27. BUSCANDO LA MUERTE

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John quedó impactado al saber que tenía un admirador, sin embargo, algo no le cuadraba con él, al parecer, su intención no era solo conocerlo.

—Mi nombre es Johan, es un placer conocer al artista de mis obras favoritas

—Gracias por la cordialidad, pero ¿a qué has venido a mi casa? —preguntó escondiendo el cuchillo en la bolsa trasera de su pantalón

—Vine porque me gustaría hacer una obra con usted —respondió con una mirada perdida acercándose a él

—vaya, me alagas, pero no tengo tiempo para eso ahora. Tengo asuntos que atender

—Tal vez cambies de opinión luego de esto

Johan se dirigió a la cocina y trajo a rastras a una linda chica de cabello castaño y ojos color avellana. La infortunada chica estaba amarrada como un cerdo a punto de ir al matadero y puesto en su boca un trapo blanco le impedía hablar.

Las lágrimas brotaban descontroladamente de los ojos de la chica y estas se mezclaban con el color caramelo de su piel. Al parecer era una chica hispana y se podía notar en el negro de su cabello y la belleza exótica de su cuerpo.

— ¿Quién es tu amiga? —preguntó John con sarcasmo

—Es Elisa, la traje solo para ti, para que me enseñes a hacer lo que tú haces —exclamó emocionado

—Está bien, llévala al sótano —ordenó —«que bien, dos pájaros de un solo tiro y tres en una noche» —pensó mientras se dirigía con él al sótano.

Al bajar, Johan quedó impresionado al ver la cantidad de artefactos que John tenía en su colección, desde máquinas de tortura clásica hasta un par de máquinas modernas que sabe Dios de dónde las sacó.

—sí que tienes muchas maquinas aquí —exclamó admirado mientras arrastraba a la chica por las escaleras

—hermosas ¿no lo crees? —exclamó con desdén

— ¿Cómo las conseguiste? —preguntó al llegar abajo

—No son mías, son de un amigo —respondió paseando la mirada por el lugar

—Tu amigo sí que tiene buen gusto —añadió asombrado

—Sí, nos parecemos mucho en ese aspecto

—muy bien, ahora, dime que hacer —solicitó Johan

—asegurala en esa silla, hay unas esposas en aquel cajón de allá —señaló John

Johan sacó las esposas, soltó a la chica y a pesar de los forcejeos de esta, pudo controlarla y esposarla a la silla. La chica estaba aterrada, dos hombres la tenían secuestrada en un cuarto de tortura a punto de atormentarla sin piedad, sin embargo, no estaría preparada para lo que iba a suceder.

— ¿Por dónde empiezo?—preguntó ansioso

—Saca un cuchillo de aquella gaveta —ordenó

Johan se acercó a la gaveta a buscar el cuchillo sin embargo no lo encontraba

—No veo nada, ¿seguro que está aquí? —preguntó revisando el cajón

—Estoy seguro que sí —inquirió acercándose —está justo aquí —exclamó apuñalandolo en la pierna

Johan soltó un grito de dolor y la chica que estaba atada en la silla quedó anonadada al ver la brutal escena.

—Regla número uno de un asesino —puntuó John —nunca le des la espalda a otro asesino —exclamó sacando el cuchillo —Regla número dos, nunca confíes en nadie —agregó sentando a Johan en otra silla—Regla número tres —dijo sosteniendo el cuchillo en su boca —Si te atrapan, está muerto —sentenció atándolo con las correas de la silla.

—Regla número uno de un asesino —puntuó John —nunca le des la espalda a otro asesino —exclamó sacando el cuchillo —Regla número dos, nunca confíes en nadie —agregó sentando a Johan en otra silla—Regla número tres —dijo sosteniendo el cuchillo en s...

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John le daría una clase de tortura a Johan, usándolo a él como muñeco de pruebas. Qué mejor manera de saber cómo infringir dolor que experimentarlo por ti mismo.

John soltó el trapo de la boca de la chica la cual, aterrada por lo que sucedía, permanecia enmudecida.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó John

La chica no respondió, el pánico le impedía hablar y los nervios se habían apoderado de ella

—silencio, que lindo nombre —agregó con sarcasmo —. Me caes bien, te daré una clase de anatomía e historia —agregó —este es el aplasta pulgares —añadió mostrándole el objeto —se usó en la época la inquisición e incluso los nazis llegaron a usarlo en la segunda guerra mundial —exclamó colocándolo en la mano de Johan —el pulgar posee cinco piezas óseas y con este amiguito puede romperlas toda de manera lenta y dolorosa —detalló mientras ajustaba el artefacto a la mano de Johan

John lentamente comenzó a apretar el artefacto haciendo que los gritos de Johan no se hicieran esperar, era una tortura lenta y dolorosa que nada más sería el preámbulo de algo aún peor.

— este es el musculo peroné largo, sabe delicioso en salsa barbacoa —siguió explicando mientras con su enorme cuchillo cortaba la pantorrilla de Johan 

—detente por favor, solo queria ser tu amigo —exclamó dolorido

—lo siento pero no puedes ser amigo de un asesino —añadió —tarde o temprano la muerte vendrá por ti y no podrás escapar 

—matame, si no quieres que sea tu compañero conviérteme en una de tus obras —suplicó con deseo

—lo siento  pero eso es imposible, sabes que, ya me aburriste, es momento de terminar esta clase —exclamó austero —esta de aquí, es la vena yugular —señaló el cuello de Johan con el cuchillo —y esto   —cortó el cuello de Johan —son entre cuatro a cinco litros de sangre salpicando por todo el lugar.

La chica yacía paralizada en la silla mientras John sacaba algo de una gaveta.

—¿sabes a qué velocidad viaja una bala? —preguntó John

La chica veía horrorizada a los ojos de John quien de pie frente a ella esperaba su respuesta.

 — no lo sabes bueno —se dió vuelta y cargó un arma —340 metros por segundo si es asi como esta  

Sin piedad, John acabó con la vida de la chica al disparle fulminantemente en la cabeza acabando con su macabra clase de tortura, historia y anatomía de una vez por toda.

—Josh, trae bolsas extras, al parecer tu jefe se dará un buen buffete

Al día siguiente y en otro punto de la ciudad, una familia realizaba una venta de garage afuera de su casa cuando un misterioso sujeto de porte elegante y mirada encantadora se acercó a preguntar por una caja con viejos libros dentro de esta.

  —¿Quién mató a Richard?, Detrás de la puerta, Mi amigo imaginario —mencionaba los títulos mientras seguía revisando   —la asesina de ojos carmesí, sangre azul. «Sin duda eran de él» —pensó recordando a alguien —. Disculpe, ¿cuanto por esta caja? — preguntó muy interesado.

—dos dólares —respondió la mujer que estaba encargada de la venta

El sujeto compró la caja, y marchándose del lugar comenzó a imaginar cómo sería su encuentro con el asesino de ojos azules...

  





El asesino de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora