IV

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Preparó su equipo, y entró en la habitación, donde un joven rubio se encontraba restringido en una camilla.

Él no podía ver quién había entrado, pero al sentir su aroma en el aire, rápidamente cambió su postura tensa, por una más relajada.

—Doc C —sonrió, girando su rostro para poder mirarla.

Pero al hacerlo, notó que ella ni siquiera lo estaba observando, solo estaba tomando todo lo necesario para realizarse un análisis.

—¿Mala mañana?

Ella no dijo nada, tomó una jeringa vacía, le colocó la aguja, y se acercó a él, con un algodón empapado en alcohol.

Lo pasó en el lado interno de la unión entre el antebrazo y el brazo, y sin cuidado alguno, intodujo la aguja.

El muchacho produjo un leve quejido, apretando sus dientes.

Tomó la muestra de sangre, y le colocó un algodón.

—Está enojada ¿es conmigo? —preguntó confundido.

Ella siempre era muy amable, atenta. Siempre le sonreía, y su voz, tenía algo que lo calmaba.

Pero ahora, su trato se había vuelto frío.

—En un momento vendrá uno de los enfermeros a tomarte una muestra de orina. ¿Necesitas tomar agua?

—¿Y por qué no lo hace usted?

—Porque ese no es mi trabajo.

—Espere —le dijo al escuchar como se alejaba—. Ya no volveré a molestarlos, no tiene que enojarse.

Ella no respondió, simplemente se fue de la habitación, dejando al 83 confundido... Afligido.

-o-o-o-o-

—Es obvio que esto es una mierda, ¿pero por qué no comes? —le preguntó el 107.

—No tengo hambre —le dijo el rubio, quien se encontraba sentado en un extremo de su jaula, mirando hacia la pared.

—¿Qué no tienes hambres? Si siempre te comes todo lo que los demás dejan. ¿Debo llamar a un de los hijos de putas? ¿O prefieres que pida a la linda doctora C? —preguntó divertido, recibiendo como respuesta una gruñido molesto del 83.

—Mejor sigue comiendo.

—Oye, sabes que podamos hablar.

—Déjame en paz.

—Follaste con una hembra, no entiendo porque-

Lo escuchó rugir, interrumpiéndolo.

—¡Que no me molestes! —gruñó en advertencia.

El moreno lo miró con el ceño fruncido, y arrojó el plato con comida al suelo, acercándose al lateral de la jaula, para quedar enfrentado al 83.

—¿Qué demonios te pasa, eh? ¿Quieres pelear? Porque si es así, no tengo problema.

—Te dije que me dejes tranquilo, y sigues jodiéndome ¿Cómo mierda debo hacértelo entender?

El 107 crujió sus dedos entre sí, luciendo realmente molesto.

—Yo te voy a quitar ese malhumor de mierda con el que cargas.

-o-o-o-o-o-

Suspiró cansada, caminando a la sala de exanimación. Había ocurrido una pelea entre dos ejemplares, uno de ellos, había terminado bastante herido.

Por lo que Cassandra iba a sanarlo. Se suponía que hacía quince minutos tendría que haberse ido a su casa. Pero allí seguía la joven la castaña.

Al ver de quien se trataba, rodó los ojos. Ese tipo si que no entendía.

—¿No qué ya no ibas a provocar que te golpeen?

La miró, y gruñó molesto, girando su rostro para no observarla.

Cassandra lo miró desconcertada ¿qué le pasaba?

—¿Son solo heridas superficiales? ¿Ya te han hecho radiografías?

—¿Por qué no vino el viejo asqueroso a examinarme?

—¿Qué?

—Que ni tú quieres estar aquí, ni yo quiero que estés. Es más, puedes irte a la misma mierda, no actúes como si te importaran mis herida.

—¡Ey! —exclamó molesta la médica, frunciendo el ceño—. ¿Quién te crees que eres para hablarme así? Parece que te estás olvidando cual es tu lugar.

—Tienes razón —sonrió con ironía—. Yo sólo soy el animal 83, ¿Cómo olvidarlo? Tienes suerte de que esté atado.

—¿Me estás amenazando?

—Tómalo como quieras.

—Mejor será que cierres la boca, antes de que alguien más te escuché, y te de una lección. Por atrevido.

—No se olvide que soy un animal, doctora Meyer. No espere buenos modales de un conejillo de indias.

Ella desvió la mirada por un momento, y luego se acercó a él, para limpiar sus heridas y vendarlas.

—¿Quién te hizo esto? —le preguntó más calmada.

—Sólo tuvimos una diferencia con 107, nada importante.

—¿Nada importante? ¿En serio? Tienes tajos de más de diez centimetros de largo, y tres de profundidad. Hay muchos que deberé coser.

—¿Me clavará la aguja con el mismo odio de esta mañana?

Ella lo observó arrepentida, avergonzada.

—Lo lamento, no me di cuenta.

—No sé porqué, si todos lo hacen. Parece que se divierten haciéndonos sangrar.

—No quise hacerlo.

—Está bien, estoy acostumbrado al dolor.

—Supongo que ayer obtuviste un descanso para el dolor —murmuró.

83 la observó curioso.

—¿A qué te refieres?

—Nada —le dijo tomando agua oxigenada.

—¿Nada? Dime a que te refieres. Porque hasta dónde sé, en este infierno no hay descanso para nadie.

—No todos tienen el privilegio de aparearse. Es un buen desestresante para ustedes.

—Estabas ahí —pronunció atónito—. ¿T-Tú... Viste eso?

—No me gusta observar ese tipo de comportamiento.

—Estaba drogado —se apresuró a decir—. Yo ni siquiera lo recuerdo.

—No estaban drogados ninguno de los dos —aseguró con cierta molestia en su voz—. Yo estaba del otro lado con los sedantes. Y ustedes estaban muy a gusto así.

—¿A gusto? ¿Hablas en serio? ¿Cuándo viste una pareja a gusto ahí adentro? ¿Tú estarías a gusto follando, mientras te observan del otro lado?

—No soy ella, no fui yo quien estaba contigo. Y creeme, ella se veía muy bien.

—Ojalá lo hubieras sido —le dijo, dejándola aturdida—. Cambiaría todos los malditos días de vida que me quedan, por una noche contigo. Aunque creo que no serían suficientes un par de horas no más.

—E-Eres un-

—¿Enfermo? ¿Degenerado? —la interrumpió—. ¿Eso me dirás? Porque si es así, usted también lo es. Puedo oler como cambia su aroma cuando está conmigo. Cuando me toca. Como me desea tanto como yo lo hago. Quizás por simple curiosidad, pero sé que también lo hace. Así que, eso nos convierte en dos enfermos, doctora Meyer. Deseamos aquello que jamás podremos tener.

...

83/Lyon -Rebelión #1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora