La ira y la duda se mezclaban en el rostro de Elizabeth quien no sabía cómo reaccionar ante la impotencia de saber que su oscuro pasado podría salir a la luz.
Elizabeth ordenó sus cosas, tomó las llaves de su auto y se fue.
— ¿a dónde vas Elizabeth? —preguntó Richard.
Ella lo ignoró y siguió caminando dejándole en claro que no quería hablar con nadie.
En el auto, Elizabeth no podía controlar sus emociones. La firme y fría investigadora se sentía indefensa al saber que alguien más conocía sus secretos. Sostenía fuertemente el volante, a pesar de ser quien hace cumplir la ley, se pasó un par de altos y un semáforo en rojo ya que tenía que llegar rápido a donde fuese que iba.
Luego de un viaje algo brusco y errático, Elizabeth llegó a un pequeño y abandonado parque algo retirado del centro de la ciudad.
Salió del auto y comenzó a caminar por el antiguo y descuidado lugar.
Entre viejos y oxidados columpios y bancas y cercos desmoronados, un aire a pasado se sentía y la nostalgia se veía reflejada en su rostro.
Su humor cambio drásticamente y sus ojos, que parecían un mar enfurecido, ahora lucían como claras y tranquilas aguas de un océano de paz.
Miles de cosas pasaban por la mente de Elizabeth, pero ya no lo hacían de manera rápida y abrupta como antes, ahora, cada pensamiento ocupaba un lugar y un momento en la mente de ella.
Sentada en una roca bajo un frondoso y robusto árbol, recordaba cuando de adolescente se sentaba en ese mismo lugar a leer su libro de misterio favorito; "La asesina de ojos carmesí".
Todos en el parque jugaban, reían y saltaban de un lado a otro excepto ella, y alguien más.
Frente a ella pero un poco lejos, un misterioso y atractivo chico también se sentaba bajo un árbol a leer.
Su tez clara y cabello oscuro como la noche, contrastaban con su rostro angelical y sus labios perfectos que parecían decir a gritos ¡bésame!
Sin embargo, lo que más se notaba de su distante y casi divina presencia, eran sus hermosos y perfectos ojos azules.
Detrás de su mirada parecía haber un alma atormentada que, al igual que la suya, buscaba un escape o una motivación para vivir, a través de los libros.
Ese azul profundo parecía ocultar muchos secretos, y un pasado (o presente) muy sombrío.
Sus ojos no despegaban la vista del libro que leía. Al parecer también le gustaba el misterio y suspenso como a ella ya que estaba leyendo "sangre azul"
Su presencia debería de notarse y ser motivo para estar rodeado de muchas personas, pero no era así.
Estaba solo e inmerso en su propio mundo.
Elizabeth tenía un nuevo motivo para estar en el parque y era, el chico de ojos azules.
Pasaron los días y cada vez que Elizabeth visitaba el parque, el chico estaba allí.
Esa admiración hacia aquel chico poco a poco se convirtió en algo más que parecía ser imposible.
Elizabeth estaba enamorada de él, y el día en que por fin se decidió en hablarle, él ya no estaba.
Todas las tardes Elizabeth iba al parque con la esperanza de volver a verlo, pero nunca sucedió.
Luego de ese momento sus visitas al parque se tornaron más tristes, y más por el hecho del porqué pasaba tanto tiempo allí.
Su familia la hizo a un lado luego de lo que hizo, y constantemente le reprochaban lo ocurrido en aquel trágico día.
En el parque, podía despejar su mente con la lectura y la soledad, y olvidar por un momento todo a su alrededor.
Desde entonces, en los momentos más duros o difíciles su vida, visita ese lugar para poder estar en paz por al menos un momento y con la esperanza de volver a ver al chico de ojos azules.
Su momento nostálgico se vio interrumpido por el molesto sonido de su celular. La llamada era de un número desconocido y ya se imaginaba de quien podía ser.
—Hola
—nos vemos pronto. —dijo una masculina voz.Para sorpresa de Elizabeth, no era el sujeto de siempre sino una voz, que aunque nunca la había oído, se le hacía muy familiar.
Era hora de volver a casa, la visita al parque fue de mucha ayuda para ella pero era momento de volver a la realidad.
Mientras se dirigía hacia su auto alguien pasó a su lado rozando su hombro con el de ella.
Instintivamente, volteó para ver quién era y se sorprendió mucho al ver a un atractivo hombre, con unos hermosos ojos que parecían brillantes zafiros.
Esa mirada ya la había visto antes, ¡era el chico de ojos azules!
Al parecer sus recuerdos lo revivieron y el destino le estaba dando la oportunidad de decirle lo que sentía.
Elizabeth, algo dudosa, lo observó con detenimiento para asegurarse que era él, y efectivamente lo era.
Su cabello, su rostro, su cuerpo y sobre todo su mirada eran como la de aquel chico, solo que con algunos pequeños rasgos distintos obviamente por el paso del tiempo y la madurez.
Elizabeth no podía aguantar las ganas de abrazarlo, besarlo y decirle cuanto lo amaba y lo sigue amando.
Algo bueno de su pasado había vuelto para hacerla feliz, pero al parecer no era lo único que había regresado.
Elizabeth se dirigía hacia él para hablarle pero de un momento a otro, su mundo se vino abajo.
Cuando estaba a un par de metros de él, una chica rubia, elegante y muy bien vestida se acercó primero, lo saludo, lo abrazó y lo beso apasionante en la boca.
Su corazón se partió en mil pedazos y una fría lágrima rodó por su mejilla.
Esperanzada de que todo hubiera sido un mal entendido siguió observando para ver si algo más pasaba. Y pasó.
Él tomó a la otra chica de la mano y caminó con ella hacia su auto. Antes de subirse, volteó hacia atrás, vio a Elizabeth, sonrió y se fue...
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El asesino de ojos azules
Mistério / Suspense"Los ojos son las ventanas del alma, y los de John son las puertas del infierno" El odio encendió su corazón y solo la sangre puede apagarlo. No te confundas con el azul de sus ojos porque la maldad se oculta detrás de ellos. Jugaron con su corazón...