Extraño

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El maldito despertador no deja de sonar y eso lo perturba. Se remueve en la cama y tapa su rostro con la almohada que tiene a su lado. No es hora aun de despertar, no en un maldito viernes cuando no tiene nada que hacer. Si no hubiese quedado en acompañar a Wanda al asunto de su hermano ahora seguiría durmiendo. Golpea con fuerza el despertador hasta que este deja de sonar. Se levanta solo un poco quedando sentado en la cama, pasa las manos por sus ojos intentado despejarlos y enfocar su vista.

La puerta de su habitación se abre dando paso a Wanda que sostiene una taza de café y sonríe alegremente.

— ¿Listo para el gran día que tendremos hoy? Iremos a esa competencia y luego vamos a ir a comer y luego saldremos a bailar como te lo prometí.

—Vamos, no tienes que hacerlo.

—Pero quiero hacerlo, James. Ya es bastante bueno que quieras salir no quiero arruinar tu repentino buen humor —ella suelta un suspiro largo antes de dedicarle otra sonrisa—. Y dime ¿Nada nuevo?

Esa pregunta para muchos podría ser la más normal del mundo. Pero entre James y Wanda es algo que va más allá de solo una pregunta casual.

—No —responde en automático y como siempre.

—Ya vendrá algo —dice ella sonriendo animada—. Él desayuno estará listo pronto, no tardes.

James solo asiente mientras se levanta y camina hacia el cuarto de baño. Aún no ha despertado por completo así que se queda unos minutos de pie frente al espejo colocado sobre la pared arriba del lavamanos. Abre el grifo y moja un poco su rostro. Frota sus ojos de nuevo antes de enfocarse en su propio reflejo.

En definitiva necesita un corte nuevo, pero ya pensará en eso después. La cosa es que pensar en cosas inútiles por la mañana es lo único que lo ayuda a no regresar a la cama y no salir de ella jamás. Eso y Wanda, que siempre está ahí para animarlo cuando lo necesita. No tiene idea de que sería de él ahora si ella no estuviese a su lado, Wanda es la única que lo hace poner los pies sobre la tierra cuando lo único que quiere es irse volando lejos.

Hace cinco meses que volvió a Nueva York a pesar de que sus padres se opusieron a que lo hiciera. Él sabía que era riesgoso volver dado las circunstancias en las que se fue en primer lugar, sin embargo vivir en Europa no era algo que le gustase del todo, es decir, lo disfrutaba pero algo siempre lo atraía hacia Nueva York.

James conoció a Wanda y a Pietro mientras quedaron atrapados juntos en uno de los vagones del metro gracias a un fallo en el sistema. Si, una forma extraña de conocer personas. Wanda lo invitó a tomar un café amablemente a su casa cuando él les dijo que venía desde el otro lado del mundo y James no se negó a pesar de la mirada matadora de Pietro. James recuerda cómo se sorprendió al enterarse que los chicos eran hermanos gemelos y que desde muy pequeños habían tenido que vivir solos y salir adelante.

No sabía por qué, pero se sentía identificado con ellos. Quizá la razón era que sus padres lo habían mandado solo a una ciudad desconocida y que bueno además no podía recordar nada de su pasado.

—Oye —Wanda interrumpe sus pensamientos mientras lo mira recargada en el marco de la puerta—. No importa cuánto te mires en ese espejo siempre veras al mismo idiota horrendo que eres... ¿Estás bien?

—Quiero seguir durmiendo —responde quejándose.

—Oh no, lo siento, pero tú prometiste acompañarme.

—Lo sé y lo haré.

Ella aplaude y da pequeños saltitos mientras se va de nuevo. James no puede evitar reír un poco.

Perpendiculares ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora