VII

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Es difícil pensar
Que tu boca y la mía se puedan besar a diario
Que vivamos juntitos, enterito el calendario
Que me arropes de noche y me dibujes con tus manos
Me colorees, con tus labios
.
.
.

Sintió su dulce aroma, aquel que reconocería a kilómetros, y se desesperó, acercándose a los barrotes.

Luego de varios segundos, la puerta de la habitación donde estaba su jaula se abrió, revelando a Cassandra, quien estaba acompañada por un guardia de seguridad.

Su emoción por verla, se disipó rápidamente, al ver el enorme moretón que la joven castaña tenía en su mejilla izquierda, sin contar con su labio inferior roto.

Respiró profundo, intentando calmar las ganas de asesinar al bastardo que la había herido, ya que habían cumplido con su palabra, ella estaba ahí.

—83, quiero que sepas que este es un lugar seguro para ustedes. Pero también debe serlo para nosotros. Es por eso que te mantendremos aquí encerrado, hasta que nos dé la certeza, de que no saldrás de aquí a dañar a nadie.

—No pienso hacerlo, sólo quiero estar con ella —gruñó.

Cassandra lo observó con temor, ni ella misma confiaba plenamente en él. Jamás había estado libre, y no sabía como podría reaccionar.

—Los dejaré a solas. La doctora Meyer tiene las llaves de tu celda, cuando me retire, ella la abrirá. Aún así, la puerta de esta habitación permanecerá cerrada. Si ustedes demuestran que son de confianza, se les asignará una habitación de pareja.

¿Pareja? Pero si no somos nada, pensó aturdida la médica.

Cuando el oficial se fue, Cassandra esperó unos segundos, y levantó la cabeza para mirar al 83, insegura.

—¿Qué esperas para abrirme?

—Tengo miedo.

—No te haría daño.

—L-Lo sé, bueno, eso q-quiero creer, pero... Tú luces muy molesto.

—Eso es porque estoy encerrado en una maldita jaula hace horas, cuando lo único que quiero, es estar contigo, como me lo prometieron.

—83-

—Abre —le exigió—. Si tú aún estás aquí, es gracias a mi.

Se acercó a la jaula, y colocó la llave, estremeciéndose al sentir una de las manos de él, sobre la suya.

—Sólo... No me hagas daño —le pidió en un tono de voz bajo—. Yo jamás quise herirte.

—Jamás te dañaría.

En cuanto abrió la puerta, se hizo rápidamente hacia atrás, mirando hacia abajo.

83 sintió un remolino de emociones en ese momento. Era la primera vez que estaba libre, sin cadenas ni ataduras.

Libre de ese maldito laboratorio. Libre de estar a merced de esos enfermos que solo buscaban dañarlo, probando nuevos fármacos y métodos de sumisión.

Libre de estar con Cassandra.

Se acercó a ella, estremeciéndola al estar frente a frente. Bajó su rostro, y olfateó suavemente su dulce aroma, tan delicioso.

Rozó con su nariz el cabello de ella que cubría su cuello, corriéndolo para poder sentir su piel. Y ronroneó complacido, sujetándola de ambos brazos, con sus grandes manos.

—No sabes durante cuanto tiempo soñé con esto —confesó continuando ronroneado, sintiéndola.

—E-Espera 83.

83/Lyon -Rebelión #1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora