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Abrí los ojos y lo primero que pude contemplar fue una habitación extraña, era verde y estaba llena de blancas cortinas. Yo estaba conectada a una máquina. Por lo que pronto pude deducir que me encontraba en el hospital.

A mi lado estaban Jughead y mi padre sentados en el sillón durmiendo. A mi hermano se le caía la baba y me parecía adorable.

—¿Qué hago aquí?—pregunté haciéndome la loca para despertarles.

Saltaron de un brinco y se pusieron al lado de la camilla, mi hermano bostezó y mi padre se frotó los ojos. Me les quedé mirando y me di cuenta de que tenía un parche pegado al rostro.

—No vuelvas a enfrentar a los Espectros, nunca más.—me ordenó mi padre.

—Tendría que haber estado ahí, lo siento.—dijo Jughead agachando la cabeza.

—No pasa nada.—le dije con la voz cortante.

Llamaron a la puerta y entró la enfermera con unos papeles en la mano.

—Buenos días, ya hemos dado el alta a la señorita. Puede marcharse.—me informó sonriéndome.

—Vale, gracias.—respondió mi padre.

Se acercó a mi y me desconectó de las máquinas. Me quedé mirando fijamente a mi padre y a mi hermano y pillaron el mensaje: Me iba a vestir. Salí de mi habitación y estaban fuera esperándome. Me miraron sonrientes pero con una sonrisa nerviosa.

—¿Pasa algo?—les pregunté mirándoles.

—No, no.—respondieron nerviosos.

Cuando llegamos al coche fui a abrir la puerta y me vi en el reflejo del cristal. Tenia puntos en la mejilla por el corte de la navaja y el ojo seguía morado. Pegue un chillido y todo el aparcamiento se alertó y las miradas fueron clavadas en mí.

—Venga hija, móntate.—dijo mi padre abriéndome la puerta y haciéndome pasar.

En el camino a casa mi hermano cogió su mochila y la posó sobre sus piernas.

—¿Vas a ir al instituto?—le pregunté señalando la mochila.

—Sí.—afirmó.

—Yo quiero ir.

—No, tienes que descansar. Mira en qué estado estás.

—Me da igual, quiero ir con Sweet Pea.

Mi hermano se dio la vuelta y me miró confundido.

—¿Qué tienes con Sweet Pea?—me preguntó.

—Nada, es mi amigo y nos entendemos muy bien. No pienses mal.

—Está bien, irás.—intervino mi padre—Pero si te encuentras mal llámame.

—Vale, gracias papá.

Cuando dije papá a FP se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Nos bajamos del coche mi hermano y yo y nos adentramos en el edificio.

—Vas a estar a mi lado todo el rato, no quiero que te pase nada.—me ordenó preocupado.

—No me va a pasar nada aquí.

LA HERMANA DE JUGHEAD. [RIVERDALE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora