42. PRESAGIO

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Un incómodo silencio precedió la inesperada llamada que, sumada a la foto y las rosas, parecía ser un augurio de lo que estaba por suceder.

Detrás de ambos objetos debía haber un mensaje encriptado, como en todas los asesinatos y pistas dejadas a lo largo de la investigación.

Antes de continuar con sus conjeturas, decidió ir a la cocina por un tarro con agua para colocar las flores. De regreso en su habitación, quitó el envoltorio del ramo, y al hacerlo, un sobre cayó a sus pies.

Tomándolo con intriga, lo primero que pudo notar fue el brillante y extraño ojo azul que traía marcado, el sello característico.

Nada bueno se podía esperar de este tipo de sobres, sin embargo, no tenía más opción que revisar lo que tuviera dentro ya que ignorarlo podría resultar peor, y lo sabía por experiencia propia.

Lista para lo que fuera, abrió el misterioso sobre para encontrarse con una nota que le helaría la sangre y le volaría la cabeza. El texto, son su ya usual color índigo, citaba lo siguiente:

Cuando un corazón se rompe, cada fragmento se divide y forma uno nuevo. ¿En cuantos pedazos habrán partido el mío? Y ¿cuántos corazones tendré?

Al final todos los pedazos son uno solo y ese uno soy yo, es ella y somos todos.

Las palabras no reparan un corazón roto, el perdón no cura las heridas del alma y las súplicas no te salvarán de la muerte.

Lanza un plato al suelo, ve como se rompe, luego pídele disculpas y entenderás que mil lamentos podrán salir de tu boca mas ninguno reparará el daño que has hecho.

Así es la vida; en ocasiones somos el plato y en otras quien lo lanza al suelo.

Tras terminar de leer aquel poético y estremecedor escrito, un fuerte estruendo irrumpió en la quietud que envolvía la habitación, al parecer venia de abajo.

Dejando a un lado su lectura, Eli tomó el revolver que tenía en su mesa de noche y se dispuso a ver que estaba ocurriendo.

Preparada para encarar cualquier amenaza, salió de su recámara y cruzó el pasillo hasta llegar a las escaleras. Evitando el rechinido de estas, descendió con cautela hasta llegar al primer piso donde todo lucía en orden, sin embrago, la verdadera sorpresa estaba la cocina, donde al llegar encontró; Un plato roto en el suelo.

Era imposible que aquellas palabras se materializaran de un instante a otro, pero estaba ocurriendo. Alguien la estaba observando, y ese alguien aún seguía en casa.

Mientras analizaba con detenimiento la situación, el sonido de pisadas provenientes del exterior ponían al descubierto la posición de su acosador.

Decidida a atraparlo, salió por la parte trasera donde lo sorprendió saliendo tranquilamente de la escena. Sin dilación, Elizabeth comenzó a acercarse a este, quien, al notar su presencia, aceleró el paso hasta empezar a correr.

En instantes, una persecución había iniciado, era la oportunidad de Elizabeth para atrapar a quien desde hace tiempo atrás intentaba enloquecerla.

Poco a poco la distancia entre ambos se reducía, sus pasos aligerados estaban cada vez más cerca, pero esto no acabaría ahí.

En una arriesgada maniobra, el sujeto sacó un arma de su bolsa y disparó fallidamente contra Elizabeth quien aún seguía tras él. Por su parte, ella respondió de la misma manera logrando acertar en uno de los brazos del fugitivo. La persecución se había extendido por varias calles, mas ninguno parecía querer detenerse. El sujeto llevaba dos cuadras de delantera, sin embargo, Elizabeth estaba segura que pronto se detendría ya que el sangrado le ocasionaría un desmayo.

El asesino de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora