Capítulo 19

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Cristina


En cuestión de segundos, cualquier situación se puede volver en alegría o en tristeza, pero así es la vida. El tiempo pasa muy rápido y ni siquiera somos conscientes de ello; es como si un evento que apenas sucedió ayer ya parece formar parte de un pasado remoto. Tal como lo explica la Ley de Weber, una ley que nos habla de cómo percibimos la mayoría de las cosas en relación con un estímulo percibido. Porque hasta hace unos días, noté como las flores comenzaban a florecer y me di cuenta de que en un parpadeo han pasado tres estaciones desde que estoy en este país. Cuando recién me mudé aquí, pensé que se me iba a ser difícil adaptarme a esta ciudad con sus cuatro estaciones, pero resultó ser todo lo contrario, me adapté rápidamente, porque cuando uno hace lo que le gusta, todo parece tener un equilibrio, así como el tiempo puede ser muy relativo.

Es como cuando no estás a gusto en tu trabajo o en dónde vives, porque de alguna manera sientes que estás viviendo a medias y por más que te esfuerces en conseguir tu sueño, será poco probable que lo consigas, mientras que cuando eres feliz y amas lo que haces, el tiempo pasa en un parpadeo. Quizás si mi antigua empresa, no me hubiese propuesto venir a Marsella para trabajar como analista de marketing, seguiría siendo un autómata soñando con avanzar en mi trabajo. Y aunque mi hija, no estuvo de acuerdo con dejar nuestra ciudad natal, tuve que convencerla, pues no quería desaprovechar esta oportunidad que tenía. Aunque en un principio, las cosas iban cuesta arriba por el poco dinero que teníamos, poco a poco pude ir agilizando la visa para mi hija, en vista de que mi empresa solo cubrió mis papeles legales y era algo que me daba cierto alivio.

Sin embargo, nos llevamos una gran sorpresa cuando la facultad donde mi hija estaba haciendo sus trámites, le notificó que la beca, no podía cubrir esa carrera de Psicología que tanto quería y tuvo que conformarse con Trabajo Social. Una profesión que era noble desde mi punto de vista, pues se enfoca en reconocer las necesidades u aspiraciones de los individuos y ciertamente, estaba deseando que mi hija, se quedara con esa profesión. Porque, aunque ella no se diera cuenta, era muy buena con sus asignaciones y cada noche, la veía leyendo sobre algún tema que le llamaba la atención.

—Mamá, ¿Desde cuándo eres tan distraída? —la voz de mi hija me volvió a la realidad.

—¿Qué tal la universidad? —respondí con otra pregunta.

Era la primera vez que estaba tan sumergida en mis recuerdos y no era para menos, había conseguido todo lo que había querido en mi vida en tan solo un par de meses.

—Todo va bien, aunque...—percibí como el cuerpo de Emma, sé tensó—Hace un par de días, apareció una chica nueva que no deja de perseguir a mi novia —su rostro parecía molesto.

—¿Qué ha hecho Danielle al respecto? —pregunté. Aunque ya sabía que eso sucedería tarde o temprano.

—Nada —dijo por lo bajo.

—¿Cómo que nada? —fruncí mi ceño.

Cuando conocí a Danielle, supe que mi hija, no podría evitar enamorarse de ella, a pesar de que le dijera que no era momento para el amor y ahora que ambas habían comenzado sus clases en la universidad, temía que alguna de las dos, saliera lastimada. Después de todo, eran unas jóvenes inexpertas que tienen la ilusión de que el amor lo puede todo, cuando a veces, no es del todo cierto. Sé que Danielle, era una joven muy educada, respetuosa y muy protectora con mi hija, pero no está exenta de que alguien conquiste su corazón, sin que ella se dé cuenta.

—Creo que estoy exagerando—escuché a mi hija—En realidad, Danielle me ha dado mi lugar y le ha hecho saber a esa chica que mantiene una relación conmigo, pero esa estúpida parece no comprenderlo —dijo, con cierta con frustración. Era evidente que esa situación la estaba cabreando.

Amor de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora