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Después de que Bakugo saliese de la habitación, Kirishima sintió un pequeño vacío. A pesar de que le dijo que todo estaría bien, no tenía la seguridad al cien por cien. Analizando mejor la situación, su padre le parecía mucho más intimidante que otras veces. Parecía que le iba a devorar con la mirada. Pero no había tiempo para echarse atrás. No después de prometerle al rubio que podía estar tranquilo.

—¿Me puedes explicar qué es esto, Eijiro? —empezó a hablar Katashi.

Su voz era fuerte y autoritaria. El miedo del pelirrojo hacía que temblase un poco ante él. Apenas podía reconocer la mirada de aquel hombre. Definitivamente, si no fuese por la situación, se hubiese negado a reconocer que era su padre. El tiempo pasaba y Kirishima padre seguía a la espera de una respuesta.

—Papá... —comenzó a hablar, inseguro—. Lo siento... pero no soy quien quieres que sea. Bakugo y yo pasamos a ser algo más que compañeros... y bueno, que amigos también. Siento no habéroslo dicho antes, nunca encontraba el momento, lo siento de verdad...

—No puedo creer esto... —le respondió Katashi después de procesar la información—. ¿No veis que no vais a llegar a ninguna parte? ¿No ves que te estás cerrando puertas a ti mismo? Esta relación no tiene sentido —soltó bruscamente—. Si quieres seguir con ella, que no sea en mi presencia. O acabas con Bakugo o te vas. No pienso dar más opciones, Eijiro. Tienes que entenderme.

El pelirrojo no podía creer absolutamente nada de lo que salía de la boca de su padre. ¿Cómo podría elegir entre su pareja y su familia? Probablemente, lo que más le dolía, es que ningún camino le iba a llevar a ser feliz. No podía serlo sin su familia, y no encontrarían ninguna solución borrando a Bakugo. La homosexualidad del chico no se "curaría".

Por primera vez en su vida, Eijiro se sintió avergonzado por ser gay.

Sus ojos rápidamente se llenaron de lágrimas. Obviamente, no estaba preparado para pensar. La rabia le empezó a comer por dentro. ¿Por qué su padre le estaba haciendo sentirse así? No tenía ningún sentido. Si tanto le apreciaba, ¿por qué no le dejaba ser él mismo? Con la voz entrecortada, pudo soltar palabras prácticamente elegidas al azar. De verdad la ira le había consumido.

—De acuerdo, puestos así, prefiero marcharme —respondió firme, aunque su voz temblaba. Su padre no daba crédito—. Algún día entenderás por qué. Pero hoy veo que no es el día. Y sí, yo tampoco te entiendo.

Momentos de tensión se vivían en la sala. La mirada de su padre había pasado de ser firme a ser una mirada incrédula, apenada, en cierto punto.

—Muy bien —resplicó su padre. Estaba dolido, pero por nada del mundo se lo demostraría—. Es lo que tú has elegido, ¿no? Pues ahora debes de asumir tus consecuencias. No volverás a casa hasta que te arrepientas. Ni se te ocurra pisar la tienda a no ser que sea para pedir perdón. Que tampoco se te pase por la cabeza ver a tu madre -finalizó Katashi a la vez que salía de la habitación, dando un portazo al salir, dejando así a su hijo solo.

Eijiro no sabía cómo reaccionar. Pensaba que la liberación y el alivio vendrían a él una vez su padre saliese de la sala, pero para nada fue así.  Tenía un nudo en la garganta y un dolor en el pecho capaz de perforarlo. Había perdido la confianza de su familia.

No le fue de sorpresa cuando sintió sus mejillas mojarse de nuevo, solo que esta vez era sin Katsuki a su lado. Ante la soledad, Eijiro no pudo evitar llorar con todas sus fuerzas. No sabía a quién echarle la culpa, si es que alguien la tenía. Solamente se sentía despreciable. Pronto saldría de aquel hospital. No estaba listo para lo que vendría detrás.

~


Después de la confesión de Bakugo hijo a su padre, su madre no tardó en unirse a la conversación. El pequeño les informó de toda la situación —algo a regañadientes— y ambos progenitores le escucharon con muchísima atención. Ninguno de los dos se podía creer que el rubio estuviese siendo tan sincero y abierto con ellos. Pero no le reprocharon nada.

Al terminar, Katsuki era incapaz de mirar a los ojos a sus padres. Prefería recibir las palabras cabizbajo. Pero nunca llegaron. Ambos adultos se le habían lanzado encima en un cálido abrazo. El rubio era incapaz de recordar la última vez que tuvo un momento así con sus padres; de extrema calma y apoyo. Simplemente se relajó, apoyando su cabeza entre ambos. Juraría que podía sentir como alguna que otra lágrima salía de sus ojos.

—¿Por qué no nos lo habías contado antes, Katsuki...? —preguntó su madre en un tono cercano.

—No sabía que se lo iba a tomar así, joder... —explicó él—. Ahora mismo Kirishima está solo con ese monstruo, necesitamos ir a por él lo antes posible...

—Seguro que si hablamos con sus padres podremos llegar a un acuerdo —decía sabiamente Masaru—. Aunque ahora Kirishima sigue en el hospital, ¿no?

—No tengo ni idea, debería salir pronto. No se le veía muy afectado por su herida de mierda.

La sala quedó en silencio de nuevo. Tanto Mitsuki como Masaru se fueron despegando lentamente de su niño, quedándose mirándole a los ojos.

—Si quieres, puedes esperar hasta mañana por la mañana —comentó Bakugo padre—. Así te aseguras de que esté fuera del hospital. Puede que ahora esté descansando, seguro que está exhausto después de este día.

A pesar de que ni a Mitsuki ni a Katsuki les hacía gracia la idea, acabaron por aceptarla. No querían molestar al pelirrojo. Después de todo, él también necesitaría su tiempo para pensar.

Era realmente tarde, pero todos estaban reunidos en el comedor, viendo una película para rellenar ese silencio que les incomodaba, a pesar de que nadie era capaz de prestarle atención. Sabían que después de esa charla ninguno iba a ser capaz de meterse a la cama y dormir, con lo cual decidieron sin apenas palabras quedarse allí hasta que el sueño les devorase. Aquel suceso estaba a punto de ocurrir, pero unos suaves golpes en la puerta lo interrumpió. Todos en la sala estaban extrañados. ¿Quién podría ser a esas horas?

Mitsuki tomó la iniciativa y se levantó del sofá en el que se encontraba sentada, encaminándose así hacia la puerta, estirándose y bostezando en el trayecto. Al abrirla lentamente, su mandíbula casi cae de su cara por la sorpresa.

Eijiro estaba tras ella. Aunque él también estaba extrañado. ¿Por qué estaban todos medio muertos de sueño tan tarde en el comedor de la casa?

—Eh... Hola, soy Kirishima Eijiro, trabajé con su hijo, no sé si se acordarán de mí... —comenzó a decir algo nervioso, tartamudeando de por medio—. ¿Está por ahí su...? —continuó, pero fue interrumpido.

Mitsuki había captado la situación al vuelo. ¿Por qué se iría a encontrar allí el pelirrojo si no fuese porque tenía prohibido entrar en casa? Por eso, la mujer le interrumpió con un abrazo.

Eijiro se encontraba completamente sorprendido. Estaba tan dolido por dentro, que apenas podía contener las lágrimas que le provocaban los abrazos, aunque no entendía por qué Mitsuki lo estaba haciendo. ¿Sería que sabría la situación?

—Bienvenido a tu segunda familia, Eijiro —escuchó susurrar a Mitsuki mientras veía detrás de ella a Masaru y Katsuki acercarse.

Sí, definitivamente la sabía. Todos la sabían.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora