de oveja, ricotta y menta o ricotta y espinacas eran algunos de los rellenos más populares. Los quesos eran sintéticos, por supuesto. Las únicas vacas que quedaban eran demasiado caras como para que alguien como su jefe -un aliado de la causa que no dudaba ni un segundo en ayudar a replicantes necesitados- tuviese acceso a ellas. La mayoría de los productos alimenticios se producían en laboratorios y se racionaban antes de la venta al público. Solo unos cuantos privilegiados podían decir que habían probado algo de verdad.
R era uno de ellos. Antes de huir, trabajaba de botones en un hotel bastante exclusivo, donde políticos y empresarios se hospedaban y reunían cada día. Fiestas imposibles se celebraban todos los meses. El alcohol y la comida nunca faltaban. En aquellas ocasiones, los empleados se agolpaban en las cocinas intentando si quiera probar las sobras. Deleitándose con los sabores llenos de color, con las texturas imposibles y con aquellos aromas que parecían provenir de otros mundos. En cierto modo, así era. Pues eran sabores del pasado. De alimentos que crecían de la tierra. La mayoría de los habitantes del planeta, y sus colonias espaciales, jamás conocerían el sabor original de los alimentos que estaban hartos de ver reproducidos en libros o películas.
El hotel contaba con su propio invernadero donde cultivaban algunas verduras y hortalizas, así como las especias que se utilizaban en las diversas recetas del restaurante. Cuando R supo de su existencia, se quedó maravillado. No era muy grande, pero lo suficiente para albergar al menos una veintena de especies. Estaba construido enteramente con metal blanco y cristal, lo que le daba un aire clásico, a tiempos mejores a donde R se permitía viajar cada vez que lo visitaba.
En los dos años que trabajó en el hotel, no había descanso que no pasara allí. Entre las plantas podía disfrutar de la quietud y paz de la que carecía el resto de su día. Acabó aprendiendo los cuidados y trucos de cada una de ellas. Apreciándolas y agradeciéndoles su labor. Respirando su aire purificado que tanto bien le hacían.
El día que supo que se escapaba, se escabulló al invernadero, cogiendo tantas semillas y esquejes como pudo, con la idea de intentar replicar aquel oasis en cuanto tuviese ocasión. Y así hizo. Poco a poco, a lo largo de los meses, las plantas fueron creciendo, y los primeros frutos aparecieron. Ahora suministraba a Ravioli's con sus especias y alguna que otra hortaliza.
Comenzó a prepararse para el servicio del día. Como siempre, empezó cortando algunos ingredientes, dejándolos listos para el cocinero. Después se trasladó al bar, reponiendo las bebidas agotadas. Y por último, se cercioró de que las superficies estuviesen limpias. Sabía que la polución y el humo de los cigarros y la cocina, haría que el lugar volviese a su aspecto descuidado, pero quería que al menos los primeros clientes pudieran disfrutar de un ambiente más apetecible.
El día había comenzado como cualquier otro, sin embargo, una sensación extraña se le había instalado en el pecho desde que había entrado al local. Una especie de zumbido que le hacía permanecer alerta. No lo entendía, pero estaba seguro de que no auguraba nada bueno.
Agoney llevaba media hora fuera del bar de su sospechoso. Había abierto hacía un par de horas. Y aunque estaba tranquilo, poco a poco se empezaba a llenar de clientes. Podía ver al chico moviéndose libremente de una mesa a otra. Agoney volvió a mirar la pantalla de su tablet, asegurándose de que tenía a la persona adecuada. Una vez corroborado, entró al local en busca de respuestas.

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2051
FanfictionEra la primera vez que modelos Nexus-9 se rebelaban y se daban a la fuga. Hasta ahora, eran ellos los que cumplían el rol de Blade Runners, pero ante esta nueva situación, se decidió volver a contar con Blade Runners humanos, evitando que se corrie...