Atado

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Por la mañana Natasha despierta en el sofá, ella y Sam se quedaron despiertos lo más que pudieron pero Steve nunca apareció. Con dolor en el cuello se levanta para ver la hora en su celular y es entonces cuando escucha ruido proveniente de la habitación de Steve.

—Esto es mío...

—Sam, bien quédatelo.

—Y la sudadera que tienes puesta también es mía... pero quédatela el azul es más tu color que él mío.

Natasha encuentra a sus amigos hablando mientras Steve está sacando ropa de su armario y metiéndolo en lo que parece ser una maleta.

— ¿Qué es lo que está pasando aquí?

Sam se gira a verla pero Steve ni siquiera responde.

—Yo le dije ya que es una mala idea, no funcionó. Buena suerte.

Él se va dejándolos solos, aunque Steve parece ni siquiera notar que hay alguien frente a él.

— ¿Vas a algún lado?

—Si.

— ¿Puedo saber a dónde y por qué?

—Iré con Tony... ¿Por qué puedo? Supongo.

Natasha mira la desesperación en cada movimiento que Steve hace, como si deseara salir de ahí de inmediato.

—Steve, creo que sabes que no permitiré que hagas eso ¿Cierto?

— ¡Oh lo siento Natasha no sabía que tenía que pedirte permiso para vivir mi vida!

La pelirroja no se muestra sorprendida por los gritos y el tono de reproche en la voz de Steve, pero por dentro está más que anonadada.

—No estás molesto conmigo Steve, solo quiero que lo recuerdes.

— ¿Ah sí? ¿Cómo estás tan segura?

— ¿Qué fue lo que te hice?

Steve se detiene y por primera vez en todo el rato se digna a mirarla a los ojos.

—Lo siento, pero es que ya tomé una decisión y no permitiré que me hagas cambiar de opinión.

—Ok, bien. No intentaré hacerte cambiar de opinión. Pero si me das solo unos minutos hay algo que me gustaría contarte antes de que te vayas.

— ¿Qué es? Vas a intentar convencerme con alguna historia extraña, es mejor que no hagamos esto, solo... déjame ir.

—No voy a detenerte... y esto no se trata de una historia extraña. Se trata de mí.

Steve deja de meter cosas en la maleta y se sienta en la cama. Su amiga lo mira insegura de lo que está por hacer.

—Bien ¿Qué es lo que quieres decirme?

Natasha se acerca a la puerta para cerrarla y luego simplemente se queda de pie pegando su espalda a la pared como si esta fuese a darle fuerzas.

—Ok... Bien... cuando tenía como diecisiete años conocí... conocí a un hombre. Iván, ese era su nombre. Era apuesto, siempre lucía elegante e importante. Se suponía que era benefactor en el instituto donde estudiaba y vivía. Era mayor que yo... por bastantes años.

Steve mira a Natasha sin embargo ella tiene la mirada perdida en la vista que ofrece la ventana.

—El tiempo pasó, el hombre iba al instituto cada día, comía con nosotras y cenaba ahí. Quizá deba resumirlo diciendo que sus visitas eran más que nada para estar ahí conmigo si sabes a lo que me refiero. Caí como una tonta por él, pensado que él hombre realmente me quería por mis buenos sentimientos.

Perpendiculares ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora