La caza

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El láser naranja del escaner se activó al detectar movimiento en la superficie. Una delgada linea de luz atravesó el iris de lado a lado, activando a su vez el programa de reconocimiento.

"Sujeto R1083:

                Varón

                              19/03/48"

Agoney tecleó un par de comandos y esperó a que otro cuadro de diálogo parpadeara en la pantalla.

"¿Jubilar a este sujeto?

           Sí.

                   Una vez ejecutada, esta acción no podrá deshacerse, ¿desea continuar?

                              Sí.

                                      El sujeto R1083 ha sido eliminado del sistema."


Y con esa facilidad, acababa de matar a Raoul. No pudo evitar sonreír; una sonrisa llena de emoción y esperanza. Si la situación hubiese sido diferente, aquel ojo pertenecería a un cadáver. R1083 habría muerto a manos suyas, y él no hubiese parpadeado si quiera al ejecutarlo.

Había salvado a Raoul; no quedaba rastro de él en ningún archivo, a todos los efectos estaba muerto, y a menos que alguien de su pasado lo reconociera por la calle, se acababa de convertir en un humano libre y anónimo. Sin embargo, sentía que era Raoul el que le había salvado a él; al aparecer en su vida -al reconocer sus almas- había abierto los ojos y cambiado su forma de percibir las cosas y entender el mundo. Agoney le había salvado la vida, pero Raoul había salvado su alma.

Recogió la bolsa al vacío donde se encontraba el ojo del replicante y se dirigió hacia su escritorio. Allí recolectó los pocos documentos en papel que había del caso y los llevó hasta la trituradora para deshacerse de ellos.

La oficina estaba en silencio. La mayoría de las mesas se hallaban vacías, y los pocos compañeros que ocupaban las suyas, estaban concentrados en sus monitores. Sin embargo, Agoney se sentía vigilado. Quizás porque sabía que estaba cometiendo un crimen; o tal vez los ojos que sentía pegados a su nuca en cada uno de los movimientos que había realizado desde su llegada, realmente estaban ahí.

- Hernandez -la puerta del despacho de sargento Guix se abrió con un portazo-, ven, quiero hablar contigo -sus ojos se fijaron entonces en la bolsa que traía con él-. Vaya, parece que al fin me traes algo. Pasa.

Agoney apretó el agarre de la bolsa y se adentró en la habitación.

- He de confesar que estaba empezando a dudar de que fueras tan bueno como decían -carcajeó mientras tomaba asiento-. Has tardado lo tuyo.

- Se esconden mejor de lo que pensaba, señor -respondió con tono serio; recordando, a su vez, lo fácil que le había supuesto dar con ellos en realidad.

- ¿Y a quién has cazado?

- R1083 -le tembló la voz al responder. No pensaba que fuera a ponerse nervioso por pronunciar su número en voz alta.

- El botones, ¿no es así? -preguntó con media sonrisa.

- Así es, señor.

- Bueno, pues uno menos. Quedan dos -Guix se encendió un cigarro y le dio una larga calada antes de volver a mirar al blade runner- ¿Alguna pista?

- Sigo buscando -había decidido que si se aseguraba de que sus respuestas fueran cortas y concisas, no podía meter la pata demasiado- ¿Por qué quería verme, señor?

2051Donde viven las historias. Descúbrelo ahora