Capítulo 7

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Emma


Había pasado dos semanas desde que mi francesita había recibido la visita de sus dos amores y he de confesar que ambos me cayeron muy bien. De hecho, me pasé toda la mañana riéndome de las ocurrencias de Steven, quien me contó varias anécdotas que tuvo con Danielle en su niñez. Jamás me hubiese imaginado que ella siempre se sintió atraída por su vecina, pero como era de esperarse, esa chica nunca le prestó atención porque era una heterosexual bien definida. Sin embargo, siempre he pensado que cualquier mujer se puede convertir y más después de haber probado ciertas cosas. Y qué decir de los detalles, ninguna mujer se resiste a eso, así que la puedes enamorar con pequeñas atenciones y estoy segura, que se quedará a tu lado para siempre.

Aquel día, pude sentirme en familia otra vez, ya que había olvidado lo que era compartir con otras personas en la mesa y eso me hizo feliz. Porque de alguna manera, ese momento me hizo recordar aquellos tiempos en que compartía la mesa con mi padre y mi madre, quizás esos tiempos no volverían, pero estaba orgullosa de todo lo que ha hecho mi madre para sacarme adelante sin depender de nadie más. Cuando acompañe a mi francesita a su habitación, me dio a conocer los detalles de esa conversación que mantuvo con su padre en la cocina e intuía que algo le ocultaba, pero no sabía el qué. Sin embargo, estaba feliz de compartir de nuevo con esos dos hombres que apreciaba mucho.

—Disculpe la interrupción, ¿Dónde puedo encontrar el área de embutidos? —alguien llamó mi atención.

—En el pasillo tres, siga derecho y doble a su izquierda —respondí, al mismo tiempo que seguí acomodando las cajas de cereales.

Me había vuelto toda una experta acomodando los productos en cada pasillo, pese a que mi francés no era muy fluido. Pero nada era un impedimento para mí y eso lo tenía claro mi jefe, quien de a poco, me fue cogiendo un poco de paciencia a medida que etiquetaba cada producto para no equivocarme. Una vez que terminé de organizar la mercancía, me encargué de realizar el inventario de la semana para que no me sucediera el percance del mes anterior, donde la leche y algunos enlatados, se agotaron por mi falta de organización. Mientras caminaba por el pasillo, moví mi cabeza de un lado a otro, con la intención de mantener mi concentración, me había pasado parte de la mañana detraída, recordando aquella ocasión en que Danielle, se cambió frente a mí. Fue un momento muy peculiar y divertido a la vez, ya que, al haber entrado a su habitación como todas las noches para conversar, la vi envuelta en su toalla de baño y ella en vez de incomodarse, solo me pidió que me colocara de espaldas para vestirse.

Luche contra mis instintos para no dejarme llevar, pero mi lado curioso me llevó a husmear un poco, al observar de reojo su linda figura. Su cuerpo tenía unas excelentes curvas, su trasero era bien paradito, pese a que no era del todo delgada como yo, me pareció hermosa, hasta logré ver la curva de sus pechos y eso me aceleró el corazón. Realmente me gustaba mucho. Por primera vez, quise pasar por alto la advertencia que me había hecho mi madre, de no apresurar las cosas con Danielle, más no podía evitar que mi corazón se acelerara con cada roce de su mano sobre mi mejilla, con cada mirada que me daba mientras lavamos los platos o cada vez que se acercaba para abrazarme. Todos esos acercamientos me daban unas inmensas ganas de besarla. Sin embargo, terminaba arrojando todos esos deseos a lo más profundo de mi corazón, por no querer alejarla de mi lado.

No sé por cuánto podía aguantar todo esto y más al convivir en la misma casa, sentía que me estaba enamorando de una chica que tal vez, no me correspondería. De hecho, en más de una ocasión, me escabullí a su habitación para verla dormir, me encantaba apreciar como su pecho subía y bajaba cada vez que ella respiraba. Hasta se me había cruzado la loca idea de quedarme a dormir en su cama, tal como una vez, ella lo hizo conmigo, pero sabía que no podía. Aparte todos esos recuerdos e intenté retomar mi trabajo, necesitaba dejar de pensar en Danielle o me volvería loca. Continúe con mi trabajo, hasta que llegó la hora de pasar mi carnet para marcar la salida y como me habían pagado la mitad de mi sueldo, quise comprarle un detalle a mi francesita para sacarle una sonrisa.

Amor de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora