Los siguientes días fueron un tanto extraños. Bakugo apenas le gritaba a Eijiro, cosa rara en él. Parecía que de vez en cuando el rubio se sumía en sus pensamientos mirando al quirkless, lo cual a veces atemorizaba a éste.
—¿Qué he hecho mal ahora, Bakugo...? —le decía con cara de terror.
Pero Katsuki le ignoraba. Simplemente chistaba y volvía la cabeza, pasando del tema. La curiosidad podía con Eijiro, así que se fue armando de valor lentamente durante el transcurso de la jornada. Después de todo, no quería otra quemadura en su brazo, tenía que pensar bien sus palabras. Y así fue. Al acabar el turno, ambos cerraron la tienda e, instantáneamente, Eijiro se ofreció para acompañarle a casa.
—No digas gilipolleces, pelo de mierda —le respondió poniéndose su mochila y echando a andar hacia su casa.
—¡Espera, Bakugo! ¡De verdad quiero acompañarte!
El rubio chistó.
—Haz lo que quieras, imbécil.
El de dientes filosos rápidamente fue con él antes de que cambiase de opinión. Fue un trayecto en silencio, pero en la recta final, el pelirrojo por fin habló.
—Eh... Bakugo... Últimamente te veo un poco... Cómo decirlo... ¿Diferente...? —musitó.
El aludido miraba para otro lado, sin emitir ningún sonido de aprobación o negación.
—Yo solo me preguntaba si estás bien... —soltó al fin Kirishima.
—¿Por qué no iba a estarlo? —preguntó desviando su mirada de los ojos del pelirrojo.
—Es que... últimamente ni me insultas ni me gritas y te veo como deprimido... —dijo mirándole apenado.
El rubio apenas tenía palabras para aquella confesión. "Qué cojones le pasa a esta familia", pensó.
—¿Y si no te contesto qué pasa, pelo de mierda?
Eijiro solo suspiró.
—Nada, supongo... Es solo que me preocupo por ti, Bakugo.
El corazón del rubio dio un vuelco en su pecho, y tuvo que darle la espalda al pelirrojo para que no notase el color rojo de sus mejillas.
—¡Deja de decir gilipolleces, estúpido!
—¡Pero es verdad, Bakugo!
Katsuki gruñó. Parecía que al final no le podía esconder nada a Kirishima.
—Hablé con tu madre sobre ti, pelo de mierda.
—Oh... —dijo sorprendido Eijiro—, ¿y qué dijo?
—Que cuidase de ti cuando se muriese —soltó bruscamente mirándole a los ojos.
La frialdad de las palabras del rubio le martillearon en la cabeza. Le dolieron, estaba claro. En el fondo, Kirishima hijo sabía que a Kano no le quedaba mucho tiempo en ese mundo, pero nunca se atrevió a decirlo en alto. Eran palabras duras y afiladas, que podían atravesar el corazón de alguien fácilmente. Por eso, sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente.
—Gracias, Bakugo... —le respondió al fin.
—¿Por qué me ibas a dar las gracias?
—Por cumplir los deseos de mi madre —finalizó.
El resto del camino lo hicieron en silencio, como al principio del mismo. Kirishima prefería guardar silencio después de esa revelación, mientras que Bakugo no encontraba palabras para ese tema.
En cuanto llegaron a casa, Katsuki se dispuso a entrar, no sin antes girar la cabeza para comprobar el estado del pelirrojo, el cual le estaba despidiendo con la mano con la sonrisa algo rota. Bakugo suspiró y sorprendentemente, dejó su orgullo de lado para abrir sus brazos lentamente, indicándole a Kirishima que podía ir hasta él. Y el otro así lo hizo. Corrió hasta sus brazos, enterrándose en un abrazo cálido y, después de un mucho tiempo sin hacerlo, lloró.
Lloró como nunca antes había llorado. Todas su lágrimas habían estado comprimidas durante una larga estancia, ya que apenas tenía tiempo para él mismo. El cansancio se juntó con el tema de su progenitora, así que dejó salir su llanto como el de un niño pequeño sin su juguete favorito. Abrazaba fuerte a Katsuki, enterrando fuertemente su rostro en su hombro, empapándolo de lágrimas. El rubio se limitó a guardar silencio y acariciar su cabeza. Sabía por todo lo que estaba pasando el chico y no quería arruinar su desahogue con palabras hirientes. Después de todo, aunque no lo admitiese, también le importaba el pequeño de los Kirishima.
Pasado un rato, Eijiro consiguió calmarse, quedándose tranquilo entre los brazos del rubio. Acabó por separarse primero de Katsuki, mirándole a los ojos con una sonrisa sincera.
—Muchas gracias, Bakugo —susurró.
—Lo que tú digas, pelo de mierda... —dijo antes de abrir la puerta y entrar a su casa, dejando al pelirrojo algo más calmado ahora detrás de la puerta.
La mañana siguiente, hasta Katashi se extrañó de la relación entre los dos jóvenes. Ambos se trataban bien entre ellos, Eijiro sin ser escandaloso ni pesado y Katsuki siendo callado y medianamente agradable. En cierto punto, Kirishima padre le preguntó a su hijo si se encontraba mal, cosa que el menor negó completamente. Al final, simplemente sacó la conclusión de que ambos se habían aceptado el uno al otro, siendo así que el pelirrojo dejó de ser tan insoportable e insistente con el rubio y Katsuki siendo algo más honesto y calmado con Eijiro. Y en cierto punto no se equivocaba.
Aquella tarde, la siguiente y la siguiente, Eijiro acompañó a Bakugo a casa, forjando así mejor su relación. Hasta el rubio podía llegar a considerar a Kirishima su amigo. La casa de los Bakugo estaba a aproximadamente veinte minutos andando desde la tienda, con lo cual les daba tiempo a hablar sobre sus cosas un rato. A Bakugo le quedaba cada vez menos para entrar en la U.A. y de vez en cuando le explicaba a Kirishima algunos de los exámenes de ingreso de años anteriores, halagando a la escuela por la dificultad de sus pruebas. Kirishima siempre le escuchaba como si de un niño escuchando un cuento se tratase, hasta que dejó de hacerlo. El pelirrojo empezó a desconectar en cada paseo a casa cada vez más su mente. Ya apenas prestaba atención a las palabras de su compañero, solamente miraba su cara y se embelesaba con ella. Agradecía que pocas veces el rubio observase su cara, ya que así podía verle sin problema alguno, haciendo así que pequeños sentimientos despertasen poco a poco.
Pero ahí es donde empezó el caos.
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Que el amor florezca [KiriBaku]
FanficEijiro, el pequeño de la familia Kirishima, trabaja para el negocio familiar. Aunque parece un ángel, el joven tiene algún que otro secreto, pero se las arregla para que estén ocultos al mundo. Hasta que el caos explota. Su madre, Kano, cae enferma...