38. AL BORDE DE LA LOCURA

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Tras haber estado un momento a solas con el cadáver, Elizabeth permitió que los oficiales procedieran con el levantamiento. Todos realizaban su labor mientras disimuladamente la veían con desaprobación y duda por su actitud tan impropia. Ella permanecía de pie frente a su escritorio mientras trataba de digerir lo que había presenciado.Nada parecía tener sentido, a estas alturas, no podía confiar ni en su propia sombra.

La paranoia comenzaba a hacerse más notoria a medida que nuevas pistas se revelaban y hacían que todo lo anterior se conectara o perdiera lógica. Lo único que podría aclarar las cosas era el sobre que la chica traía consigo, sin embargo, no era el momento ni el lugar adecuado para revisarlo, por ahora, la incertidumbre seguirá hasta que pueda estar a solas y descubrir que es lo que esconde.

Eli analizaba los hechos mentalmente mientras los forenses terminaban la inspección cuando una irritante y masculina voz interrumpió su concentración, era John, quien con su característico sarcasmo exclamó:

—Que desorden, alguien debería limpiar este lugar

—No era necesario decirlo —añadió molesta —¿veo que has estado algo ocupado ? —reclamó sarcásticamente viendo el vaso de café en su mano. 

 —es para ti, veo que lo necesitas, te ves algo tensa —respondió entregándole la bebida 

 —¿qué esperabas imbécil? una chica se suicidó frente a mí, el verdadero asesino aún sigue libre y tú vienes con tu estúpida actitud queriendo hacerte el gracioso —esbozó furiosa 

 —¿el verdadero asesino? —interrogó acercándose a ella ignorando el dato del suicidio—. O sea que hay más de uno. ¿Qué te hace decir eso? —cuestiono mirándola fijamente con sus penetrantes ojos azules 

 —aún no puedes saberlo —replicó —y cuando lo sepas no te va a gustar 

 —sé mucho más de lo que crees —aseguró —todos tenemos secretos, y los tuyos son muy interesantes 

 —no más que los tuyos supongo —insinuó—de eso estoy segura, de lo que no estoy tan segura es si puedo confiar en ti. 

 —el sentimiento es mutuo, pero, podría hacer que cambies de opinión —insinuó —yo puedo ocupar ese vacío que Richard dejo —aseguró acariciando su brazo 

 —¿quien te crees que eres para decir eso? —exclamó apartando su mano con enojo 

 —soy quien te quita el sueño, quien siempre está en tus pensamientos y quien, aunque intentes negarlo, te vuelve loca —susurró a su oído 

 —no lo creo —respondió molesta 

 —cuando sepas porque lo digo comprenderás a que me refiero —sentenció saliendo de la oficina.

Elizabeth estaba al borde de la locura por lo que decidió salir a dar un paseo y aclarar su mente, y que mejor lugar que el viejo parque que solía visitar. Sin pensarlo mucho subió a su auto y se marchó de la oficina sin imaginar lo que pasaría.

Un accidente en la vía había generado un tráfico abrumador que le impedía circular por la ruta que acostumbraba, por lo cual tuvo que tomar otro camino. La calle que tomó era algo inquietante, a diferencia de las demás, estaba sola, en silencio y con poca o ninguna persona en circulando cerca. 

El asesino de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora