II

14.3K 1.4K 167
                                    

Abrió sus ojos horrorizada, al ver como golpeaban sin piedad al muchacho, quien no podía defenderse, ya que estaba restringido con cadenas.

—Es un animal tan estúpido. Se lo merece, por querer pasarse de listo —pronunció uno de los guardias, con burla.

Cassandra observó como 83 caía al frío y duro suelo de cemento, para que luego uno de los guardias, lo pateara por última vez, dejándolo allí.

—Oye Cassie, tienes libre el viernes ¿verdad?

—No —le dijo recuperando la compostura, aunque por dentro estaba histérica—. Es el cumpleaños de mi madre.

Lo único que quería, era que alguien fuera por el joven rubio, y lo llevara a ella, para poder sanarlo.

—Tal vez, podríamos salir en la noche. Ya sabes —sonrió—. Luego de que termine la fiesta.

—No lo creo, el sábado debo venir temprano aquí. Oye, ¿Nadie irá por él? —le preguntó cambiando de tema—. No se ha movido desde que lo dejaron.

—Que se quede un poco más allí. Es más, que pase la noche, así aprenderá a no hablar de más frente a sus amos.

—No creo que sea buena idea. Ya sabes lo que cree el directo, con respecto a la pérdida de los ejemplares.

—¿Qué ocurre, Meyer? ¿Te interesa ese gato?

—Por supuesto que no —pronunció con desinterés—. Es sólo que después del estado grave en que se encuentra el 118, no podemos arriesgarnos a perder a otro.

—Tal vez tengas razón. Le diré a Marcus que lo lleve al ala este.

—Eso está a media hora de aquí.

—Yo daré la orden, si se muere durante el traslado, ya no es mi problema.

Hijo de puta, pensó con rabia la joven médica.

Esperó a que el idiota de Jael se fuera, y tomó las llaves de su auto, y su credencial, antes de irse rápidamente de allí.

A 83 se lo habían llevado hacía diez minutos, por lo que debía apurarse para poder llegar al ala Este, y evaluar su estado de salud.

Condujo por las calles oscuras, a penas iluminadas de aquel viejo pueblo.

El director del laboratorio era amigo del gobernador, por lo que luego de darle una buena suma de dinero, le había permitido instalar allí sus puestos de investigaciones.

Y el edificio principal, contaba con dos alas, una clínica privada a disposición de los trabajadores, y un alojamiento exclusivo para los compradores e inversores.

Cassandra había llegado a la clínica por sus buenas calificaciones. Se había postulado el año anterior, ya que todos sus compañeros hablaban de la buena referencia que dejaba trabajar allí.

Lo que la joven doctora no esperaba, era perder su libertad. Desde el momento en que le dijeron que era un centro de investigación del gobierno, y que debía firmar un pacto silencio, supo que no habría vuelta atrás si lo aceptaba.

Pero jamás se había imaginado que las investigaciones, se llevaran a cabo en humanos modificados genéticamente con adn animal.

Y según se rumoreaba, eran los mismos que habían creado los androides y humanos artificiales.

Al perder control sobre ellos, crearon esta nueva raza, para combatirlos.

Pero tampoco les estaba resultado...

Bajó de su auto, y sus zapatos sonaron con cada paso apresurado que daba, caminando al edificio.

—Buenas noches, soy Cassandra Meyer —le dijo dándole la identificación.

—¿Qué hace a esta hora aquí, doctora?

—Me avisaron desde la central que traerían a un ejemplar herido.

—Ah, sí. Llegó hace unos cinco minutos. Creo que lo atenderá el doctor García.

—Comprendo. De todos modos, me pidieron un informe de su estado de salud. Luego del estado del 118, el director ya no quiere pérdidas.

—Está bien, en ese caso, adelante.

—Gracias.

Sintió como la mirada del tipo, se posaba en sus pechos, y apretó sus puños con rabia, antes de tomar su credencial.

Los odiaba. Desde que había entrado a trabajar, había sido acosada decenas de veces.

A veces creía que a los peores tipos que podían existir, los habían llevado a trabajar allí.

—Meyer ¿qué haces aquí? Tu turno termina en media hora —pronunció sorprendido el viejo médico.

—Lo sé. Pero trajeron a un ejemplar herido, y sólo quería cercionarme de que estuviera a salvo.

—Aún no lo he examinado. Pero ve tranquila, yo me ocuparé de él.

—Sabe que no me gusta dejar a medias el trabajo. ¿Le molesta si entró sólo a verlo?

—Por supuesto —sonrió, helándole la sangre—. Ve a ver a tu mascota. Sé que sientes cierta empatía por el 83.

—E-Eso no es verdad, es sólo que-

—No debes mentirme, Cassie. No sirve de nada, se te nota en la mirada.

La muchacha no dijo nada, sólo ignoró aquel comentario, y se dirigió a la sala de exanimación.

Y allí estaba el 83, tumbado en la camilla, inconsciente, y atado con cadenas.

Era imposible no sentir su corazón estrujándose dentro de su pecho, al verlo en ese estado.

Debía tener varios huesos rotos, desgarros, y sangrado interno.

Sus manos tamblaron, mientras se acercaba a él, y tocaba levemente su brazos.

—¿Qué hiciste esta vez? —le preguntó afligida—. Me prometiste que ya no los provocarías. No quiero un día de estos, tener que encontrarme con tu cadáver.

Lo escuchó quejarse levemente, y le fue imposible no sonreír, al ver como arrugaba la piel de su nariz.

Pasó suavemente su mano por su frente, por su mejilla, rozando con la punta de su pulgar, la nariz del rubio.

—Soy yo —susurró—. Tranquilo.

—Doc. C.

—Sí —sonrió—. La doctora C. Me sorprende que puedas recordarme, luego de semejante golpiza. ¿No me habías prometido que ya no los molestarías?

—Quería verla —sonrió con dificultad—. Me gusta su nuevo perfume, ¿Lavanda?

—Sí, fue un regalo de mi papá.

—Le sienta bien. Aunque yo prefiero el otro. El natural.

—¿Cuál? —Preguntó curiosa.

Lo vio abrir los ojos, dedicándole una de esas miradas penetrantes, con sus hermosos ojos de gato verdes azulados, finamente delineados de negro.

—Cuando está excitada —gruñó ronco, en un tono bajo que le erizó la piel—. Ese con el que suele venir algunas mañanas. Cuénteme Doc ¿En quién piensa cuándo se toca?

...

83/Lyon -Rebelión #1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora