«Capítulo 20. Fiesta de pijamas.»

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Estaba de camino a casa de Clarke tras su nefasta conversación con Octavia. Iba triste y enfadada a la vez, con un cúmulo de sensaciones y sentimientos negativos. Triste porque odiaba la situación que ahora tenía con su amiga, enfadada porque no entendía el estúpido temperamento que se gastaba últimamente y con un poco de ira y tensión por no haber sabido reaccionar a tiempo y parar la situación.

También se sentía culpable porque no paraba de pensar que ella había desencadenado todos aquellos acontecimientos por no haber hablado antes con su amiga, además de que sentía que había insistido demasiado conociendo el carácter de Octavia.

Llevaba un nudo en la garganta y en el pecho, tenía ganas de llorar y ganas de romper cosas, pero se contenía de esto último y se limitaba a dejar que alguna que otra lágrima se escapase de sus ojos, limpiándose rápidamente para no perder la visión de la carretera. Lo último que quería era tener un accidente en esos instantes, aunque no había mucho tráfico.

Había cogido lo justo, un par de camisetas, un par de pantalones, dos jerseys y el primer par de zapatos que había pillado, eso en cuanto a ropa, así como varias prendas de ropa interior, por supuesto. Por otro lado había cogido su ordenador y un par de libros, sabía que en esos momentos iba a tener la concentración en el subsuelo pero fuese a donde fuere tenía que seguir con su rutina de trabajo e investigación.

No había cogido nada más, incluso había dejado su guitarra allí porque cuando estaba metiendo sus cosas en una bolsa de deporte iba pensando en intentar volver a casa de Octavia en un par de días, pero ahora no iba con esa seguridad y no lo tenía nada claro.

No quería molestar a Clarke ni a nadie con su situación, y le parecía tremendamente precipitado tener que pedirle a la rubia un hueco en su piso compartido, con ella tenía una situación y relación que no sabían ni cómo nombrarla, no eran amigas, ni tampoco eran pareja, eran una mezcla de ambas cosas y que comenzaba a llenarse de una complicidad que no se tiene con cualquiera, pero ahora tenía que pedirle un hueco en su sofá y ni siquiera sabía cómo y tampoco sabría cuánto tiempo. Menudo drama.

Iba con un tremendo lío en la cabeza, con todas las ideas enredadas y con una mano delante y otra detrás. Realmente no sabía qué hacer con respecto a toda esa situación.

Decidió encender la radio del coche para evitar escuchar sus pensamientos durante los minutos que quedaban para llegar hasta donde vivía Clarke. A pesar de vivir en la misma ciudad, entre el apartamento de Octavia y el piso de la rubia existía una distancia que medida en minutos se resumía a casi treinta minutos ya que tenía que cruzar toda la ciudad, de los cuales ya había conducido veinte, así que le quedaba bien poco.

Esperaba que estuviese sola, para poder contarle la situación y explicarle todo lo que había pasado sin tener el peso de tener que contárselo a más gente, pero tenía la sensación de que aquello no iba a ser así, porque cuando llamó por teléfono le pareció escuchar murmullos y cuchicheos de fondo.

Suspiró fuerte.

La música de la radio no le ayudaba en absoluto a detener sus pensamientos, solamente se entremezclaban con las notas musicales y la voz de los cantantes que iban sonando.

Tenía la sensación de que le iba a explotar la cabeza y le picaban un poco los ojos de aguantar la siguiente lágrima que quería caer por su rostro.

Había pasado una tarde jodidamente estupenda con Clarke y se fue todo por los suelos por el estúpido temperamento de Octavia. Mantenía fe ciega en su mejor amiga, de que no montaría dramas por la situación que tenía con la rubia, pero ya veía que estaba muy equivocada. En esos momentos sentía que la conversación con su amiga sobre Clarke, el querer pedirle perdón y el sentirse culpable era todo mentira, una máscara, y eso le hacía enfurecer más si podía.

Performance - Clexa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora