La semana se pasó rápido para Katsuki, a diferencia que a Eijiro.
El rubio se estaba preparando para entrar a la U.A., la escuela de héroes más famosa de todo Japón. Lo único que tenía que hacer era estudiar para el examen teórico de ingreso, y se lo sabía casi mejor que su nombre. Mientras, Kano empeoró, con lo cual necesitaba cuidados extras. El único descanso que tenían padre e hijo era cuando cerraban a la hora de comer. Estaban deseando que por fin Bakugo se incorporase al trabajo para tener menos ajetreo en el pequeño comercio.
Y por fin, el día llegó.
La abuela estuvo esperando al rubio para abrir la tienda. Quería enseñarle todo lo necesario, como hacía con sus hijos y nietos. Así que, cuando llegó, le fue inevitable acordarse de la primera vez que enseñó a Eijiro.
—Hola, hijo, te estaba esperando —saludó la anciana dulcemente con una sonrisa.
—Sí, sí, lo que sea... —le respondió Katsuki intentando sonar "agradable"—, ¿dónde están el resto de trabajadores?
—Llegarán en media hora, tú solo sígueme —dijo pasando a aquella tienda.
—¿¡En media hora!? ¿¡Por qué he tenido que venir tan pronto, abuela!?
Ella solo rio.
—Tú no vas a aprender solo, ¿verdad? Vamos, pasa. Te enseñaré todo lo necesario.
El menor simplemente entró a regañadientes, maldiciendo bajo su aliento. Como bien dijo la abuela Kirishima, a la media hora ya había terminado de explicarle lo básico y tanto Katashi como Eijiro entraron para empezar su jornada.
—¡Hey, Bakugo! —exclamó el pelirrojo tendiéndole la mano—. Soy Kirishima Eijiro. ¡Será un placer trabajar contigo! —concluyó con una gran sonrisa.
—Lo que tú digas, pelo de mierda —dijo esquivando su mano y desviando la mirada hacia el progenitor del pelirrojo—. Bueno, tú serás Kirishima, como todos. ¿Va a empezar a venir la gente o qué?
Les fue un poco desconcertante su carácter pero, después de que Eijiro recapacitara un tiempo, se dio cuenta; era el chico que vio la noche anterior a punto de lanzarse a por el villano.
—Eh... ¿sí...? —dijo con una risa nerviosa.
El rubio solo chistó y se apartó de los tres Kirishima para ponerse el uniforme; un delantal verde con el apellido de la familia en amarillo.
—Venga, Eijiro. Céntrate y saca la fruta de hoy —regañó Katashi a su retoño.
—¡Voy! —respondió el llamado y fue a ello.
Bakugo hacía su trabajo sin problemas, aunque a veces se le acumulaba un poco, ya que de vez en cuando alguno de los dos Kirishima iba a atender algo que él desconocía. Aunque al joven rubio se le daba bien la tarea, tanto Eijiro como Katashi descubrieron su particularidad, ya que cada vez que se frustraba hacía pequeñas explosiones en sus manos. La primera vez que lo hizo, la curiosidad del de dientes filosos se despertó y fue a preguntarle por ella, ganándose que casi su cabeza explotase como una sandía al chocar contra el suelo cayendo desde un octavo piso.
A pesar de todo, el día transcurrió sin problemas. Hasta la hora del cierre.
Katashi les había dejado la tarea de cerrar a ellos, ya que era la hora en la que Kano tomaba la mayoría de sus medicamentos. Recogieron todo y Kirishima hijo se encontraba bajando la persiana metálica.
—¡Pues ya está! Buen trabajo hoy, Bakugo —le dijo con una gran sonrisa mientras los últimos rayos del sol le iluminaban el rostro.
Pero la respuesta del rubio no llegó. Se hallaba mirando los irises rojos de Eijiro, los cuales se parecían a los de él mismo.
—¿Pasa algo, Baku...? —iba a intervenir el pelirrojo, pero se vio interrumpido.
—Eres tú, ¿verdad?
—¿Eh? ¿A qué te refieres? —respondió desconcertado.
—¡Tú eres el imbécil que iba vestido de rojo anoche en el ataque en el parque, ¿verdad?!
—¡Shhhh! ¡Bakugo, no chilles por favor!
—¡Responde, pelo de mierda!
—¡Lo haré, lo haré! ¡Pero por favor, habla más bajo! —le rogó intentando acallarlo.
El de la particularidad de explosiones solo gruñó.
—Vamos, ya estoy hablando más bajo. Respóndeme, joder.
—Está bien... —dijo tartamudeando un poco—, pero por favor, guarda el secreto...
—¿¡Me ves con cara de querer decírselo a alguien, estúpido!?
—¡No, no! —suspiró—. Vale, sí, era yo...
—¿Qué mierda hacías vestido así?
El aludido simplemente suspiró y miró al suelo con una sonrisa algo melancólica.
—Yo siempre he querido ser un héroe Bakugo.
—¿Y a mí qué? Yo también y lucho por ello, no voy como un gilipollas vestido así por la calle a ver qué villano me encuentro por ahí.
Eijiro rio un poco. Esas palabras le dolían, pero le traían de vuelta a la realidad.
—No lo entiendes —dijo mirándole a los ojos con una sonrisa apenada—, por mucho que me esfuerce, yo nunca podré llegar a ser un héroe.
—¿Qué estás diciendo, trozo de mierda?
—Yo no soy igual que tú, Bakugo.
El rubio perdió algo sus papeles y acabó por agarrarle del cuello de la camiseta, atrayéndolo hacia él.
—¡Sé claro, imbécil!
—Yo no tengo particularidad, Bakugo —soltó al fin con la mirada algo acristalada por las lágrimas que, por fin, comenzaron a escaparse de sus ojos por la impotencia y presión de la situación.
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Que el amor florezca [KiriBaku]
FanfictionEijiro, el pequeño de la familia Kirishima, trabaja para el negocio familiar. Aunque parece un ángel, el joven tiene algún que otro secreto, pero se las arregla para que estén ocultos al mundo. Hasta que el caos explota. Su madre, Kano, cae enferma...