40. OJOS CARMESÍ

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Elizabeth quedó impactada al ver nuevamente a Richard aunque no pensó que sería de esa manera. Su posible escape apuntaba más las sospechas hacía él, y aunque en el fondo ella quisiera ayudarlo, su actitud solo lo comprometía.

 —Elizabeth, me alegra verte de nuevo, pero no puedes estar aquí —exclamó nervioso 

 —Tú eres quien no debería estar aquí —respondió molesta —¿que pretendes con todo esto? 

 —No es lo que parece.

 —Si claro, estabas jugando a las escondidas con tus amigos psicópatas —replicó con sarcasmo—. Por favor Richard, acabemos esto de una vez y dime ¿porqué lo hiciste? —inquirió apuntándole con su arma mientras este seguía en el suelo 

—¿Acaso no te das cuenta ? —reprendió preocupado —. Te está usando y lo peor es que tu lo permites —afirmó —caerás en su trampa como yo lo hice, fue inevitable, él lo ve todo

—estaba pensando lo mismo, quizá solo trata de desviar las cosas —reflexionó —como estas haciendo ahora —inquirió  —. ¿Cómo puedo saber que no eres tú quien intenta manipularme?

—Confía en mí 

—no puedo confiar en un asesino —respondió

—Yo tampoco, pero, aún confío en ti —sentenció

En medio de su conversación, decenas de válvulas en el techo se abrieron a la vez inundando de gas la habitación.

—Ya no hay tiempo —exclamó Richard tosiendo —el tiene ojos en todas partes, si quieres atraparlo revisa las... revisa las ca.... —añadió antes de quedar inconsciente.

—despierta Richard ¿de que hablas? —pregunto entre tosidos —Richard, Richard... —repitió varias veces antes de desmayarse.

...

Horas más tarde, en otro punto de Adelaida, una joven de cabello rojizo brillante y radiantes ojos color miel caminaba rumbo al hotel donde pasaría su primera noche en la ciudad. En su maleta roja traía consigo todo lo necesario para empezar su nueva vida ahí ya que había llegado para quedarse.

Su elegante figura resaltaba bajo el abrigo marrón que traía puesto, sus botas oscuras y su pantalón negro completaban el atuendo junto al labial rojo que brillaba en su boca contrastando con su mirada casi carmesí.

Su elegante figura resaltaba bajo el abrigo marrón que traía puesto, sus botas oscuras y su pantalón negro completaban el atuendo junto al labial rojo que brillaba en su boca contrastando con su mirada casi carmesí

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(imagen de referencia)

Las ruedas de su equipaje rodaban por el frió asfalto de la acera, el firme sonido de sus pisadas lentas y seguras irrumpía en el silencio de la noche y en el sosiego de la penumbra sólo su presencia era notoria.

Caminando austera bajo las luces azules de los faroles cuando un ruido a la distancia disipo la quietud de su entorno; era un extraño auto negro que lentamente se aproximaba en su dirección. Ella no le había prestado mucha importancia hasta que el vehículo se detuvo y de este un apuesto hombre bajó y preguntó:

El asesino de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora