Capítulo 2. Piedras mágicas y alas azules

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El hombre retiró su mano de la espalda de Steve, luego se dirijo a una de las paredes de la cabaña.

-No importa quien seas, sólo Lárgate y no vuelvas -dijo el hombre.

Steve se dio vuelta y lo vio encapuchado, llevaba una toga negra. Cuando el hombre tocó la pared, en esta apareció una puerta, tal acto sólo podía significar una cosa.

-¡Eres un mago! -gritó sorprendido el chico.

-¿Por qué te sorprende? Tú también eres uno... -dijo el mago mirando la puerta.

-¿Uno?

-También eres un mago. Vete de una vez.

La extrema confusión de Steve se reflejó en su rostro, el chico miró sus manos.

-Yo no soy un mago -dijo tocándose el pecho.

-No trates de bromear, claro que lo eres, los charcos mágicos sólo se acercan a las personas mágicas o a las personas que traen un verdadero objeto mágico.

-Tampoco traigo un objeto magi...

Se quedó quieto mirando al mago, y para cuando se dio cuenta, en su mano ya estaba la piedra que le regaló su madre, la hermosa piedra que perdió su color en el momento que el chico apareció en este bosque. Steve vio la piedra, casi recupera su color morado.

-Esta piedra me transportó aquí -dijo el chico aún más impresionado.

El mago volteó, retiró la capucha de su cabeza para poder ver mejor la piedra, luego se acercó a Steve y la vio, desconcertado preguntó:

-¿Dónde conseguiste esa piedra?

-Mi madre me la regaló, en una carta decía que la había encontrado en el lago del pueblo Autbrey.

-De seguro hay otra de las piedras en ese lago, ¡Tengo que ir ahora!

Desesperado el Mago salió corriendo de la cabaña, Steve corría tras él, cuando salió de la cabaña gritó:

-¡No puedes ir al pueblo!

El mago se detuvo y lo miró.

-¿Por qué?

-La piedra me trajo hasta aquí porque grité: ¡Quiero ir a un bosque mágico! Estoy seguro que los vecinos llamaron al concejo Edward, deben estar buscando por todo el pueblo.

-¿Es así como funciona la piedra morada o de cambio de lugar? ¿Por qué me ayudas, niño?

-Estoy cansado de que no nos digan por qué asesinan a los magos, si algo malo han hecho por qué no quieren decirlo, han salvado en más de una ocasión al reino en el pasado, te estoy ayudando porque quiero ser como uno de ustedes, quiero ser como tú.

-Hace tiempo que no escucho a alguien defender a los magos. ¿Has escuchado sobre el Mago de la revolución?

-Sí, lo están buscando por todo el reino.

-¿Y si te digo que ya lo encontraste?

Steve se quedó paralizado, tenía la boca abierta y no pudo evitar preguntar estúpidamente.

-¿Eres tú?

-No seas idiota, ¿conoces a otro mago?

-No, pero leí en un libro que en un reino llamado Whitney vivía uno de los magos más fuertes, era Harrison Brown.

-Veo que te agradan mucho los magos.

-Me parecen geniales.

-Muy bien, tú me ayudarás a conseguir el resto de piedras mágicas.

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