Capítulo 18

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TESORO ENTERRADO

"El instinto me dijo que no me preocupara, que solo debía seguir tomando fotos porque era la única persona con una cámara. Así que seguí".

—Bill Hoenk.


VIOLET

Anton se marchó del departamento con un semblante totalmente descompuesto. Tenía prisa, así que preguntarle acerca del motivo que lo arrastraba fuera de casa un sábado por la mañana, no parecía ser buena opción.

Pasé el resto del día preocupada por él, contemplando hacia la ventana por si de pronto también veía a Brent en la calle. Todavía no sé que hacer con respecto a este último. Y a mi parecer, si supiera en dónde me encuentro, ya habría venido a buscarme. Quizá puedo pasar por desapercibida hasta finalizar mi carrera. ¿Podré hacerlo durante dos años?

Es en lo que pensaba mientras adelantaba tareas, contestando los mensajes de June a su vez, quien en forma de saludo directamente insistió que le contara todo lo sucedido con Anton en la fiesta.

Así confirmé, fue ella la intermediara por la cual inesperadamente lo tuve pateado la puerta del baño. Al final no pude enfadarme, las cosas no salieron tan mal después de todo.

También nos comprometimos para estudiar en la biblioteca por la tarde, a partir del lunes. Los exámenes empezarían dentro de dieciséis días y aún no había podido capturar esa imagen suculenta para el concurso, cual, de hecho, finalizaba cuatro días antes de las semanas de terror que se aproximaban sin piedad. Honestamente, empecé a creer que sería fácil obtener esa fotografía, pero ya no estoy segura.

Más tarde escuché que Anton llegó en altas horas de la noche, y el domingo en cambio salió muy temprano en la mañana.

Ya había sucedido algo similar antes, así que intenté no darle mucha importancia. Quizá necesitaba un poco de espacio. Eso pensé.

Y a pesar que me planteé no hacerlo, estuve esperando por él durante el resto del domingo, precisamente hasta que la luz natural se ocultó en el horizonte y el sueño me venció.

Algo parecido ocurrió hoy lunes en la mañana. Mientras me dirigía al baño, lo escuché cerrar la puerta del apartamento y de inmediato pensé lo peor.

¿Al menos tendremos un poco de tiempo con todo lo que hace y la época de exámenes aproximándose?

Debo hallar el modo de reunirme con él y sacarle esa fotografía, incluyendo las que debo entregar el viernes por la tarde. Es en lo que pienso mientras, disimuladamente, busco en la facultad de artes escénicas. Pero no lo encuentro por ningún sitio, hecho que empieza a tornarse un poco extraño.

No me queda más remedio que intentar algo nuevo.

El último sitio que vislumbro en mi mente como un posible punto de encuentro es la alberca.

Esta tarde no puede faltar a su entrenamiento.

Espero que no lo haga.


Mientras los nadadores se encuentran como sirenas en el agua, con agilidad me arrastro hasta el corto pasillo que dirige a los vestidores de hombres.

Lo atravieso a toda velocidad, pero, a pesar de tener la puerta justo en frente de mis narices, no soy capaz de cruzarla.

A través del pasillo no solo llegan los gritos de aliento de las fanáticas de Anton, sino también las órdenes del entrenador, el aliento de las animadoras, y el chapoteo producido en el agua.

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