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Ahora que la mayor parte del problema había sido resuelto, Kirishima deseaba con todas sus fuerzas caer rendido ante el mundo de los sueños para que el tiempo volase, haciendo que las horas se acortaran dando entrada a la mañana, donde podría ver a Katsuki de nuevo. Deseaba pasar más y más tiempo con él y ver su rostro una y otra vez. Al final, entre tantos nervios, le costó dormirse algo más de lo habitual, pero no le molestaba, ya que el rubio fue el rey de sus pensamientos hasta que por fin cayó completamente dormido.

Kirishima se levantó incluso antes de lo normal por la felicidad y los nervios que corrían por su cuerpo. No podía esperar ni un minuto más, así que rápidamente desayunó, se vistió, cogió las llaves de la tienda y se dirigió hacia allí a paso rápido, avisando a su padre de que él la abriría.

Al llegar, pudo apreciar a Bakugo apoyado en la puerta de la tienda mirando el móvil despreocupadamente, esperando a que ésta fuese abierta. Eijiro se acercó lentamente a él, apoyó su cabeza en su hombro y empezó a hablar.

—Buenos días —dijo en un tono suave con una gran sonrisa retratada en los labios.

El rubio giró su cabeza para encontrar la mirada del pelirrojo. Al verle tan feliz, no pudo evitar sonreír un poco.

—Lo mismo para ti, pelos de mierda —respondió mientras se alejaba de la pared y veía cómo Kirishima empezaba a abrir el comercio.

Pocos minutos después, Katashi apareció y el día quedó finalmente inaugurado. Fue un día normal, como otro cualquiera, pero Kirishima padre podía notar una diferencia clara al resto de ellos. Su hijo y Bakugo se encontraban extrañamente más cercanos de lo normal. De vez en cuando, hasta podía ver cómo al rubio se le escapaba alguna que otra sonrisa. Supuso que, de alguna manera u otra, su pequeño se las había arreglado para empezarse a llevar mejor con su compañero, lo cual le pareció bien, solo que algo tardío. Bakugo les dejó claro desde el primer momento que en cuanto entrase a la U.A., él dejaría el trabajo, centrándose así en su primera prioridad; ser héroe. Pronto, aquel suceso ocurriría, ya que el examen de acceso de éste sería en un par de días. A pesar de eso, Katashi prefería que Eijiro tuviese una buena relación con sus compañeros para poder trabajar mejor. Pero lo que no sabía es que su razonamiento sobre la mejora de convivencia entre ambos, apenas rozaba la realidad.

Cuando el último cliente salió de la tienda, sus trabajadores comenzaron a cerrarla. Al terminar, como siempre, Kirishima hijo acompañaría a Bakugo hasta su casa. Ambos se despidieron de Kirishima padre y emprendieron el rumbo hacia ésta. En cierto punto del trayecto, al ver que nadie conocido se encontraba cerca, Katsuki reunió el valor suficiente como para agarrar la mano del pelirrojo, haciendo que el corazón de Eijiro se alterase y empezase a latir a mil. Miró alarmado al rubio, pero al ver que éste se encontraba mirando a un punto fijo en el suelo con algo de preocupación en sus ojos, decidió calmarse.

—¿Pasa algo...? —preguntó Eijiro, haciendo el agarre de sus manos más firme.

Bakugo pasó un tiempo en silencio, pero finalmente habló.

—Mañana será mi último día trabajando aquí.

A pesar de que Kirishima tenía claro que ese día iba a llegar pronto, le dolía de todas maneras. Deseaba que Bakugo nunca se fuese de su lado, ni siquiera para el trabajo, pero deseaba más que él cumpliese su sueño, convirtiéndose en un héroe para alguien más aparte de él.

—Sí, lo sé... —respondió el pelirrojo—. Seguramente tendremos algunos días de prueba para ver cómo nos apañamos con uno menos en la tienda, pero si nos va mal otra vez, tendremos que contratar a otra persona... otra vez.

Bakugo asintió suavemente. Sabía que tarde o temprano, la familia Kirishima le acabaría sustituyendo.

—Suerte encontrando a alguien de mi nivel, perdedores.

Eijiro soltó una risa y el resto del camino transcurrió entre bromas, pero nunca soltando la mano del otro. A pesar de que el trayecto se les hizo más corto de lo normal, ninguno de ellos se quejó, ya que había sido uno de los favoritos de ambos. Al llegar a la casa de los Bakugo, los jóvenes se soltaron las manos, quedando uno enfrente del otro. Permanecieron unos segundos mirando los ojos del otro. Kirishima prácticamente pensaba que estaba en el cielo, pudiendo observar a Bakugo sin avergonzarse de absolutamente nada, sin comeduras de cabeza, sin miedo. Tenía claro que le quería, sin duda alguna. Amaba cada faceta suya, incluso su carácter gruñón. Esperaba de él un gran futuro. Tenerlo a un palmo no le ayudaba para nada a contener todos esos sentimientos hacia el rubio. Subió su mano lentamente hacia su rostro, acariciándolo despacio. Bakugo se dejó mimar, cerrando sus ojos y apreciando el contacto. Kirishima, al verle tan tierno y vulnerable, no pudo evitar hacer lo que tanto tiempo llevaba pensando. Devolverle, de una vez por todas, el beso que Bakugo le dio. Solamente fue un ligero toque entre los labios de ambos, pero bastó para demostrarse sus sentimientos. La mano de Kirishima fue perdiendo fuerza hasta ser bajada completamente de nuevo. Con una sonrisa deslumbrante, Eijiro dio media vuelta para volver a emprender su rumbo hacia casa.

—¡Nos vemos mañana!

Bakugo respondió con una sonrisa. Ese chico le volvía loco.

Se giró y entró en su casa, sonriendo como un idiota, por mucho que tratase de ocultarlo.

—Te veo muy feliz, enano —le dijo su madre, revolviéndole el pelo. Katsuki gruñó un poco ante este gesto.

Él no sabía que su madre había visto todos y cada uno de los segundos vividos con Kirishima en el portal de su casa. No lo sabía para nada. Pero tampoco sabía que ella guardaría en secreto hasta que su pequeño se decidiese a contárselo.

—No arruines mi felicidad, vieja.

Bakugo padre, madre e hijo hicieron su rutina nocturna como siempre; baño, cena y acostarse. Mientras el pequeño de los tres se desvestía para ponerse su pijama, no pudo evitar decir sus pensamientos.

—El pelos de mierda se me adelantó, joder...

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora