Capítulo 11. El nuevo Clarke

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Las decisiones de Edward nunca le habían perjudicado, pero esta tarde, de alguna manera, sentía que se equivocaría de la peor forma.

Estaban por llegar a la cárcel de Edrea, donde se encuentra Clarke, pero Walter no estaba de acuerdo,  le interrumpió en un par de ocasiones, pero Edward respondía, seguía caminando como si no existiera. Arthur miraba con odio a Edward, ya se comenzaba a sentir extraño, quería saber qué pensaba Edward, porque está comenzando a dudar de él, de Arthur.

Parecía que a ningún integrante del concejo creía que era buena idea llevar a Clarke al pueblo, a Arthur no le interesaba. Ingresaron a la cárcel y tres caballeros los recibieron, revisaron sus pertenencias, Edward retiró de su bolsillo la carta que escribió el Rey de Calev, carta que aceptaba la petición de Clarke, la de ir al pueblo mágico.

Clarke sentía cómo se acercaban los integrantes.

—Bien, Clarke, llegó el momento de llevarte al lugar que querías —dijo Edward mientras abría la celda del mago.

Clarke levantó la cabeza, no podía creer lo que escuchaba, iba a estar en su pueblo una vez más. en medio de toda esa oscuridad, de esa nada, apareció su pueblo, los colores, todo lo podía imaginar.

Salieron de la cárcel, Edward y Walter ayudaban a Clarke a caminar. En el centro de Edrea.

—Uno de nosotros tendrá que quedarse por el Rey, no, más bien, dos, que se queden dos —dijo Edward. —Serán Arthur y Walter.

Esto era justo lo que planeó Arthur, él quería acabar con el concejo poco a poco, varios caballeros de Calev habían muerto, por lo que el Rey necesitaba ser protegido por al menos un integrante del concejo. Arthur accedió a quedarse, al igual que Walter. Robert, Edward y Ashton llevaran a Clarke al pueblo.

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En las puertas del bosque. Clarke
se sentía cada vez más cerca de
Lo que debería ser su hogar. Edward miraba de reojo a Clarke, sabía que no haría nada, pero algo le causaba terror.

Cuando llegaron al pueblo, Ashton vio a Clarke dar vueltas, arrodillarse en la hierba y sonreír.

— ¡Sientan la hierba! ¡Cómo ha crecido! —gritó Clarke.

Ashton se sentó y tocó la hierba, y Clarke tiene razón, era suave.
Edward estaba dudando sobre que Clarke alguna vez fue un mago. Los magos también tienen sentimientos, después de todo, Clarke quería vengar a todos los magos del reino y la única forma que encontró fue atacando al castillo del rey.

Las manos de Clarke se movían Por la hierba descontroladamente hasta que sintió algo más que hierba, era algo poderoso, era una piedra.

—¿Saben? Me gustaría ir a Cloverdowm para ver a una amiga —dijo Clarke mientras imaginaba el lugar.

La piedra brilló, luego vibró, de pronto Clarke ya no estaba en Calev. Era la piedra mágica de Steve, la piedra morada.

—Clarke, creo que ya tenemos que regresar a la cárcel, oye, tal vez el rey te deje en libertad... —dijo Edward.

No había nadie más que Ashton y Robert quienes aún jugaban con la hierba.

—¡CLARKE! —gritó Edward.

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