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—¿Qué...? —intentó encontrarle el sentido Katsuki.

—Ya me has oído, Bakugo... —le respondió apartándole—. Nunca he tenido particularidad y nunca la tendré, por eso es por lo que no puedo ser un héroe —concluyó con la voz siendo un susurro y la mirada baja.

Aquella revelación le había pillado completamente por sorpresa. Automáticamente pensó en Deku, otro que quería ser héroe sin particularidad, pero la idea se le fue de la cabeza, ya que el de cabello verde había desarrollado la suya de la noche a la mañana.

—¿Y por qué mierda lo tenías tan escondido? No es como si fueras el único que no tiene particularidad o algo así.

—Sí, tienes razón... pero creo que soy el único que se empeña tanto en ser héroe sin tener ninguna.

—¡Eso no es verdad, pelo de mierda! —le gritó—. ¡El puto Deku tampoco se callaba con eso de ser héroe sin particularidad, y al final le ha aparecido!

—¿Deku...? ¿Le apareció la particularidad porque sí...? —intentó hilar todo lo dicho confuso.

—¡Sí! ¡Ese maldito ahora tiene una!

—Bakugo, esto es surrealista... Nunca voy a tener una particularidad, haga lo que haga...

Después de escuchar eso, el rubio fue traído de vuelta a la realidad. Una vez Kirishima había dicho esas palabras, se dio cuenta de lo estúpidas que sonaban. ¿Particularidades que aparecen porque sí?

Si el pelirrojo tenía que esperar a que aquello sucediese, estaba más que perdido.

Katsuki solo chistó y dio media vuelta.

—Haz lo que quieras, pelo de mierda. Nada de lo que hagas me va a incumbir, al fin y al cabo. Ambos trabajamos para tu maldita familia sin sentido y nada más.

—¿Sin sentido...? —musitó el pequeño de la familia a la que Bakugo había insultado.

—¡Sí, sin sentido! —dio por finalizada la habladuría y partió sin mirar al pelirrojo, dejándolo confundido.

Desde ese momento, los días transcurrieron algo difíciles entre ellos. Bakugo apenas cooperaba con Eijiro y parecía que el quirkless evitaba al rubio. Katashi se percató de aquello y habló varias veces con su hijo sobre el tema, pero él siempre le decía que todo estaba bien y que no pasaba nada.

A pesar de las dificultades, el de dientes filosos seguía saliendo al rescate casi todas las noches. Se sentía más en forma que nunca, ya que ahora descansaba mejor y no estaba tan atareado. Aunque sí notaba la distancia con Katsuki desde el día en el que le reveló sus secretos, agradecía su ayuda en la tienda. Pero, por una parte, quería hacer las paces con él. Se sentía culpable de que el rubio siempre evitase su mirada y de que no hablase con él. Después de todo, no pudo explicarse todo lo bien que podía y quería dejar las cosas claras. Así que, Eijiro le cambió el turno a su padre ese día, para que quedasen ambos quinceañeros cerrando la tienda.

—¡Fin de la jornada! —exclamó Kirishima una vez bajada la persiana—, buen trabajo, como siempre, Bakugo.

—Sí, lo que tú digas —y echó a andar.

—¡Hey, espera! —le llamó agarrándole del brazo.

—¡Suéltame, pelo de mierda!

Bakugo se deshizo del agarre del quirkless de un tirón, dejando roto a éste por dentro.

—Bakugo, yo solo quería disculparme...

—¿Eh? ¿Por qué cojones quieres disculparte ahora?

—Pues... no lo sé... —respondió algo nervioso—. Es que últimamente no nos hablamos para nada y, bueno... Yo de verdad me quiero llevar bien contigo, Bakugo —terminó algo más seguro.

Katsuki no sabía muy bien qué responder a eso. Simplemente se quedó observando la cara del pelirrojo bañada en la luz naranja del atardecer, justo como la última vez que discutieron.

Hasta que al final habló.

—Haz lo que quieras, pelo de mierda... —dijo dándose media vuelta para emprender su camino a casa.

—¡Espera, en serio! —le frenó de nuevo—. De verdad que es lo que quiero, no paso por un momento bueno ahora y no quiero tener problemas contigo...

—¿Qué mierda dices, imbécil? ¿Tienes depresión postparto o qué?

—¡Pero si no puedo parir!

—¡Es ironía, pedazo de gilipollas! —le acalló pegándole un capón.

Eijiro al principio dio un quejido, pero luego se convirtió en risas.

—No es depresión postparto, lo juro —afirmó aún entre risas—. Es... peor, y difícil.

—¿A qué te refieres, pelo de mierda?

—Es... mi madre —soltó cabizbajo—. La razón por la que mi padre y yo salimos constantemente del trabajo es para cuidarla, está enferma. Ella... también es la razón por la que te contratamos —le miró a los ojos—, solos no dábamos a basto en la tienda. Lo siento por decirlo ahora, después de dos semanas y media de trabajo, Bakugo —finalizó en un susurro.

—¿Crees que me importa que me lo hayas dicho ahora...? —preguntó antes de darse la vuelta—. Dile a tu vieja que se mejore, Kirishima.

Los ojos del pelirrojo brillaron de alegría al ver que Katsuki le había llamado por su apellido y no por el apodo que le había puesto.

—¿¡Eso significa que estoy perdonado!?

—Sí, sí. Lo que tú digas, pelo de mierda —concluyó Bakugo empezando a andar hacia su casa.

—¡Gracias! ¡Gracias, Bakugo! —exclamó Eijiro corriendo hacia el rubio y abrazándolo.

—¡Apártate de mí, imbécil! —le mandó haciendo pequeñas explosiones en sus manos.

—¡Está bien, está bien! —aceptó aún con alegría—. ¡Nos vemos mañana, Bakugo!

Y salió corriendo del lugar hacia la casa de los Kirishima. Bakugo también emprendió su viaje a casa y, aunque nunca lo admitiría, llevaba una pequeña sonrisa adornando su cara.

Los siguientes días transcurrieron bastante mejor que los anteriores, ya que los dos quinceañeros —ahora amigos, según Kirishima hijo— colaboraban mucho más entre ellos, haciendo más fáciles las tareas de la tienda. En uno de los turnos de Eijiro para cuidar a su madre, ella notó su alegría extra, con lo cual decidió preguntarle por ella.

—Te veo con mucha felicidad, Eijiro —le dijo dulcemente con una sonrisa.

Eijiro también sonrió ante el comentario de su madre, así que se puso de rodillas a los pies de su cama, para hablarle y tenerle más cerca.

—¡Sí, bastante! —exclamó y apoyó la cabeza en la cama—. Cada vez me llevo mejor con Bakugo, mamá.

—Me alegro por ti, pequeño —susurró Kano, pasando una mano por el pelo rojo de su hijo.

El tiempo se paró para Eijiro, quedando dormido ante las caricias de su madre, la cual le tuvo que despertar cuando ya casi terminaba su turno de cuidados.

—Luego nos vemos, mamá —finalizó el menor, dándole un beso en la frente a su madre y saliendo del lugar.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora