No fue ninguna clase de reencuentro cálido, desde luego.
Minutos después de la llamada a su padre avisándole sobre lo sucedido escuchó varios golpes fuertes en su puerta, seguidos de algunos gritos con su nombre. Cuando abrió, pareció que el hombre al otro lado de ésta se desinfló, llevando su expresión cada vez más a la tristeza. Lentamente, el padre se fue acercando hacia la cama, dejando atrás al joven que le había abierto, cayendo de rodillas al lado del cuerpo que yacía sobre el mueble.
Llantos y sollozos hacían eco por la sala, haciéndole imposible a Eijiro mirar aquella escena. Permaneció con la cabeza gacha, esperando a que su padre dijera alguna palabra, a que parara sus lágrimas. En algún momento acabó por cerrar los ojos y, sin saber muy bien cuándo, Katashi comenzó a abrazarlo con fuerza.
—Perdóname, Eijiro —susurraba el mayor—. Perdóname.
En contra de la voluntad del pequeño, gotas saladas comenzaron a descender de sus ojos. Ya no le importaba el daño que le había hecho su padre. Ya no le importaba nada. Quién sabe cuándo se dejó llevar, enrollando sus brazos alrededor de Katashi, mojando su camiseta por su interminable dolor. Ambos habían comenzado la guerra, pero ambos la habían perdido de igual manera.
Cuando solamente quedaron hipos y sollozos, Kirishima padre se separó de su pequeño, apoyando sus manos en sus hombros y mirándole a los ojos, rojos e hinchados de llorar.
—Lo siento, lo siento de verdad —comenzó a hablar con algo de dificultad—. Yo no quería llegar a todo esto, Eijiro. Pero si hemos acabado así, es todo por mi culpa. Siento haberos dicho todo eso a Bakugo y a ti. Fui un estúpido. Un tremendo idiota —hizo una pequeña pausa en la que sus ojos comenzaron a inundarse de nuevo—. Me enseñaron a odiarme, y yo me lo creí. Si quieres odiarme tú también, tienes todo el derecho. No te culpo.
—Espera, espera... —intentó procesar Eijiro, totalmente confuso—. ¿Odiarte a ti mismo? ¿Qué quieres decir...?
Katashi suspiró tristemente, bajó sus brazos de los hombros del pelirrojo y procedió a sacar su móvil de su bolsillo, marcando un número y acercándose el teléfono a su oreja.
—Soy bi —soltó—. Bi, bisexual, como lo quieras llamar. Me gustan tanto hombres como mujeres. Mi padre reaccionó igual que yo al enterarse de eso, así que instintivamente pensé que era algo horrible. Kano sí fue suficientemente valiente como para enfrentarlo, al contrario que la abuela —murmuró mientras le miraba con un dolor inmensurable—. Me alegra que lo hiciera. Ella siempre fue una buena madre.
A continuación, Katashi comenzó a hablar con quien se encontraba al otro lado de la línea. Era la funeraria. Pero Kirishima hijo era incapaz de concentrarse en lo que estaba diciendo. Se encontraba demasiado perdido en sus pensamientos. Nunca habría podido imaginar que su padre era bisexual. Con los pies pesándole más de lo normal, arrastró su cuerpo hacia el de su madre, despidiéndole por última vez. Besó su fría frente y sostuvo su esbelta mano, imaginando una vez más cómo ésta se deslizaba por su mejilla cuando tenía un mal día. Susurró un corto adiós antes de levantarse al borde del llanto. Miró a su derecha, viendo un pequeño taco de notas en blanco y un boli. Rápidamente escribió un mensaje y se lo entregó a su padre, el cual seguía hablando por teléfono. Antes de que Katashi pudiera leerlo, Eijiro ya había salido corriendo, escapando de aquel motel donde habían pasado sus últimos minutos juntos. El mayor abrió la nota aún confundido por lo que acababa de ocurrir, pero, en cuanto la leyó, todo le había quedado más que claro.
"Bakugo me está esperando"
~
Eijiro recorría como tantas veces las calles de aquella pequeña ciudad, solo que en aquella ocasión a una velocidad comparada con la de un atleta compitiendo en los cien metros lisos. No se había preparado nada de lo que iba a decir una vez llegara a su destino, ni siquiera sabía si era buen momento o si estaba preparado. La lluvia azotaba su cara, con lo cual le era más difícil avanzar, pero nada detendría su paso.Esforzándose algo más de lo que debería y dando zancadas, Eijiro acabó su trayecto. Estaba enfrente de la casa de los Bakugo, empapado de pies a cabeza y con el corazón a punto de explotar. Tenía miedo y a la vez se sentía inseguro. Podía escuchar a través de la puerta el sonido que emitía la televisión y la voz de Mistuki, aunque le era imposible concentrarse en lo que decía, tal y como le había pasado con su padre. Respirando hondo y armándose de valor, Eijiro tocó el timbre. Segundos después, Masaru le estaba abriendo la puerta.
—¡Kirishima...! Estás empapado, pasa, por favor —exclamó sorprendido haciéndole entrar en la vivienda.
Eijiro susurró un pequeño gracias para después entrar. Mitsuki al verle sonrió ampliamente.
—¡Eijiro! —le llamó felizmente y, sin importarle lo mojado que estaba, le abrazó cariñosamente—. Katsuki está arriba, ahora mismo baja. ¡Katsuki, baja ya! —gritó.
A los pocos segundos, el rubio ya se encontraba bajando por las escaleras y, al fijar su vista en el pelirrojo, éste comenzó a saltar los escalones con mucha más rapidez que antes. Cuando Eijiro se quiso dar cuenta, tenía a Katsuki colgado del cuello dándole un cálido abrazo.
—Kirishima, idiota... —susurró—, ¿por qué cojones me colgaste...?
Mientras tanto, tanto Bakugo madre como Bakugo padre observaban la escena con una sonrisa, pero éstas se borraron rápidamente al escuchar los sollozos que rápidamente se convirtieron en gritos ahogados del pequeño. Katsuki se apartó de él algo extrañado, limpiándole las lágrimas con una expresión de dolor.
—Eh, eh, ¿qué pasa? —preguntó.
Kirishima, con un dolor perforándole el pecho y un llanto que parecía que nunca iba a acabar, simplemente apoyó su cabeza sobre el hombro del rubio, aferrándose con fuerza. Ambos progenitores de Katsuki no tardaron en unirse también al abrazo, sintiendo también dolor. Con el corazón roto, Eijiro terminó hablando, aunque algo lento por culpa de aquellas lágrimas.
—Se acabó... —comenzó a decir—. Se acabó la rivalidad con mi padre, se acabó todo... Él no tenía la culpa, de verdad que no la tenía...
—Kirishima, ¿de qué estás hablando...? —preguntó Katsuki, bastante confundido.
—Es mi madre —musitó—. Ella... ha pasado al más allá.
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Que el amor florezca [KiriBaku]
Fiksi PenggemarEijiro, el pequeño de la familia Kirishima, trabaja para el negocio familiar. Aunque parece un ángel, el joven tiene algún que otro secreto, pero se las arregla para que estén ocultos al mundo. Hasta que el caos explota. Su madre, Kano, cae enferma...