Cipariso

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Agua. Mansa inmensidad que le engullía en silencio; mecido por sus olas, protegido del dolor y del desastre. Se sentía suspendido en el no tiempo sumergido en un líquido infinito, atrapado entre dos mundos.

Notó presión contra su abdomen y un dolor húmedo y viscoso consiguió penetrar su aislamiento y despertó sus sentidos. Una voz gritaba su nombre a océanos de distancia, distorsionada por la densidad del agua.

"¡Ago! ¡Agoney! ¡Por favor, Ago!"

Podía sentir la desesperación en aquella voz aún desde tan lejos. Le llamaba con urgencia, lo necesitaba a su lado. Sintió un peso sobre su cuerpo y un olor familiar inundó sus fosas nasales. Casa. Y ahora sí, despertó.

Tomó una bocanada de aire que le desgarró la garganta y abrió los ojos de par en par. En medio de aquel dolor agonizante del que se acababa de hacer consciente, intentó comprender porqué se movía si él estaba tumbado. Levantó la cabeza con los ojos ahora entrecerrados, y se encontró con la mirada devastada de Raoul. Éste lo abrazaba contra su pecho, haciendo que la chaqueta doblada entre los dos cuerpos taponara, de alguna manera, la herida.

- Vas a ponerte bien, Ago. No es nada -murmuraba mirándole con el ceño fruncido, pero intentando forzar la sonrisa-. No es nada.

Agoney intentó asentir para indicar a Raoul que le había entendido, pero no fue más que un leve movimiento, casi imperceptible. Apoyó su frente contra el pecho del replicante y cerró los ojos; necesitaba descansar.

- No te duermas, amor, va. Abre los ojos -le pidió alzándolo levemente con la intención de espabilarlo.

Un gruñido quejumbroso fue todo lo que obtuvo por respuesta. Apretó el paso, intentando alejarse del centro del conflicto lo antes posible. Los disparos habían parado, pero las sirenas se oían a lo lejos y las brigadas especiales no tardarían en llegar. Había que salir de allí.

- Raoul, por aquí -le indicó Alfred.

El humano había aparecido por uno de los callejones que llevaba a la entrada trasera del edificio, alertado por los sonidos que le llegaban desde donde estaba. Sus órdenes eran claras, interceptar a los camiones de Tinet co. junto a Mimi antes de llegar a la ciudad y esperar al resto del equipo a un par de calles de distancia para poder huir todos juntos hacia el refugio.

Se alegraba de haber seguido su instinto y haber desobedecido a Capde, pues había llegado justo en el momento en el que Raoul se lanzaba sobre el cuerpo de Agoney para protegerlo, ignorando su propia seguridad. Escoltado por Mimi e indicándole con un gesto de su mano que rodeara el camión, consiguieron neutralizar a los dos guardias que quedaban en pie.

Amaia había salido de la parte de atrás del primer camión al oír la voz de su novio, y ahora se les había unido de camino a su vehículo.

- Nos estaban esperando, no hay otra explicación -comentaba Mimi cerrando el grupo.

- Raoul -llamó Amaia acercándose hasta él. El replicante no se había percatado de su presencia hasta ese instante-, no dejes de presionar la herida. En el coche me siento contigo y te ayudo, ¿vale?

Había olvidado por completo que su amiga era enfermera, pero ahora que se lo había recordado con su comentario, no podía estar más agradecido por su presencia.

- Vale, este es el plan -comenzó a explicar Alfred al llegar junto al coche-. Amaia, Raoul, vosotros vais detrás con Agoney. Y Mimi viene delante conmigo. Nos vamos al hospital de J. F.

- ¿Habrá alguien? -preguntó Amaia con duda- No puedo aseguraros que sabré hacer todo sola.

- Es un punto de encuentro, Amaia -respondió Alfred-. Esperan nuestra llegada, para poder guiarlos al refugio. Les ofrecimos cobijo a cambio de sus servicios.

2051Donde viven las historias. Descúbrelo ahora