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Era extraño cómo ambos tenían pensamientos completamente opuestos sobre la situación. Se podría decir que resultaba hasta irónico. La inseguridad del rubio se había esfumado, dejando paso a la adrenalina. Mientras tanto, Eijiro había pasado de la seguridad y el bienestar al pánico. Sin saber muy bien qué hacer, el último mencionado acabó por apartar a Bakugo algo bruscamente. La cara del pelirrojo concordaba a la perfección con la tonalidad de su cabello, apenas podía pensar.

Después de unos segundos de miradas intensas por ambas partes, Kirishima se decidió a hablar.

—Bakugo, de verdad, yo no estoy preparado para eso... —explicó con algo de duda en sus palabras—. Necesito... que tú me aclares tus sentimientos antes de dar algún paso, no quiero que se rompa todo lo que hemos convivido hasta ahora por unas decisiones estúpidas y precipitadas...

Después de esas palabras, Katsuki se sintió realmente arrepentido. Nunca había pretendido hacerle daño a Eijiro, pero lo había conseguido. Se sintió estúpido por sus acciones. No quería arruinar la relación que tenía con el pelirrojo, pero probablemente ya lo había conseguido. Su cabeza dolía por los golpes bruscos que le daba la palabra "culpa" repitiéndose una y otra vez en sus pensamientos. Sus piernas le sugerían huir de aquel lugar lo más rápido que pudiese, pero no quería cagarla una vez más. Kirishima necesitaba una respuesta a sus palabras y la necesitaba en ese preciso momento. Después de varios segundos de silencio, el rubio volvió a hablar.

—Sí, supongo que tienes razón... —respondió casi sin sentido. Katsuki decidió mentalmente no hablar más con Eijiro por esa noche, definitivamente nada de lo que soltaría por su boca sería coherente.

—¿Supones...? —intentó encontrarle el sentido el pequeño Kirishima.

—Kirishima, realmente no sé cómo hablar ahora —admitió finalmente Bakugo—. Dejémoslo por hoy, por favor.

—Pero... —El pelirrojo sabía con certeza que le iba a ser imposible dormir aquella noche si la conversación acababa de esa manera, así que intentaba hacer todo lo posible para que no terminase.

—Es en serio, Kirishima. No quiero seguir hablando, de verdad. Hazlo por mí.

Después de esa petición, Eijiro era incapaz de negarle algo así a Katsuki. No quería obligarle a darle una respuesta, obviamente que no quería. No le quedó otra opción que rendirse y desistir. Recogió todo el material que había traído para entrenar en aquel parque y se encaminó a su residencia. El de la particularidad explosiva entendió el mensaje del pelirrojo; se rendía y se marchaba a casa, con lo cual él hizo lo mismo.

La cabeza del pelirrojo era incapaz de pensar. De camino a casa, lluvias y lluvias de ideas martilleaban su  cabeza. De un momento a otro, se derrumbó por dentro. Solo quería gritar y llorar, y eso fue lo que hizo. Soltó un chillido desgarrador capaz de asustar a cualquiera. Todo el peso que llevaba arrastrando por días empezó a pesar más de la cuenta, hasta que al fin el saco que llevaba a cuestas se rajó, liberando completamente su contenido. Pensó en lo mal que se encontraba su madre, en su secreto como héroe pero, por encima de todo, pensó en Bakugo. Se encontraba a escasos metros de su casa cuando empezó a quebrarse, con lo cual no le fue muy difícil a Katashi, su padre, dar con su hijo. En cuanto el pequeño comenzó a gritar y llorar, Kirishima padre fue despertado bruscamente por el estruendo. Miró por la ventana para ver de quién provenían aquellos lamentos, topándose con una sorpresa; era su pequeño. Prácticamente voló escaleras abajo para reunirse con él, pero una vez lo tuvo delante sintió algo de miedo. Jamás había visto a su hijo de ese modo.

—Eijiro, tranquilo, siéntate, dame la mano... —comenzó a decir Katashi, aunque parecía que el pelirrojo no escuchaba.

Algo bruscamente Katashi acabó por sentar a su hijo. El otro no paraba de patalear y llorar desconsoladamente, lo cual rompía el corazón de su padre en pedazos. Lentamente, Katashi agarró la mano de Eijiro, haciendo que éste dejara de patalear y parase un poco de llorar.

—Vamos a respirar despacio juntos, ¿vale pequeño...? —comenzó a decir en un tono bajo y paternal Kirishima padre—. Uno, dos... Uno, dos...

Eijiro intentó hacer la actividad propuesta por su padre. Le costaba reprimir su llanto, pero lentamente lo estaba consiguiendo, hasta que al final solo quedaron sollozos. El mayor envolvió lentamente a su pequeño en brazos, fundiéndose en un abrazo comprensivo y calmado.

—Ya está, todo estará bien, Eijiro... —tranquilizaba su padre.

El aludido solamente podía enterrar su cara en el pecho de su progenitor, intentando ahogar sus llantos. Aquella noche, bajo la luz de la luna y varias estrellas, ellos se sintieron los únicos habitantes de la Tierra. Ambos sabían que las horas de lo que quedaba de día hasta el amanecer se harían largas.

~


En otro lado completamente opuesto a la vivienda de los Kirishima, se encontraba la vivienda de los Bakugo. El pequeño de la familia se encontraba caminando a casa después de su encuentro con el pelirrojo, pensando en todo el mal que le había hecho pasar a éste. Se culpaba una y otra vez. Por su mente también pasaba Kano, la madre del chico que le robaba los pensamientos actualmente. Después de las palabras que le había dedicado exclusivamente a Katsuki le era imposible al rubio no pensar en que la había traicionado, en que la había mentido vilmente. Se sentía como la persona más despreciable del mundo.

En cuanto llegó a su hogar, subió las escaleras rápidamente para dar con su cuarto. Aquella noche solo dormirían en la vivienda Bakugo Mitsuki y Bakugo Katsuki, ya que el progenitor se encontraba fuera por asuntos laborales. En cuanto el quinceañero de la casa se tumbó en la cama, un fuerte golpe abrió la puerta de su cuarto revelando tras ella a la rubia de la casa.

—¿¡Ya no sabes saludar... o... qué...!? —empezó a chillar Mitsuki, aunque su ira fue perdiendo intensidad hasta que acabó en casi un susurro. Podía notar en la mirada de su hijo una tristeza increíblemente profunda —. ¿Katsuki, estás bien...?

El susodicho solo desvió la mirada de su madre para dirigirla a la cama y adentrarse en ella aún con la ropa de calle puesta. La mayor se adelantó un par de pasos hasta quedar de frente a la cama de su hijo para así poder sentarse en ella, peinando lentamente el pelo puntiagudo y rubio del pequeño que había heredado directamente de ella.

—¿Katsuki...? —volvió a preguntar la mujer con una delicadeza nunca antes vista.

—No quiero hablar, mamá, vete... —respondió casi en un susurro el rubio.

—No has cenado aún, sal de la cama y ven a comer, seguro que te sienta bien después de un día largo...

Pero la respuesta del pequeño le pilló más que de sorpresa. Su respuesta fue un pequeño sollozo.

—Hey, hey pequeño... ¿qué ha pasado para que estés tan triste...? —susurró Mitsuki abrazándole.

—Mamá, ¿tú crees que soy una mala persona...? —preguntó Katsuki en apenas un susurro ahogado en sollozos.

La pregunta le había pillado completamente desprevenida a la mayor, pero no dudó ni un segundo en responderle.

—Claro que no, cariño. Quien quiera que te haya hecho pensar eso está muy, pero que muy equivocado.

Finalmente, después de las palabras de su madre, la cabeza de Bakugo hijo volvió a adquirir algo de confianza otra vez, aunque, después de aquello, los sollozos se convirtieron en un llanto silencioso. Katsuki se giró para encontrarse con los ojos de su madre y abrazarla con fuerza contra sí mismo, algo que no habían hecho desde hace mucho tiempo. Por la cabeza del rubio solo podía pasar la imagen del pelirrojo sin cesar. Sentía haberle hecho sufrir de esa manera tan estúpida. Solo deseaba disculparse con él.

Al cabo de un rato, Katsuki pudo relajarse en los brazos de Mitsuki, la cual le acariciaba el pelo con mucha dulzura y, después de tanto espera, el joven pudo al fin soltar lo que tanto tiempo llevaba cargando y se negaba a admitir.

—Mamá... —susurró—. Creo que me he enamorado de un hombre.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora