21- Final

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Diez años habían pasado después de los sucesos. Cuando Eijiro cerraba los ojos, de vez en cuando seguía sintiendo la sensación fría que le transmitió la piel de Kano durante horas. Las pesadillas le atacaban cada vez con menos frecuencia, pero alguna que otra siempre acababa por inundar sus pensamientos a altas horas de la mañana, haciéndole prácticamente imposible dormir. Dentro de aquellos sueños, la voz rota y el llanto de Katsuki después de recibir la noticia aparecían, conjunto con miles de insultos por su sexualidad, sus inseguridades por no tener un quirk con el que defenderse y un millón de miedos más que le atormentaban sin parar.

A pesar de todo lo que supuso la ida de Kano, su vida no era tan miserable como él pensaba que sería sin ella. Quién sabe cuántas veces intentó acabar con su existencia. Los únicos que le salvaban de no hacerlo eran los Bakugo y su padre. Las únicas personas que aún seguían para él, sin importar por todo lo pasado anteriormente.

En cuanto a su relación con Katsuki, miles de cosas habían cambiado, pero la esencia del cariño que se brindaban el uno al otro seguía intacta, prácticamente siendo igual que la del primer día. Encontraron varias piedras en el camino que entorpecieron de manera enorme en su relación, haciendo que se distanciaran por un tiempo, pero aquellos espacios nunca duraron demasiado. Siempre volvían al otro, a casa. Cualquiera pensaría que después de tantos problemas, una relación así nunca podría funcionar, pero allí estaban ellos, rompiendo todos los esquemas posibles.

Hacía tiempo que compartían casa. En cuanto les hizo falta independizarse, no tuvieron dudas en hacerlo juntos, conviviendo el uno con el otro, haciendo sus lazos más fuertes. Conocían a fondo cada parte del cuerpo del otro, cada manía, cada personalidad. Si se encontraban con un obstáculo, hacían todo lo posible para juntar fuerzas y escalarlo hombro con hombro,  fortaleciéndose en el camino.

Respecto a sus profesiones, Bakugo consiguió lo que siempre había querido ser; un héroe. Era reconocido nacionalmente por todo Japón. Su nombre aparecía continuamente en todos los medios de comunicación y, como todo buen héroe, tenía fans que le apoyaban incluso en las situaciones más comprometedoras. A pesar de dar siempre una imagen fuerte e invencible, Katsuki también tenía su lado débil, una parte de él que lloraba y se frustraba cuando las cosas se volvían completamente en su contra, haciéndole sentir arrinconado.

Por suerte, cuando estos momentos aparecían en su vida, Kirishima estaba ahí para darle todo su apoyo. De hecho, se había especializado en ello, literalmente.

Cuando volvió a casa con su familia, nadie podía mirarle a los ojos. Todos le echaban la culpa, directa o indirectamente. Estaban convencidos de que nada hubiera pasado si no "hubiera arrastrado a Kano". Básicamente, le habían echado. El único de su parte era Katashi, el cual era atacado de igual manera por su gente. Kirishima padre no podía permitirse dejar de trabajar a pesar del fallecimiento de su esposa, pero Kirishima hijo sí podía hacerlo, con lo cual estuvo alojándose durante tres meses en la casa de los Bakugo, siendo tratado como uno más de la familia. Estaba huyendo de los Kirishima, dejándoles completamente atrás. A todos menos a su padre.

Durante la mitad de su estancia, Kirishima pasaba todos los días metido en cama desde la mañana hasta la noche, saliendo alguna vez del cuarto para hacer el esfuerzo de comer. Apenas tenía fuerzas para levantarse sin comenzar a llorar de nuevo. Intentaron aportarle ayuda psicológica, sin éxito alguno. Los pocos que intentaron hablar con él acababan por rendirse o echarse para atrás. Los Bakugo siempre le ayudaban en todo lo que podían, pero lo que al final le sacó de aquel trance fue él mismo. El propio Eijiro se cansó de su propio ser, de estar en cama todo el día y de no conseguir expulsar más lágrimas de su cuerpo porque ya había agotado todas. Ahí es cuando decidió tomar acción.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora