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*Tres años después*
Ya han pasado tres años y me siento vieja. Ese sentimiento se acerca cada vez cuando me veo reflejada en el espejo y veo lo que tengo delante: una cabellera plateada cayendo por mis hombros, ojos rojos como la sangre -herencia de mi familia- y piel pálida como la porcelana. El plateado es lo mejor de tener bajo la piel veneno de vampiro. Pero eso es otra historia que ya contaré mas adelante.
Mezo en mis brazos a un pequeño vampiro de cabellera negra, con una mecha plateada por parte de su madre. Sus brazos regordetes se abrazan a mi pecho en busca de calor y comodidad, hundiendo la cabeza más en el hueco donde se ha conseguido meter sin problemas. Le tarareo la misma canción que Adrien me cantaba a través de la pared del cuarto donde yo estuve encerrada varios años para que me durmiera. Creo recordar que se llamaba «La melodía de los niños» –traducida– en mi idioma natal, pero yo se la canto a mi retoño en el que va a hablar toda su vida. El otro retoño se aferra al comienzo de mi vestido hablando en sueños con mi propia lengua... Me pregunto de donde la ha aprendido sin que yo se la hubiera enseñado.
Cuando Nevra volvió de su viaje a las tierras del Norte de Jade me enteré de que estaba embarazada de tres semanas, y que Ewëlin –nuevamente– se había equivocado en el reparto de los informes de sanidad. Había sido un revuelo la noticia, así como enterarnos todos de que Leiftan era un traidor y cómplice de que la rotura del Gran Cristal. Pensaba en que era mi amigo, algo más que mi amigo: mi compañero de viajes y aventuras. Pero no hice nada. El día en el que fue juzgado ante Miiko yo no estaba presente al estar de tres meses de embarazo. Por si fuera poco, no hice nada y tampoco me importa. Fue él uno de los causantes de que el Gran Cristal enfermera, mis problemas con Nevra...y casi el aborto de mi hija, Emilya. Eso jamás se lo perdonaré. Confíe en el para cuidarme mientras negra no estaba por los continuos viajes, recepciones y reuniones, que casi dejo que me mate por celos a que nunca le pude corresponder.
La puerta del cuarto de los niños se abre dejando ver la cabellera de Nevra reflejada bajo la luz de la luna. Sonríe cuando nos ve a los tres sentados frente a la ventana, apoyados en la pared.
–¿Necesitas ayuda con ellos o puedes sola? –murmura desde el marco de la puerta.
–Tus hijos se han quedado dormidos nada más he empezado a cantar –respondo.
Kathyr se revuelve en mi regazo nada más nota la presencia de su padre. Esa es otra, Kathyr se parece tanto a su padre que ha adquirido las habilidades de un vampiro completo... Y su hermana mayor, Emilya, ha heredado las habilidades de un vampiro completo y la capacidad de leer las almas al igual que hacía yo antes de transformarme.
Nevra tubo que pasarme su sangre vampírica para sobrevivir durante la gestación. Ahora poseo las habilidades de un vampiro y, según Ewëlin y los demás, la misma voz que un Ángel Caído antes de perder sus alas. Oh, sus preciosas alas... Eso es lo que echaré de menos después de todo. Poder notar el cosquilleo en tu espalda nada más despertar por primera vez. Ellos dicen que he perdido todas mis facultades de Ángel Caído –a excepción de su voz–, pero yo siento que no se han ido todas. Puedo sentir el aura de las personas aumentar o disminuir de tamaño.
Igualmente soy la mujer más feliz del mundo aquí en Eldarya. Tengo una familia a la que cuidar, una buena salud y unos compañeros y marido geniales. No puedo pedir más que esto.
–Eso es porque notan fu felicidad a través de las cuerdas vocales. Lo he leído en un libro de Ykhar –se acerca a nosotros enseñando un libro de tapa amarilla y letras negras–. Los bebés y niños saben cuándo su madre se siente bien o mal. Están conectados.
–Sabes que también sienten lo mismo contigo –estiro la mano para acariciar los cabellos plateados de mi hija... Nuestra hija–. Emilya me lo ha dicho mientras preparaba su comida. ¿Por qué no me has dicho que tenías pesadillas?
Nevra se acerca a nosotros y se sienta a mi lado. Coge entre sus brazos a Emilya, meciendo su pequeño pero largo cuerpo antes de que abra los ojos y se despierte. Con su nacimiento, Nevra ha comprendido que es mejor no hacerlo no fuerte no muy suave a la hora de mecer a los niños. La última vez que lo hizo demasiado rápido Emilya tenía dos años y le vómito encima, cosa que Ezarel siempre le recuerda al estar presente. ¿Adivinas donde estaba yo? Sí. En la enfermería hablando con Ewëlin sobre lo que le pasaba a Kathyr porque estaba enfermo.
Tres años.
Han pasado tres años desde el nacimiento de Emilya y uno desde el de Kathyr... Siento angustia en el pecho cuando pienso en que algún día crecerán y se marcharán de casa para vivir su vida. Tengo de miedo de que muchas de las mujeres que amaban a Nevra tomen venganza con uno de ellos... Juro por Dios que como una de esas zorras se atreva a tocarle un solo pelo a uno de mis hijos le arrancaré la cabeza antes de que tenga la oportunidad de gritar pidiendo ayuda.
–Mañana tengo que hablar con Miiko sobre la Guardia de las Sombras –informa. Nuestra hija se revuelve–. Últimamente se están uniendo muchos miembros nuevos a mi Guardia, y eso hace que tenga las trabajo y...pesadillas cada dos por tres. Siento haber preocupado a Emilya, a Kathyr o a ti.
–No seas tonto –le sonrío–. Kathyr no puede sentir eso.
–Puede que sí lo sepa y nosotros no lo sepamos. Ni siquiera yo me pegaba tanto a mi madre a su edad, no tampoco Karenn –fulmina a Kathyr con la mirada–. ¿Son esos tus genes o los míos?
Sacudo la cabeza.
–Son los tuyos, por supuesto.
Kathyr solloza en silencio nada más se despierta. Esa acción hace que su hermana también se despierte y revuelva en los brazos de su padre, hundiendo la cabeza en su pecho para que la suelte –lo hace de inmediato– y posee su cabeza sobre mi muslo. Su pequeña mano se agarra al volante de mi escote para jugar con mi anillo de matrimonio.
«Mis pequeños.»
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UMBRA -[Nevra] [ELDARYA]
Fanfic----------------------------------------------------------------------------------------------------------- «-Tu eres la única persona que me ha importado de tal forma como me comporto. Y verte allí, tirada en el suelo, me hizo recapacitar sobre lo...