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Kirishima madre e hijo se levantaron temprano a la mañana siguiente. Habían descansado lo suficiente y, como era obvio, el hambre no tardó en llegar a sus cuerpos. Ambos comieron un desayuno variado en el motel, pero la mente de Eijiro no podía estar en paz. Su madre se había saltado ya dos dosis de sus pastillas y, si eso continuaba así, sin duda ella iría a peor. No se podían permitir que aquello sucediera, no después de todo el esfuerzo que Kano ponía para recuperarse. Aunque tampoco se podía permitir que su madre supiese de su preocupación, ya que probablemente se la pegaría. Lentamente, su mente empezó a hilar cabos sueltos, más de los que desearía, llegando a una conclusión algo precipitada, pero completamente necesaria.

Él mismo pasaría por casa para coger todos y cada uno de sus medicamentos, además de todos los objetos necesarios para la mujer. ¿El único y gran riesgo? Su padre.

Era obvio que tampoco quería encontrarse con él, no después de todo lo que le había hecho pasar tanto a él como a su madre. Y también a Katsuki. Pero no tenía otra opción. Obviamente no quería que su madre se viera involucrada en la misión, ya que le prohibiría ir, por lo que tenía otra dificultad añadida. Su cabeza pensaba rápida, más de lo que deseaba, y, velozmente, tenía su plan totalmente montado.

—Mamá —habló Eijiro una vez ambos habían terminado su desayuno—, ¿por qué no descansas un rato en la habitación mientras yo salgo a que me dé un poco el aire? Lo necesito —concluyó con una pequeña risa.

—¿No prefieres que vaya contigo? —sugirió la mayor.

—¡No, no! Tú mejor quédate en la cama, así te relajas un poco.

Algo a regañadientes, Kano acabó aceptando. Kirishima hijo la acompañó hasta arriba con lentitud y paciencia, y, al final del trayecto, la dejó caer sobre las suaves sábanas, las cuales la envolvían con calidez. El pelirrojo besó su frente para después marcharse lentamente, cerrando la puerta con sumo silencio. Nada más hacerlo, emprendió su viaje a un lugar que conocía muy bien; el sitio en el que se había criado, en el que había crecido y jugado, donde había llorado y reído, su casa. Nada más salir de aquel pequeño motel, Eijiro no pudo evitar soltar algunas lágrimas y un susurro.

—Lo siento por no decirte la verdad, mamá.

~


Kirishima llegó antes de lo previsto a casa, dándole mucha más libertad, sabiendo que su padre seguiría en la tienda por un buen rato. Por suerte, sus padres siempre dejaban una llave de repuesto debajo del felpudo, con lo cual pudo entrar con demasiada facilidad. Al entrar, pudo ver el desastre. Había varias botellas de alcohol vacías esparcidas por el suelo y pudo contar hasta tres paquetes vacíos de cigarros, aún sabiendo que su padre no fumaba. Aquello le asustó de sobremanera, pero no era momento para pensar en ello. Debía conseguir las pastillas como fuera, las cuales estaban en la habitación de sus padres.

Con precaución pudo entrar en ella, yendo directamente a por la medicación de Kano, pero de por medio vio el portátil que compartían entre los tres encendido sobre la mesilla de noche donde estaba guardada. La curiosidad le pudo y echó un vistazo rápido, llevándose una gran sorpresa. Había varias pestañas abiertas en el buscador, pero todas apuntaban a un mismo tema; la homosexualidad. "Matrimonio homosexual en Japón", "LGTB", "Derechos Humanos de homosexuales", pudo leer entre otros muchos titulares. ¿Por qué su padre habría estado buscando todo aquello? ¿Se estaría burlando de él?

Entre la confusión, Eijiro consiguió encontrar lo que buscaba con éxito. Todas y cada una de las pastillas que la mujer necesitaba estaban allí. Rápidamente el pelirrojo se dispuso a salir del lugar. No podía pasar ni un segundo más ahí dentro, a pesar de que la curiosidad le carcomiera por dentro por las ganas que tenía de seguir leyendo.

Salió de allí con algo de prisa, intentando no pisar nada de lo que había tirado por el suelo. Devolvió la llave a su sitio una vez había cerrado la puerta y se dirigió de nuevo al motel, con la cabeza encima de los hombros, pero la mente en un lugar muy lejano. No quería pensar en lo que acababa de ver, pero le era imposible no hacerlo. Apenas podía creerse que su padre hubiera hecho todo eso en una misma noche. En lo más profundo de su ser, se estaba echando la culpa, aunque no lo admitiría en voz alta. Después de todo, él no eligió su orientación sexual; la naturaleza lo hizo.

Casi no ponía atención al camino, ignorando prácticamente por completo todo lo que lo rodeaba. Para cuando se quiso dar cuenta, estaba de frente al motel, con las pastillas dentro de los bolsillos y una triste mirada. Subió las escaleras del edificio de dos en dos, quería encontrarse con su madre lo antes posible para que ésta pudiera tomar su medicación. Al abrir la puerta de la habitación pudo observar a su madre dormida, completamente descansada. Eijiro encendió una pequeña luz para despertarla, lo cual no tardó mucho en hacer.

—Ya estoy de vuelta, mamá —saludó—. ¿Has dormido bien?

La mayor simplemente asintió de vuelta. Eijiro, sentándose en el borde de la cama a su lado, comenzó a sacar todo lo que llevaba guardado en sus bolsillos. Ante ese gesto, Kano se quedó sin palabras.

—No me digas que...

—Vamos, toma las que te corresponden a esta hora del día —acabó cortándole el pelirrojo—. Verás como luego te sientes mejor.

Viendo cómo su hijo se había preocupado por ella, Kano no pudo evitar sentir sus ojos húmedos, con lágrimas amenazando con salir y cubrir sus mejillas.

—¿Qué hubiera pasado si te hubiese visto, Eijiro...? —susurró en un hilo de voz.

El mencionado simplemente se encogió de hombros, sonriendo tristemente.

—Quién sabe. Pero, ¿qué hubiera pasado si no hubiese ido a por ellas?

Kano abrazó con fuerza a su retoño. Le quería como a nada en el mundo. Él la abrazó de vuelta, aspirando su olor y escondiendo su rostro entre el pelo largo de su madre. Después de unos segundos de silencio, Eijiro fue el primero en hablar.

—Mañana por la mañana, Bakugo hará el examen para entrar a la UA.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora