Capítulo 12. Una encerrona

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Su mente no paraba de dar vueltas y más vueltas. Tenía una facilidad increíble para pensar en lo que no debía pensar y para crearse películas dignas de un óscar al mejor guion original. Porque hasta ella misma sabía que no era eso lo que sucedía, porque se lo dijo Lexa, pero no podía evitar lo inevitable.

Raven le dijo una y otra vez que dejase de hacerse películas, porque al final le iba a explotar la mente.

No podía parar de pensar en que Lexa le había dado ya dos o tres negativas seguidas a verse, todo por el trabajo y la última le añadió que tenía que ir al pueblo.

Quizá era verdad, tendría mucho trabajo y no podía quedar con ella, pero no podía pensar que simplemente no quería quedar con ella y eran esas evasivas su forma de decirle «mira, chica, que no me interesas».

Realmente sabía poco de ella: era maestra, vivía con Octavia, no bebía cerveza, era de pueblo y era guapa, jodidamente guapa. Poco a poco iba descubriendo más cosas sobre ella, como que su color favorito era el lila y que le gustaba darse las duchas por la mañana.

Jamás lo entendería. Ducharse por la mañana. Pf, qué pereza, quitarse esos «cinco minutitos más, por favor» para ducharse, cuando puedes ducharte por la noche.

También sabía que tenía algún tipo de alergia, pero no sabía cuál, porque le dijo que la noche que estuvieron en Polis y le dio aquel horrible dolor de estómago fue por una reacción alérgica. Se le pasó por alto preguntarle cual pero seguro que lo descubría tarde o temprano.

Además de que tenía una relación increíblemente cercana con su madre y que Octavia era su mejor amiga desde que tenían uso de razón.

Y ahí estaba, en su tira y afloja pensando en que poco a poco iba conociendo más cualidades de la castaña y que estaba dejándose llevar de una forma vertiginosa y a la vez con ese miedo de pegarse una buena hostia contra el muro de hormigón por dejarse llevar de esa forma tan violenta.

Nunca jamás se había dejado llevar así. Nunca se había dejado llevar por una sonrisa jodidamente maravillosa.

Ni siquiera se había dejado llevar con Niylah. «Anti sentimientos» era como le había apodado Raven con respecto a todas sus relaciones, porque no pasaba nunca de ahí. Pero con Lexa estaba diferente, justo desde el momento en el que sus miradas se cruzaron en la salida del Spa y pudo ver que había algo tras aquella profundidad verdosa dejó de ser como acostumbraba. Simplemente aquella chica parecía romperle muy fuerte todas sus capacidades nerviosas y fundía todo su organismo tan solo con leer su nombre en la pantalla del teléfono. ¿Por qué?

No entendía muy bien el por qué, pero tampoco le apetecía entenderlo, solo quería dejarse llevar, aunque el camino tenía pinta de que iba a ser demasiado resbaladizo y sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo. ¡Ni siquiera sabía si le atraían las chicas! Y ya estaba imaginando como sería besar aquellos labios tan carnosos.

Ya se estaba poniendo roja, seguro.

Decidió terminar de arreglarse un poco el pelo, acaba de salir de la ducha y había quedado con Ontari a la salida del colegio para ir a comer juntas. ¿Se encontraría con ella también?

A veces se sorprendía con sus propios pensamientos porque es que era real que empezaba a parecerse a las niñas de quince años esperando para encontrarse al guaperas a la salida de clase. Tal y como le había dicho ya Raven en dos ocasiones durante ese fin de semana.

Se fue andando, le apetecía andar y despejar la mente mientras iba dando un paseo al colegio. Era uno de esos días en los que el sol brillaba con fuerza y animaba a ir andando a pesar de que pudiese hacer todavía un poco de frío.

Performance - Clexa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora