La chica despertó luego de su letargo y para su sorpresa estaba recostada en la cama de su habitación. Al parecer, todo había sido un sueño, sin embargo, lo que estaba por ver la haría cambiar de opinión. Sentía haberse liberado de un gran peso, y exactamente era así, la chica, estaba esbelta, delgada y con todo su sobrepeso perdido como por arte de magia.
Estaba convirtiéndose en una mariposa mas es porque nadie caza orugas.
Un corto vestido rojo, cubría su cuerpo, y al lado de su cama un ramo de rosas azules yacía sobre la mesita de noche. Entre el bello ramillete de delicadas flores una carta con una inicial aguardaba a ser leda. La inicial; "J"
Aun incrédula por su nuevo cambio, tomó el sobre y lentamente lo abrió, para ver si este podría explicar el cómo y porqué de su transformación.
Al abrir el sobre, una nota en tinta azul decía dentro de este;
La belleza interior, opacada por las apariencias, ahora emerge en busca de ser admirada y conservada en las manos de su creador.
Eso generó más preguntas que respuestas en la jóven que, aún impactada por su nuevo cambio, no sabía que había sucedido ni en donde acabaría todo esto.
Se puso de pie e intentó abrir la puerta de su habitación, mas esta estaba cerrada con llave. Por más que trataba todo era en vano. Antes de rendirse, una nota se deslizó por debajo de la puerta quedando a sus pies, se agachó la recogió y mientras se ponía de pie leía lo que decía;
El mundo aún no puede ver tu belleza, el cambio aún no ha terminado...
El doble de sus preguntas revoloteaban en su cabeza, y las respuestas brillaban por su ausencia.
Se sentó al borde de la cama mientras seguía observando el gran cambio que sufrió. Esto tuvo que haber ocurrido días o semanas atrás, ya que no sentía dolor alguno o signos de una operación reciente.
Minutos después la puerta de su habitación se abrió, y "J" entró para verla
— ¿cómo está mi monarca? —preguntó con aire de grandeza
—J, ¿eres tú? ¿Qué me sucedió? —exclamó confundida
—Ahora la belleza de tu alma comienza a emerger —dijo con una mirada perturbada
— ¿tú me hiciste esto? —cuestionó desconcertada
—eso no importa, lo que importa es que ahora eres bella, por fuera y por dentro. Pero aún falta mucho que ver —vociferaba mientras se acercaba a ella
— ¿de que estas hablando? —replicó asustada
—Ahora te darás cuenta —susurró al acercarse a su cuello —duerme y al despertar, verás tu sueño, hecho realidad
Luego de esas palabras, la mirada de la chica se nubló, todo se puso negro y la verdadera transformación estaba dando inicio.
Al despertar, ella se encontraba muy desorientada colgando de cabeza sobre el suelo envuelta en una especie de crisálida de algo parecido al plástico o a una tela reforzada.
Mientras su mirada se adaptaba a la luz tenue del sótano en que estaba, notó como de unas escaleras una figura masculina bajaba lenta y elegantemente.
no podía distinguirla bien ya que su vista estaba invertida, sin embargo, su voz delató su identidad
—llegó la hora —exclamó J con sádica mirada
—no me hagas daño por favor, déjame salir de aquí, suéltame
—Si tuviera una moneda por cada vez que dicen eso, podría comprar más juguetes —dijo refiriéndose a sus máquinas de tortura
— ¿Qué vas a hacerme? —preguntó aterrada
—no te alarmes, solo haré que la belleza que llevas dentro, también se vea por fuera —exclamó acercándose —La plática terminó, es momento de la metamorfosis —susurró al oído
La chica se retorcía dentro de la crisálida intentando escapar mas todo era inútil, estaba demasiado apretada como para poder liberarse y no lo quedaba más que prepararse para lo peor.
Repentinamente, dentro de la crisálida, un liquido amarillo traslucido comenzó a fluir llenando el espacio dentro de esta. La chica se dio cuenta de lo que era de la peor manera, y es que su cuerpo comenzó a arder y disolverse ya que el extraño fluido resultó ser una mezcla de potentes ácidos que poco a poco estaban devorando su cuerpo.
La agonía de la chica era evidente en su mirada, todos los gestos y muecas de dolor que hacían parecer que su rostro se estaba transformando, sin embargo, la verdadera metamorfosis apenas comenzaba.
Lentamente el ácido disolvía su cuerpo mientras los gritos de dolor desbordaban la habitación.
La mirada de J no mostraba ningún tipo de empatía, culpa o remordimiento, más bien, era la mirada de alguien satisfecho por su trabajo, la mirada de un artista macabro que estaba realizando su obra maestra.
J disfrutaba plenamente cada grito de dolor que la chica, y cada movimiento que ella daba parecía acercarse más a su transformación final.
Antes que todo llegase a su fin, J tomó un par de lentes de contacto azules, y cuidadosamente se los puso a la chica quien no paraba de retorcerse de la agonía ya que tan macabra tortura no podría ser soportada por ningún ser vivo
Firmemente sujeto su cabeza, abrió sus párpado y puso las lentillas en su lugar.
—ya casi estas lista — susurró a su oído.
De un momento a otro, la crisálida comenzó a romperse, y la "mariposa" comenzaba a emerger.
La chica estaba en sus últimos segundos de vida y antes de morir, el sádico J dio su discurso final para ella:
La belleza es efímera, mas no si es del alma. Muchos se dan cuenta del valor que esta tiene hasta que la pierden. Siempre fuiste bella y siempre lo seras, la belleza está en alma y no cambiará jamás.
Una última y transparente lágrima rodó por la mejilla de la chica quien se había dando cuenta de lo que tenía hasta que lo perdió.
la chica dio su último respiro, y murió.
J, a pesar de ser un cruel asesino no pudo evitar sentir algo de pesar por ella, sin embargo eso duró poco ya que luego con mucho cuidado extrajo el corazón de la chica y lo puso en un pequeño cofre decorado zafiros azules y con un forro interior de seda tambien azul.
Tomó el cofre y lo puso en la cima de su anaquel, sobre todos los demás corazones.
—mi metamorfosis, ha terminado...
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El asesino de ojos azules
Mystery / Thriller"Los ojos son las ventanas del alma, y los de John son las puertas del infierno" El odio encendió su corazón y solo la sangre puede apagarlo. No te confundas con el azul de sus ojos porque la maldad se oculta detrás de ellos. Jugaron con su corazón...