Capítulo 23

1.3K 119 23
                                    


Danielle


Mientras escuchaba una de mis clases, recordé lo tierna que se veía Emma, al jugar con mi sobrino para hacerlo sonreír. Jamás hubiese imaginado que iría al hospital para visitarlo o que conversara conmigo, dada las circunstancias. Aunque sus palabras sonaron sinceras, no quise ser tan accesible, ni mostrarme vulnerable. Amaba a Emma, pero por primera vez quería que se responsabilizara por sus actos y que dejara de lado su inmadurez para centrarse en lo que realmente importaba. No que todo se quedara en una simple "Disculpas o en un lo siento" como solía hacerlo en otras ocasiones. Esas palabras no dicen mucho, no indican que de verdad estás arrepentido por lo que has hecho, es demasiado fácil pronunciaras, pero muy difícil demostrar lo contrario, cuando ni siquiera pones de tu parte.

A pesar de los acontecimientos que habían pasado entre nosotras y de aquella pequeña charla que tuvimos, todo parecía seguir igual. Emma no me había vuelto a buscar, ni había ido a nuestro departamento y muy a mi pesar, debía admitir que las cosas habían llegado hasta ese punto, porque quizás Emma, me había dejado de amar, ¿Por qué me has alejado de ti Emma?, ¿Por qué siempre tengo que ser yo la que te busque para solucionar las cosas? Y ella ni siquiera lo intenta o da un poco más para que nuestra relación funcione. No podía evitar sentirme triste por su manera de actuar, pero la echaba de menos, extrañaba su aroma, el tacto de su mano sobre la mía, su manera tierna de mirarme y esa manía que tenía de jugar con mi blusa cuando deseaba hacerme el amor.

—¿Estás bien? —escuché la voz de Jimena.

—Sí —mentí.

Claro que no estaba bien, todo esto me había sobrepasado y mi cerebro, había dejado de aportar ese sedante que me mantenía en piloto automático, permitiéndome funcionar a medias para esconder esa herida que me había causado la actitud de Emma.

—No sabes mentirme —dijo por lo bajo.

—No lo hago —le dediqué una mirada seria, como si con eso pudiera convencerla.

—Sabes que puedes contar conmigo —tocó la punta de mi nariz con su dedo.

—Lo sé —dije, con la mirada perdida.

No podía creer como cambian las cosas de la noche a la mañana, pues aquella persona que me ha causado tantas molestias desde que comencé mis estudios, terminó brindándote su apoyo incondicional, aun cuando ni siquiera se lo había pedido. Jamás imaginé que esa pelinegra se preocuparía por mí estas últimas semanas, haciéndome sonreír con sus locuras para aliviar mis tristezas, estaba pendiente en sí comía o no, pues había perdido algo de peso y que me acompañara a ciertos lugares para asegurarse de que nada me pasara en el camino.

—Deja de pensar en Emma, necesito que pongas atención —Jenny, me regañó.

—No estoy haciendo tal cosa —dije, sin poder mirarla.

—Pues no te creo —expresó.

—Chicas, pongan atención a la clase o el profesor nos va a regañar —pronunció Jimena, al mismo tiempo que me dedicó una mirada suave para que hiciera caso.

Intenté prestar atención, pero no pude, mi estado anímico estaba haciendo de las suyas y por más que me esforcé, solo pude tomar algunos apuntes que no me servirían para nada. Cuando terminó la clase, Jenny, me expresó que la acompañara a la cafetería para comprar su cena, pero al salir de ese salón, mis ojos se toparon con una imagen algo desagradable para mi gusto, al ver como ese chico, abrazaba a mi novia con mucha familiaridad.

—Deberías olvidarla —comentó la pelinegra.

—¿Cómo te puede hacer esto? —masculló Jenny.

Amor de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora