Bakugo estaba preparado para su último día de trabajo. El examen de ingreso de la UA estaba a la vuelta de la esquina, pero eso no le hacía estar nervioso, de hecho, disfrutó con calma y paz su camino hasta la tienda. Normalmente él era el primero en llegar, pero ese día Kirishima padre se le había adelantado. Supuso que su hijo no tardaría mucho en aparecer.
—Buenos días, Bakugo —saludó Katashi, recibiendo un asentimiento de respuesta—. Hoy es el último día... Me alegra haberte tenido aquí, de verdad. Nos has hecho bien a todos, pero sobretodo a Eijiro.
Bakugo prefería evitar el tema de la relación que tenía con su hijo. Estaba prácticamente seguro de que el pelirrojo no les había mencionado nada a sus padres, y para nada quería ser él solo el que les revelase la verdad. Katsuki sólo pudo mantener silencio mirando cómo Katashi abría la puerta, siendo incapaz de mirarle a los ojos.
Minutos después, Kirishima hijo apareció. Estaba mucho más enérgico que otros días, se notaba que quería que el último día del rubio fuese especial. A pesar de que Bakugo se había negado en un principio a trabajar, le estaba doliendo tener que marcharse, pero nunca pondría la tienda por encima de entrar a la escuela de héroes. Convivir con la familia Kirishima, los pequeños ratos que pasaba con Kano, la vuelta a casa con Eijiro, sin duda echaría de menos todo eso. Katashi era un hombre sensato y Kano una mujer tierna y cariñosa, casi les consideraba sus segundos padres.
Katashi y Bakugo estaban solos en la tienda esperando a que Eijiro llegase de su turno con Kano, pero el pequeño no llegó solo; su madre le acompañaba. Ella también quería despedirse del rubio en su último día. Aunque ella se veía débil, para Katsuki ella era la persona más fuerte de todas en ese momento. Kano le abrazó cálidamente y acarició despacio la espalda del chico. Bakugo simplemente se dejó llevar; cerró sus ojos y apoyó su cabeza en el hombro de la mujer.
—Parece que ahora nos veremos menos seguido, Katsuki... —rió dulcemente Kano.
—Pasaré por aquí cuando pueda, lo prometo... —contestó el otro. Katashi y Eijiro sabían que había un fuerte vínculo uniéndolos a ambos. Cuando el rubio hablaba con Kano, era de los únicos momentos en los que se le podía ver tranquilo.
Segundos después, los dos se separaron. El rostro de Kano estaba sonriente a pesar de que una lágrima se deslizaba por su mejilla, la cual no tardó mucho en limpiar.
—Sé que cuidarás mucho de Eijiro, Katsuki —le susurró al rubio antes de girarse y pedirle a su hijo que la acompañase de vuelta a casa, dejando a Bakugo con la respuesta en los labios.
Al verla marchar con el chico al que más quería, no pudo evitar soltar unas palabras suaves al viento.
—Lo haré.
~
Un par de horas más tarde, la jornada había finalizado. Katashi, quien era un hombre serio y conservador, incluso se atrevió a darle un pequeño abrazo al rubio.—Lo hiciste bien todo este tiempo, Bakugo. Gracias.
El rubio asintió. No había un lazo tan fuerte entre ellos como el que tenía con su mujer, pero definitivamente le tenía cariño. Después de despedirse, Kirishima hijo emprendió por última vez camino a casa de Bakugo desde la tienda después de un día de trabajo. El pelirrojo apretó fuerte la mano del rubio cuando nadie conocido estaba a la vista.
—Venga ya, nos seguiremos viendo, pelo de mierda... —se quejó Katsuki.
—Ya, pero no tan seguido —respondió haciendo un puchero, el cual le sacó una sonrisa al rubio.
Hicieron el recorrido en un silencio nunca antes vivido, probablemente porque no tenían palabras que decirse. Solamente pensaban el uno en el otro y en todas las horas que estuvieron juntos dentro del pequeño negocio. No tenían nada que decirse que no se hubiesen dicho antes. El silencio les acogía a ambos.
Pronto llegaron a la casa de los Bakugo, Kirishima soltó la mano del rubio y quedó mirándole con una sonrisa que podría derretir un hielo.
—Triunfa por mí en el examen —le animó—. En cuanto sepas que has entrado, ven a decírnoslo, ¿vale? ¡Estoy seguro de que lo harás!
Bakugo sonrió ampliamente y abrazó con fuerza al pelirrojo. El otro no tardó mucho en hacer lo mismo.
—Busca alguna excusa siempre que puedas para venir, por favor... —le suplicó con una voz algo más apenada Eijiro—. Yo también lo haré, pero sabes que estamos atareados todo el rato.
—Lo haré, tranquilo —susurró Bakugo mientras le acariciaba la cabeza, luego le besó la frente y ambos se separaron—. Nos vemos pronto, Kirishima.
Eijiro le respondió un gran sí para después volverse a casa. El camino se le hizo más solitario que de costumbre, pero lo podía aguantar. Al llegar a casa, no lo dudó ni un segundo, se puso su disfraz de héroe y salió de nuevo a la calle. Necesitaba sacar de su mente la tristeza y el estrés, y para él no había nada mejor que combatir el mal para eso. Sabía que había habido algunos altercados recientemente no muy lejos de su casa, así que se dirigió allí directamente.
Estuvo rondando varios minutos por allí hasta que un villano se hizo presencia. Había robado varios collares de una joyería y salía a toda velocidad de la tienda. Al ver que no parecía que tuviese mucha fuerza física y ningún héroe profesional estaba cerca, Eijiro decidió saltar a la acción. Empezó a seguir al hombre, el cual no era especialmente rápido, y pronto lo atrapó en un callejón sin salida.
—¡Alto! —le gritó—. ¡Si lo devuelves ahora y te rindes, todo te será más fácil, de verdad!
El villano al principio se paró a analizar a Kirishima, pero al rato comenzó a reír. El pelirrojo no perdía la concentración en ningún momento, cualquier error podría ser grave. Cuando el villano dejó de reírse, miró fijamente al joven y le levantó su brazo apuntándole con el dedo, lanzando así una especie de rayo rojo que viajaba horizontalmente directo hacia Eijiro. El atacado pudo evitarlo por los pelos, pero, al darse la vuelta, vio cómo el cubo de basura que tenía tras él había sido perforado por un círculo perfecto no muy grande. Ahí es cuando el pánico le comió. Nunca había estado en una situación así, solo con un villano alejado del mundo, cuerpo a cuerpo. Al ver que no tenía ninguna posibilidad contra él, decidió tirarle una botella de cristal vacía que tenía al lado para ganar tiempo para huir. El villano se cubrió con sus brazos, haciendo que la botella se estampase contra ellos, rompiéndose. En ese pequeño lapso, Kirishima huyó en busca de algún héroe, pero el hombre no se lo iba a dejar tan fácil. Estaba corroído por la ira, quería matarle. Por suerte, Kirishima conocía bien la zona y podía ir callejeando sin perderse para hacer que su captura le fuese más difícil al villano, mientras que éste le lanzaba algún que otro rayo, todos fallidos.
Unos minutos después, Kirishima se encontraba en una de las zonas más concurridas de ese área, una zona llena de héroes y civiles. Al ver al primer héroe a la distancia, decidió llamarle.
—¡Eh, necesito ayuda por-! —empezó a gritar Eijiro, pero nunca terminó su frase.
Un rayo rojo le había atravesado por la espalda.
Pudo ver la cara de desesperación del héroe al que había llamado y algunas personas asombrarse, juraría que también había escuchado algunos gritos. Lo que fueron segundos se le hicieron eternos. Tocó su herida, sintiendo mucha sangre salir de ella. Toda su visión se volvió negra y, finalmente, cayó contra el suelo, haciendo que el pánico inundase la calle.
Todo el mundo de Eijiro se derrumbó en ese momento.
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Que el amor florezca [KiriBaku]
FanfictionEijiro, el pequeño de la familia Kirishima, trabaja para el negocio familiar. Aunque parece un ángel, el joven tiene algún que otro secreto, pero se las arregla para que estén ocultos al mundo. Hasta que el caos explota. Su madre, Kano, cae enferma...