XII

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—¡Suéltenme! —forcejeó Cassandra, intentando que la liberaran.

Comenzó a sacudirse, hasta lograr darle una patada a uno de ellos en el mentón, y que la soltara.

—Zorra de mierda —bramó furioso, apretando sus puños, acercándose a ella con la clara intención de querer golpearla.

—442, ya —le dijo su compañero interponiéndose—. Ya la hemos asustado, es suficiente.

—No —gruñó mostrándole los dientes—. Esta puta aprenderá a respetarnos.

—Te dije que es suficiente —gruñó el muchacho, tomándolo del hombro para que no avanzara.

—Tú a mi no me dirás que hacer —le dijo furioso, comenzando a gruñir amenanzante.

—No permitiré que le hagas algo malo, es la compañera de 83.

Al escuchar aquello, más furioso se puso. Le dio un puñetazo en el rostro, que lo hizo tambalearse hacia atrás, y antes de poder reaccionar, lo pateó en el abdomen, haciéndolo caer arrodillado en el suelo, acción que aprovechó para golpearlo por debajo del mentón, con su rodilla, noqueándolo.

El 442 rugio de rabia, espantando aún más a Cassandra.

—¡¿Alguno más se va a interponer?! —le rugió a los otros dos muchachos, que sólo bajaron el rostro, en señal de sumisión, haciéndose hacia atrás.

La joven castaña observó con horror como se acercaba a ella.

—Te voy a destrozar, puta de mierda. Pagarás por haberme golpeado —gruñó en tono gutural, antes de tomarla del tobillo, y arrastrarla hasta él.

—¡No! ¡Suéltame! —le gritó comenzando a llorar—. ¡Déjame!

—¡Que te calles! —exclamó dándole un cachetazo tan fuerte, que la dejó aturdida, tumbada en el suelo.

Cassandra podía sentir sus oídos zumbar, y como la vista se le había vuelto borrosa.

—D-Déjame —pronunció débilmente, sintiendo como le rompía la parte superior del pantalón.

Cerró los ojos, y lo tomó de las manos, inútilmente, ya que no podría liberarse de él.

—Por favor no —lloró suplicante—. No lo hagas, por favor.

Y cuando creyó que sería violada por ese gran macho furioso, escuchó como la puerta era destrozada contra la pared, y un rugido rabioso que conocía muy bien.

Sólo fueron segundos, desde el estruendo de la puerta, los que pasaron antes de que el cuerpo del 442 saliera de encima de ella.

En ese momento se escucharon más rugidos y gruñidos, entre los golpes que ambos machos se estaban propinando.

—Esto está muy mal —pronunció el 943, acercándose a la joven médica.

Se quitó su camiseta, y con cuidado, se la colocó a ella, bajándosela hasta por debajo de los muslos, para poder cubrirla.

—Lo siento mucho, doctora C, nosotros... Sólo queríamos asustarla, pero 442 se volvió loco.

Cassandra lo miró, y sólo continuó llorando. Aquello había sido suficiente para saber que no podía seguir allí, que debía irse.

Su vida e integridad física, corrían peligro.

Lyon se acercó a ella, cojeando y con su ropa manchada con sangre. Se arrodilló, y la abrazó, escuchándola llorar desconsolada.

—Lo siento, Cassie, lo siento mucho —le dijo en un tono lastimero—. No volveré a dejarte sola.

—Ya no quiero... Quedarme aquí.

—No, no nos quedaremos aquí —le aseguró, levantándose para tomarla en brazos—. Tranquila, ya estás a salvo —murmuró abrazándola, ya que ella estaba temblando.

Miró a sus antiguos compañeros, y luego salió de aquella vieja bodega, realmente furioso.

-o-o-o-o-

—Quiero una maldita solución, Stein —gruñó Lyon, mirando a su representante.

Stein era un joven muchacho de cabello rubio, en varias tonalidades que variaban desde el rubio claro, a un castaño suave. Poseedor de un color azul marino de ojos, con un pequeño anillo amarillo anaranjado, rodeando sus pupilas.

—Ese hijo de puta intentó violar a Cassandra, y dejó inconsciente al 201 por intentar defenderla.

—Lamento de todo corazón el compartimiento de 442, Lyon. Él será castigado.

—¿Sí? ¿Cómo mierda? ¿Encerrándolo?

—Es lo más probable.

—¡¿Hablas en serio?! —gruñó golpeando la  mesa con ambos puños cerrados, levantándose de su asiento—. Intentó violar a mi mujer ¡Lo quiero muerto! Cassandra no ha dejado de llorar desde que la rescaté ¡Ni siquiera quiere verme ahora!

—Escucha, Lyon —le dijo en un tono tranquilo—. Aún no tenemos nuestras propias tierras. Estamos en territorio de la SACHar, hasta que encontremos nuestro propio lugar. Lo único que puedo proponerte ahora, es hablar con Dean, y pedirle que se lleve lejos de aquí a 442. Tal vez de ese modo logres darle un poco de tranquilidad a tu compañera.

—¿Qué parte de que lo quiero muerto no entiendes? O lo hacen ustedes, o juro que lo haré yo —le aseguró con rabia, antes de abandonar la sala de reuniones.

El joven representante suspiró, y se pasó una mano por el rostro. Ni siquiera llevaba una semana como líder de sus compañeros, que ya estaba saturado de problemas.

—Ey, tranquilo, lo haces bien —sonrió una joven androide, acercándose a él con una taza de café—. Esto te servirá para relajarte.

—Gracias, Ximena —sonrió levemente, tomándola.

Aquella muchacha, era una especie de consejera, ayudante básicamente, que Dean había puesto a su disposición para ayudarlo.

-o-o-o-o-

—¿Cómo está ella? —preguntó Lyon a Talysa, la doctora de allí.

—Está traumatizada, y es normal luego de lo que ha vivido. Le di un calmante, lo que la mantendrá unas horas durmiendo, es lo que ella necesita. Creo que lo mejor es que te sienta a su lado, ya que puede tener pesadillas recreando lo que pasó. Contigo se sentirá protegida.

—¿Le hizo daño? ¿La violó?

—No, no llegó a tocarla allí, pero si tiene un gran golpe en su mejilla derecha. Le di un analgésico para tratar eso también.

—Es un hijo de puta cobarde.

Talysa respiró profundo, y le dio unas suaves palmadas en el hombro a Lyon.

—Dean pidió más seguridad para este edificio, y ahora habrán cuatro oficiales en la puerta de tu habitación. No te preocupes, ya nadie podrá hacerles daño. Yo te aconsejo, que tomes un baño, y luego te quedes con Cassie.

—Gracias.

—No hay de que —sonrió—. Cualquier cosa que necesiten, me llaman. Puedes pedírselo a alguno de los oficiales, y yo vendré lo antes posible.

Lyon despidió a la doctora, y fue hasta la habitación, encontrando a Cassandra durmiendo en la cama.

En su rostro habían rastros de sus lágrimas, y tenía la nariz roja, por haber estado llorando.

Observó su mejilla morada, y la rabia volvió a arder en su interior.

¿Cómo había podido ser capaz de golpearla? Ella era tan pequeña y frágil, era obvio que no iba a poder defenderse.

Era un completo cobarde, depravado y enfermo, que mataría si volvía a ver siquiera una vez más.

...

83/Lyon -Rebelión #1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora