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—¿Qué...? —consiguió articular Kirishima— ¿Mamá...?

Katsuki, al escuchar aquello, le miró completamente extrañado. ¿Cómo es que su madre le estaba llamando a esas horas? Rápidamente, se levantó de su cama para colocarse al lado del pelirrojo y escuchar la conversación.

—Sí, soy yo... —prosiguió la mayor. Su voz parecía cansada—. Te estoy llamando desde una cabina. Tu padre me ha contado toda la situación y, bueno, hemos discutido. Ahora mismo voy a por ti, estés donde estés. Ya dormiremos en un motel, o lo que sea... pero por nada del mundo voy a dejar que tu padre te trate así.

El pequeño no daba crédito. Tenía prohibido ver a su madre, con lo cual no sabía el estado de ella. Para su suerte, éste era el mejor que se pudiese haber imaginado. Kano también se había rebelado. Eijiro esbozó una pequeña sonrisa antes de responder.

—En casa de los Bakugo. Estaba pensando en quedarme allí a dormir.

—Oh... Bueno, no hará falta. Dales las gracias a sus padres, por favor. Supongo que sabrán toda la situación, ¿no? —el pelirrojo musitó un pequeño "sí" como respuesta. Hubo algunos segundos de silencio entre ambas líneas—. Sé que todo esto es duro, pequeño... pero tienes y tendrás mi apoyo siempre, ya lo sabes. Andaré un poco hacia su casa, pero no podré avanzar mucho, ya sabes por qué. Nos vemos en un rato, ¿vale?

—Sí... nos vemos —finalizó antes de colgar y silenciar su teléfono para después mirar a Bakugo con una sonrisa triunfante. El rubio no pudo evitar darle un fuerte abrazo.

—Esto empieza a ir mejor, Kirishima —susurró.

Eijiro correspondió cálidamente su abrazo, apoyando su cabeza en su hombro, dejándole un pequeño beso en el cuello. Después de estar unos segundos así, Kirishima se apartó para comenzar a vestirse con su ropa de nuevo. Una vez hecho, ambos bajaron las escaleras. Era momento de despedirse por esa noche, y Kirishima no dudó en besar los labios de Katsuki.

—Muchísimas gracias, de verdad... —habló en voz baja—. Diles a tus padres que estaré bien, que no se preocupen —sonrió—. En dos días será el examen de ingreso de la UA, ¿no? ¡Esfuérzate mucho!

Bakugo sonrió también.

—Obviamente lo haré y pasaré, pelo de mierda.

Después de dedicarle una última mirada de aprobación, Kirishima salió corriendo dirigiéndose hacia el lugar acordado por Kano y él. No iba a mentir si decía que tenía miedo de encontrarse a su madre en mal estado, como otras veces había visto. Solo esperaba que ella le recibiese con la misma sonrisa de siempre.

~


Después de un par de minutos de recorrido, Eijiro pudo divisar a Kano a lo lejos. Reunió sus últimas energías del día en correr aún más deprisa, llegando así a su madre. Su estado no le sorprendió. Parecía estar devastada.

—Mamá... —susurró el pequeño. Parecía que su voz tenía miedo de romper el silencio de la noche.

A falta de palabras, Kano abrazó con fuerza a su hijo. Estaba agotada y la energía le escaseaba, pero aún así quería hacerlo. El pelirrojo necesitaba su apoyo, y ella no dudó en dárselo. Había pasado por tantas cosas en tan poco tiempo, que casi parecía irreal, una pesadilla. Eijiro no se resistió, más bien, se rindió ante el contacto. Realmente había echado de menos a su madre en ese corto periodo de tiempo, más que nunca.

—¿Te duele mucho la herida que te hiciste, pequeño...? ¿Has hablado con Katsuki de todo, verdad...? ¿Y con sus padres también, no...? —hizo preguntas una tras otra Kano. Eijiro sonrió con ternura para transmitirle seguridad.

—Está todo bien respecto a eso, mamá. El problema es... bueno... papá —resumió mientras se encogía de hombros—. ¿Alguien más de la familia sabe esto...?

Kano negó.

—No, solo nosotros tres. Pero no tardarán mucho en enterarse. Digamos que... me he escapado, por decirlo así. En cuanto me contó lo que había pasado, le dejé bien claro que no me había gustado cómo te había hablado. Tuvimos algo de riña, pero acabamos por meternos a la cama sin decirnos nada más. Pero yo no quería dejarlo así, Eijiro. Ni hablar. Así que nada más se quedó dormido, me fui todo lo sigilosamente que pude, y parece que no se dio cuenta.

Eijiro no tenía palabras para agradecer a su madre. Su cerebro tampoco funcionaba correctamente a esas horas, pero estaba seguro que a las tres de la tarde de un día cualquiera, tampoco las hubiese encontrado.

—Tienes cara de cansada, yo te llevo —pudo decir finalmente—. Aquí cerca hay un motel, ¿vamos para allá?

Kano asintió, dejando que el pequeño cargara con ella en la espalda. La mayor enrolló sus brazos alrededor del cuello de su hijo, queriéndole aún más de lo que lo hacía antes. Él, por su parte, pensó en lo poco que pesaba su madre y en lo delgada que estaba. Aquello le entristeció un poco, pero pronto comenzó la marcha hacia el destino. De vez en cuando el pelirrojo podía sentir cómo Kano le acariciaba la nuca o el pelo, dándole algo de su apoyo y cariño. Ninguno de los dos quería romper el silencio, tampoco encontraban necesario hacerlo. Era un silencio cómodo, tranquilo, acogedor. Lentamente, ambos acabaron por sumergirse en sus pensamientos, pero ambas mentes estaban invadidas por el otro.

Después de unos minutos que para ellos pasaron como segundos, llegaron al final del camino. Kirishima hijo bajó a Kirishima madre de su espalda, entrando ambos así al motel. Pidieron una habitación para una noche en la recepción, la cual pagaron entre los dos. A pesar de que eran altas horas de la noche, el recepcionista no hizo ninguna pregunta, simplemente aceptó el dinero y les dio la llave de la sala, deseándoles buenas noches al verles marchar. Devastados, tanto el pequeño como la mayor se dejaron caer sobre la cama. Aunque Eijiro no preguntó, supuso que Kano no había traído su medicación consigo, lo cual era un problema, pero no tenía las fuerzas suficientes como para recriminárselo. Hicieron un último esfuerzo para levantar un poco sus cuerpos para poder meterlos bajo las sábanas, acurrucándose. El cuerpo de la mujer de pelo negro parecía que llamaba al pelirrojo, el cual se acercó a ella, dando la impresión de que buscaba su calor. Kano le recibió con gusto entre sus brazos, besando su cabeza y acariciando su espalda con suavidad.

—Buenas noches, mi pequeño —la escuchó susurrar entre besos.

Eijiro recordaba esa noche como la noche en la que mejor había dormido, abrazado a su madre y escuchando su tranquila respiración. Mientras tanto, en su móvil no paraban de aparecer llamadas de su padre, las cuales no podía escuchar, ya que estaba silenciado. Pero no le importaron ni en lo más mínimo. Solamente quería disfrutar el momento con Kano. Lo que no sabía es que sería una de las últimas que compartiría con ella.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora