Capítulo 16. Morir de ganas

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–Mi favorito, mira.

Madi le puso un pequeño libro cuyo título era «el libro de la selva» a la altura de sus ojos. Le sorprendió bastante que aquel cuento fuese su favorito, porque en aquella estantería tenía numerosos títulos, desde muy conocidos a casi irreconocibles por el pequeño público.

Hizo un barrido por todos aquellos cuentos y se percató de que primaban aquellos donde los personajes que se incluían eran osos, sobre todo entre los protagonistas, además de observar que tenía unos cuantos peluches de ositos repartidos por su cama.

Le resultó curioso que con la cantidad de cuentos diferentes fuese ese su favorito, y que para colmo, era el más desgastado de todos, como si fuese una edición de los años ochenta, e incluso se atrevería a decir que de los setenta.

–Tita Clarke dice que ella es Baloo –siguió contándole la pequeña.

Abrió las páginas de aquel libro y observó que estaba muy usado e incluso tenía algunos garabatos repartidos por algunas de sus hojas.

Echó un vistazo, pasando las hojas rápidamente, pero lo justo para conseguir leer un casi inteligible «Clarke Griffin», con una letra bastante curiosa que le hizo soltar un imperceptible ruido a modo de carcajada, porque era notable que aquella letra era de una niña de unos cuatro o cinco años de edad, a lo sumo.

Sonrió sin querer al imaginarse a una pequeña Clarke, con su cabello rubio, ligeramente largo y apostaría a que hasta tendría algún rizo o tirabuzón rebelde, garabateando aquel libro, seguramente también fuese su favorito cuando era pequeña y su sobrina heredó el cuento.

Decidió mirar si tenía los nombres puestos en la primera página, como se acostumbraba a hacer con los libros para que se viese que tenía dueño y nuevamente se encontró con el apellido Griffin escrito con aquella letra infantil, pero solamente el apellido, nada de nombres, lo cual le resultó más curioso todavía.

–Ese cuento era de mi madre, luego se lo regaló a mi hermana, que no es muy aficionada a la lectura así que pasó a ser mío y ahora ha pasado a ser de Madi –dijo una voz desde la puerta del cuarto que hizo que se sobresaltara.

–¡Qué susto, Clarke!

Madi estalló en una pequeña carcajada por el repentino susto que se llevó, dando un pequeño respingo del sitio y llevándose la mano al pecho, cosa que hizo que la rubia también riera a la vez que le pedía perdón.

–No era mi intención, lo siento –se disculpaba mientras seguía riendo desde la puerta.

–¿Cuánto rato llevas observándonos?

–Unos cinco minutos –contestó Clarke –desde que Madi te ha puesto el libro en la cara y tú lo has ojeado sonriendo –le guiñó un ojo.

Seguro que se había puesto un poco roja, porque le pilló sonriendo al cuento de su sobrina, el cual antes era suyo, y seguro que se había dado cuenta de que se había detenido unos largos segundos analizando aquellos repetidos «Griffin», tres veces exactamente. Por la información que le acababa de dar la rubia, esas letras correspondían a su madre, a su hermana y a ella. La última vez que estaba escrito aquel apellido era de su letra cuando era niña.

Volvió a observarlo, haciendo un intento de no ser pillada por Clarke, un intento que se quedó en vano porque pilló a la masajista mirándola por el rabillo del ojo.

–¿Yo cuándo, tita? –preguntó Madi a la vez que señalaba aquella parte de la página.

–Pronto podrás escribirlo tú, ya verás –le animó la rubia a la niña mientras se acercaba para revolverle un poco el pelo.

Performance - Clexa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora