Refugio

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Mimi entró en el piso como un vendaval. Miraba a todos lados buscando algo que no conseguía ubicar.

– Mimi, ¿qué pasa? –Raoul no entendía nada, pero una sensación de miedo irracional le invadió al ver la expresión de la replicante– ¿Qué buscas?

Mimi se giró entonces hacia él, mirándole con gravedad.

– ¿Dónde está tu chaqueta?

– ¿Qué?

– Tu chaqueta –repitió a punto de perder la paciencia.

– En la cama...

– Ve a buscarla.

– Pero...

– ¿No me has oído?

Agoney se removió en su sitio. No iba a permitir que alguien se presentara en su casa de aquella manera sin explicaciones.

– O me dices qué coño está pasando o te echo de mi casa a la de ya –le amenazó, haciendo que la chica se girara a enfrentarle. La replicante suspiró con frustración, sintiendo que estaban desperdiciando un tiempo más valioso de lo que comprendían.

– Estáis siendo vigilados. Hay un localizador en tu chaqueta –se giró levemente hacia Raoul, para volver a conectar su mirada con Agoney– y otro en tu coche.

– ¿Qué? –esta vez fue el humano el que preguntó

– ¡Coño! –exclamó exasperada– tráeme la maldita chaqueta y os lo explico.

Finalmente, Agoney se dirigió a su habitación a grandes zancadas. En menos de un minuto estaba de vuelta. Le pasó la chaqueta de Raoul a la chica, expectante. Ésta rebuscó en los bolsillos, hasta que dio con el aparato en el interior de la prenda. Un disco no más grande que una moneda con una tenue luz parpadeante.

– ¿Quién nos vigila? –preguntó Agoney dando un paso al frente, escudriñando su rostro en busca de algún signo que pudiese delatarla– ¿Por qué has venido tú a avisarnos?

– Mamen.

– No –Raoul se quedó paralizado en el sofá. Todo color abandonó su rostro. Creía que iba a vomitar en cualquier momento.

– Sí, R –Mimi se sentó a su lado, posando una mano sobre su muslo, acariciándole con ternura–. Ha perdido el juicio. Ella y unos cuantos del consejo han decidido actuar por su cuenta sin respetar vuestra decisión. Quieren secuestraros y entregaros al laboratorio contra vuestra voluntad. Creen que es una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar por vuestro egoísmo.

– Pero, si me dijo que lo aceptaba –le rebatió con voz temblorosa y con la vista fija en el suelo. Intentaba encontrarle sentido a lo que su amiga acaba de contarle, pero le era imposible–. Mamen no se comportaría así. Me aseguró que seguiríamos con el plan inicial.

– Esta mañana, después de que os fuerais Alfred y tú, nos ha reunido a todos los que estábamos allí para decirnos que habíais aceptado y que os ibais a entregar al laboratorio –comenzó a explicar Mimi. Raoul negó lentamente con la cabeza. Agoney se sentó entonces a su lado, agarrando una de sus manos y entrelazando los dedos, reconfortándole en silencio.

– Mamen no haría algo así –repitió con cabezonería.

– R, mírame –la autoridad en su voz hizo que Raoul obedeciera y conectará su mirada con la suya, apretando el agarre de Agoney–. Noté que algo no encajaba, ¿vale? –continuó la replicante. Si su amigo quería conocer los hechos, no podía perder tiempo en consolarle. Aunque sabía que descubrir que la que hasta ese momento había sido la única figura materna en tu vida te había traicionado, debía ser devastador–. La notaba nerviosa, pero en aquel momento no le di más importancia.

2051Donde viven las historias. Descúbrelo ahora