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Por una parte, Bakugo se alegraba de haber hecho las paces con Kirishima, pero por la otra, estaba a punto de matarlo.

No paraba de recordarle que ahora eran "amigos", cosa que Katsuki negaba constantemente. Aun así, el pelirrojo insistía e insistía, haciendo que Bakugo estuviese harto de él.

—¡Amigo, ponle a esta guapa señora un kilo de manzanas! —le gritaba a pleno pulmón.

—¡Yo no soy tu amigo, pelo de mierda! —y le tiraba la fruta a la cara.

Pero el quirkless no se daba por vencido. Hasta que Bakugo se hartó de verdad y le hizo una "pequeña" quemadura en el brazo. Entonces, a partir de ahí, se lo recordó un poquito menos.

Dejando eso de lado, Kano se había recuperado un poco. Se había animado a andar, lo cual significaba clara mejora. Acabó muy cansada ese día, pero lo intentó e hizo bien el ejercicio. Pero Kano quería ir más allá. Ella quería asistir al menos un día al trabajo.

—Mamá, por favor... —le rogaba el pequeño de los Kirishima—, ahora estás mejorando, reposa un poco más para que estés mejor...

—Eijiro, si siempre estoy tumbada en la cama no voy a mejorar nada de nada, te lo digo yo. Llevadme solo un día, así todo se os hará más fácil —convencía ella.

—Kano, por favor... —suplicaba Katashi también.

—Solo un día, lo prometo.

Y así fue. Ella estaba sentada en una silla mientras pesaba las cosas y charlaba de vez en cuando con Katsuki, dándole consejos y ayudándole en todo lo que podía. A diferencia que a Eijiro. A él le reprochaba todo lo que hacía mal.

—¡Mamá, dame un poco de tregua! —le decía haciendo pucheros.

—Venga ya, Eijiro, ¡si no te lo corrijo no vas a aprender!

Al final del día, el pelirrojo acabó el triple de cansado que el resto, ya que Kano no le dejaba descansar ni un poco. Katashi y Eijiro ayudaron a la señora Kirishima a levantarse de su silla para ir hasta casa, pero ella dijo que quería hablar un rato con Bakugo. A ella no le podían negar nada, así que la dejaron con él.

Y así fue cómo fueron hasta el parque, los dos solos en un banco. Katsuki se encontraba algo incómodo, no lo iba a negar, pero Kano disfrutaba su estancia allí. Al final, la madre de Eijiro rompió el silencio.

—Hacía un tiempo que no venía por aquí, Bakugo-kun —sonrió mirando a la gente pasar—. Gracias por hacerme compañía.

El aludido optó por guardar silencio y simplemente mirar a la mujer. Se notaba que ella estaba cansada, y que había estado enferma también. Después de un rato de silencio, volvió a hablar.

—Como supongo que ya sabrás, empezaste a trabajar con mi marido y mi hijo "por mi culpa" —rio un poco.

—Bueno... sí —le respondió el rubio.

—Supongo que te lo habrá contado Eijiro —suspiró para mirarle directamente a los ojos y cogerle de las manos. Su mirada denotaba tristeza—. Bakugo-kun, escucha... yo sé que no me queda mucho tiempo aquí. Mi pequeño ya te considera como un amigo y un punto de apoyo, por eso... cuando yo me vaya... quiero que cuides de él, por favor —dijo con voz temblorosa y lágrimas en los ojos.

Katsuki no se esperaba para nada esa revelación de la mayor, con lo cual se quedó sin palabras. Era una propuesta demasiado fuerte e impactante, además de ser una completa sorpresa para él.

—Yo... —intentó formular. No le podía negar algo así a una persona de la familia para la cual trabajaba— sí, señora, lo haré.

Kano solo sonrió.

—Gracias, Bakugo-kun, gracias —finalizó limpiándose las gotas que caían de sus ojos.

El rubio acabó por acompañar de vuelta a casa a la señora Kirishima. Aunque fue en completo silencio, tanto él como ella agradecieron eso, necesitaban un poco de descanso. Cuando llegaron al portal de los Kirishima, Bakugo simplemente inclinó su cabeza hacia la madre de Eijiro y se retornó a casa, pasando solo por su mente una y otra vez las palabras de Kano.

A pesar de haber conocido a aquella familia hacía solo tres semanas y media, si la señora Kirishima fallecía, sabía que Eijiro iba a estar irreconocible en actitud. Extrañamente, una parte de Katsuki no quería ver a el pequeño Kirishima en ese estado. Y a partir de ahí, comenzó a pensar en las diferentes situaciones que él podría pasar como trabajador de esa tienda, pero solamente una le parecía razonable, aunque le doliese. Esa era la del despido.

—Ya estoy en casa —dijo el rubio al llegar al final de su trayecto y entrar por la puerta.

—Llegas más tarde de lo normal, ¿qué has estado haciendo? —le preguntó su madre, Mitsuki, intrigada.

—Nada que te incumba, vieja —respondió todo lo cortante que pudo el pequeño, siendo "castigado" por un golpe en la cabeza por parte de su madre.

—¡Ni se te ocurra llamarme así, mocoso!

Katsuki solo gruñó y fue arriba a dormir. Esa noche no tenía ganas ni de discutir ni de cenar. No tenía para nada pensado hablarle a su familia sobre el tema de la señora Kirishima, se repetía una y otra vez que era algo que no le incumbía, que le estaban metiendo dentro de aquel bucle sin darse cuenta de lo que estaban haciendo. Estaba tan enfrascado en esos pensamientos, que ni se enteró de cuando su padre entró en su cuarto. El mayor, Masaru, se sentó en el borde de su cama.

—Katsuki, no has cenado... —le dijo gentilmente.

—Lo sé viejo. No quiero cenar —le respondió dándole la espalda.

—¿Ha pasado algo hoy en el trabajo...?

—No —le cortó fríamente.

—Pronto entrarás a la U.A., si ves que la tienda es demasiada presión para ti, simplemente tienes que decírnoslo.

—Viejo, déjame dormir en paz —intentó finalizar Katsuki la conversación. Y a Masaru no le quedó otra. Arropó a su único hijo y fue de vuelta con su esposa.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora