Capítulo 12

22.7K 2.6K 344
                                    


CONFESIÓN

"El carácter, como la fotografía, se revela en la oscuridad".

—Yousuf Karsh.


VIOLET

Pasé el resto de la tarde en un parque, porque fue el lugar más atestado de gente que hallé, y el único en el que me sentí a salvo. Creo que además asimilé que me encontraba cerca de papá, pues estuve sentada en la misma fuente en la que lo hallaron sin vida.

Nuevamente lo eché de menos, a él y a mamá. Necesitaba de su consuelo y terminé sintiéndome sola entre una gran multitud.

Cuando oscureció regresé al apartamento y no encontré a Anthony. Todo en la sala seguía tal y como lo dejamos, a excepción de la sábana, que en algún momento debió caer sobre el televisor y los almohadones.

Para poder abrirme camino hacia mi habitación me detuve a ordenar un poco el desastre doblando la sábana. También armé nuevamente los sofás y guardé las sobras de pizza en el horno de la cocina.

La mañana del día siguiente tampoco tropecé con él. Creo que no pasó la noche en casa. No sé qué sucedió con él después que hui, pero siento la necesidad de preguntarle cómo es que conoce a ese hombre. Todavía no quiero sacar conclusiones precipitadas.

Es jueves por la tarde y me encuentro en la alberca más temprano de lo usual. Quiero hablar con él. No pude dormir y tampoco me sentiré tranquila hasta aclarar mis dudas.

Sorprendentemente él no llegó a su entrenamiento, algo que jamás ha sucedido, así que preocupada de inmediato le escribo un mensaje:

¿Podemos vernos?

Estoy de regreso en casa, creo que son aproximadamente las cuatro de la tarde y encuentro la puerta sin seguro. Quizá olvidé cerrarla al salir, algo que me inquieta bastante. Pero del mismo modo, pensar que Anthony está de regreso me alivia tremendamente. Jamás he pasado tanto tiempo sola en casa desde que mis padres murieron. Es decir, si no tenía la compañía de Duncan en el antiguo apartamento, me encontraba en la alberca, camuflada entre el sinnúmero de fans.

Me dirijo a su habitación, la puerta está cerrada. Empiezo a tener un mal presentimiento, y precisamente alguien aporrea un cajón en mi cuarto.

Con las piernas vacilantes volteo hacia la puerta a medio abrir y encuentro una silueta rebuscando en mi escritorio. Es rubia, alta y esbelta, y al percatarse de que la espío regresa su mirada hacia mí.

—¿Qué demonios haces aquí? —inquiere Cailin.

Me paralizo. Iba a decir lo mismo, pero sufro un desliz al notar que entre sus manos descansa el sobre amarillo cuyo contenido, la mañana después del bar, June reveló por mí.

—Yo... —No puedo apartar la mirada de sus manos—. Compartimos cuarto.

—No te basta con acosarlo, ¡sino que ahora también vives aquí! —Está hecha una furia.

—No fue planeado —me excuso, pero de inmediato otro detalle asalta mi cabeza. No soy yo la que tiene que dar explicaciones—. ¿Cómo entraste?

Gira completamente hacia mí, un segundo después sonríe y avanza, contorneándose como si hubiera mucho que presumir. Bueno, admito que, en comparación a mí, tal vez sí que lo tiene.

—Anton está tomando una ducha —indica.

Me aclara que llegaron juntos, pero al mismo tiempo me origina una pequeña molestia que guía mis ojos desde sus piernas largas y desnudas, hasta la minifalda que usa. Un momento después me detengo en su camisa que de repente, me parece, tiene dos botones abiertos de más. Apuesto a que, si salta, sus senos saldrían para saludar y se ocultarían nuevamente.

El enfoque perfecto ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora