Capítulo 29

1.5K 121 14
                                    


Emma


Mientras guardaba algunos suministros en mi mochila, recordé aquella tarde en la que le hice una serenata a mi chica. Nunca imaginé que tal acción, me llevaría a ser aceptada por mis compañeros, quienes me comenzaron a tratar de una manera más amable y cordial, hasta algunos se habían ofrecido como mandaderos para dejar los detalles que le hacía a mi novia. De hecho, cada que podía espiaba a mi francesita cuando le dejaba mis detalles, me fascinaba ver sus gestos mientras leía algunos de mis mensajes o esa sonrisa tonta que se formaba en su rostro cuando encontraba una rosa sobre su asiento, acompañada de ese chocolate que era nuestro.

Había aprendido a distinguir sus expresiones faciales, esas que reflejaban sorpresa, cariño, amor o nostalgia, ante alguno de mis detalles. Me dejé llevar por ese sentimiento que embargaba mi corazón y una sonrisa se formó en mi rostro, al notar que, a pesar de las cosas, sigo sintiendo ese sentimiento de amor por Danielle. Un amor por el que estaba dispuesta a luchar y a esperar el tiempo que fuese necesario. Quizás a mi edad, podía estar colmada de inseguridades, confundida acerca de quién debería de ser o a dónde debería ir, pero de lo único que estaba completamente segura, es que Danielle, lo era todo para mí.

—Veo que ya tienes todo listo —escuché la voz de mi madre.

—Cuando aprenderás a tocar antes de ingresar a mi habitación —expresé, al mismo tiempo que me giré para coincidir con su mirada.

—Tan exagerada como siempre—me mostró una hoja—Me lo encontré ayer, mientras acomodaba el estudio, ¿Puedo leerlo? —me dedicó una mirada divertida.

—Sin importar que responda, sé que lo harás —dije, al tomar asiento.

—Bueno —hizo un ligero carraspeo para comenzar a leer.


Sé que esto parece un ritual entre nosotras, pero si con ello puedo sacarte una sonrisa, lo haría mil veces. Siempre y cuando, tú estés dispuesta a leer estas líneas que hago para ti. Eres mi persona favorita, lo más importante que tengo en mi vida, tienes un no sé qué me encanta, un no sé qué me enamoró desde ese día que nos conocimos en el parque.

Sin importar cuántos errores pueda cometer, jamás olvides esa necesidad que tengo de estar cerca de ti y si por alguna razón, decides que lo nuestro no tiene futuro, me voy contigo o te vas conmigo, tú eliges, pero no pienso dejarte. Eres y seguirás siendo el amor de mi vida, la que me regala mis más hermosos recuerdos.


—Hija, ¿Desde cuándo te me volviste tan poeta? —deliberó, sin quitar la vista de aquel trozo de papel.

—Eso no es ser poeta, simplemente se llama estar enamorada —respondí, con una leve sonrisa.

—¿Cómo van las cosas con Danielle? —no tardó en preguntar.

—De maravilla —sonreí, al recordar que hace un par de horas me dio un beso antes de irse a trabajar. Un beso que me hizo sentir en las nubes.

—¿Hoy iras a verla? —se sentó a mi lado.

—Sí, quiero que entienda que no importa cuánto deba esperarla, siempre estaré allí, aguardando a que esa confianza que me tuvo una vez vuelva —mis ojos se cristalizaron. Había aprendido mi lección y por nada del mundo, volvería a cometer ese error. Jamás volvería a negar a mi novia.

—Verás que todo volverá a la normalidad cuando menos lo esperas —me regaló una sonrisa.

—Ya debo irme, espero le gusté mi sorpresa —cogí mi mochila.

Amor de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora