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Confirme, que nadie nunca lee las notas finales, por nadie se percató que puse que este era el último capítulo. Disfruten. 🤗

Keila salió de la ducha sabiendo que Gonzalo estaba ahí esperando respuestas.

— No era como querías que te enteras de la vida de mierda que tengo. —musitó al ver al jugador recostado en el sofá. — ¡Perdón!

Se acercó a ella y acarició su mejilla, con una sonrisa sincera pero el ver sus lágrimas acumuladas en sus ojos no aguanto y la abrazo dejando que se desplomara en su brazos, donde ella sentía seguridad.

— ¿Porque pedís perdón? —pregunto tomando su cabeza entre sus manos y haciendo que los ojos, triste de ella lo miren solo a el. — No tenes que disculparte por nada.

— Si te lo hubiese dicho antes y no haber actuado como estúpida, no estarías enojado. —soltó tomando por sorpresa a Gonzalo.

— ¡No estoy enojado! —dijo en abrazándola a la vez que acariciaba su hombro. — Todo lo contrario, Kei. No es un tema fácil de tocar tampoco.

Hubo un silencio, no era incómodo en lo absoluto pero de repente Keila lo rompió sin soltarse de su abrazo.

— El once de septiembre de dos mil cuatro, se cumplían tres años de que mi papá falleciera en el atentado de las torres gemelas. —explico dejando completamente estático a Gonzalo. — Ese día nosotras estábamos yendo al cementerio, como todos los años, yo iba en el asiento de atrás, tenía siete años y era un nena caprichosa, Catalina estaba a mi lado, plena adolescencia y no me daba bola, que era lo único que quería. —se quebró y suspiró, Gonzalo la miro y ella siguió. — Empecé a pelear con ella, a molestarla para que me diera una parte de la atención que le prestaba a su celular, a todo esto mi mamá miraba por el espejo retrovisor y nos advertía que nos calmemos. —dibujaba con su dedo el tatuado brazo de Gonzalo. — Catalina quiso pegarme porque estaba "cansada" de que la molestara, en ese momento mi mamá por querer impedirlo, perdió el control del auto. —se apartó de el y lo miro sin ocultar su lágrimas. — El auto dió tres vueltas en el asfalto después de chocar con un camión. Mi mamá murió en el instante, los médicos dijeron que era un milagro que nosotras dos sobrevivamos. —se seco las lágrimas con la manga del buzo, pero volvió al contacto con sus ojos. — Eran tan graves las lesiones que teníamos que parecía imposible sobrevivir, pero lo hicimos, aunque preferí no hacerlo. —Gonzalo estaba a nada de quebrase pero se mantenía fuerte y solo acariciaba sus manos. — Desde ese día todo fue más que complicado para mí, ya me veía yendo de orfanato en orfanato, pero no fue así. Los padres de Olivia se hicieron cargo de nosotras dos, los de Camille se ofrecieron pero el odio que mi hermana tenía hacia mi amiga no ayudaba mucho. —suspiro y bajo la vista por primera vez. — Catalina nunca me lo perdono, siempre me recriminó desde el minuto uno que mamá había muerto por mis caprichos, que la culpa de que ella no esté con nosotras era toda mía, claro que me lo creí. Cuando se fue del país, fue la primera vez que caí en depresión, todos me abandonaban mis viejos y en ese momento ella. —se quebró sin mirarlo, Gonzalo no sabía qué hacer ni como actuar. — Tenía casi doce años cuando me lastimaba conscientemente con una gillette. —mostro sus brazos, cicatrices que casi ni se veían. — la depresión y la preadolescencia nunca van de la mano, otra vez Camille y Olivia a mi lado, igual que su familia. —no sabía cómo seguir, su voz se había quebrado por lo que Gonzalo la guío hasta el sillón e hizo que se tranquilizara. — El psiquiatra me diagnóstico como propensa a suicidarme, para el era fácil decirlo, el llegaba a su casa y tenía a su familia, yo llegaba a mi casa, que no era mi casa y veía a mi amiga con sus padres, era horrible, si bien nunca me faltó nada con los Bonaventura me faltaban mi viejos. —Keila no podía parar de llorar y Gonzalo solo se dedicaba a secar sus lágrimas con sus pulgares. — El único consuelo que tenía era ir al cementerio los domingos y sentarme a llorar hasta cansarme.

Suspiró y lo miro completamente destrozada. — Mi vida no es fácil Gonzalo, nunca lo fue y nunca lo va a ser, pase más tiempo deprimida de lo que fui feliz, mi vida se vino abajo cuando llamaron de la oficina de mi papá avisando que él había muerto. —sus manos cubrieron su rostro y un sollozo interminable apareció. — Ese día todo se dió vuelta, si no hubiese sido siempre por Camille y Olivia, yo estaría en el nicho de mi familia hace tiempo, pero mis amigas siempre estuvieron a mi lado desde que íbamos a la guardería juntas. —sus ojos rojos se posaron en Gonzalo que aguantaba las lágrimas delante de ella. — ¿Ahora entendes porque no quería decirte esto? ¡Porque no quería que vos te vayas! Con vos soy tan feliz, con solo verte sonreír, me haces tan bien, pero no te merezco Gonza, ¿Que te puedo ofrecer tristeza y problemas? —Gonzalo se alertó e intensificó su mirada. — No puedo pedirte que te vayas, pero si querés hacerlo es ahora donde te podés ir.

— ¿Te pensas que yo me quiero ir, Keila? —no oculto el tono de su voz, apunto de quebrarse, tomó el rostro de Keila entre sus manos e hizo que solo se concentrará en las palabras que estaba por decir. —Si yo hubiese querido irme, lo hubiese echo después que me dijiste que por tu ex casi te tiras de un noveno piso, ahora entiendo el porque de todo y ahora entiendo porque no me quiero ir nunca de tu lado, Kei. —acaricio su mejilla y una lágrima cayó por su rostro. —Sos la mina más fuerte que conozco y mira que conocí muchas. —una sonrisa sincera se dibujó en el rostro de la joven. — Te dije que me iba a quedar acá hasta hacerlo funcionar, hasta que no quiera funcionar. —los ojos verdes de Keila se posaban en los oscuros de el. — No voy a ir a ningún lado, no te digo que no vamos a discutir y va a ser un cuento de rosas, porque no, no va a ser así, vamos a discutir, vamos a gritar a tirar cosas, pero nunca nos vamos a ir. Keila yo en vos encontré la felicidad, estoy enamorado de vos y no me importa tu difícil pasado, porque yo estoy ahora para vos, para vivir nuestro presente e imaginar un futuro, y no me voy a ir, nunca me voy a ir, Keila. —su voz se quebró. — Yo-yo te amo. —una sonrisa hermosa apareció en el rostro de ella mientras musitaba »yo también, Gonza.«

Ella sin más, tomó el rostro de Gonzalo y unió sus labios con los de el, las lágrimas de los dos hacían de la escena aún más épica.

Tanto tiempo pasó llorando a escondidas, ocultando sus sentimientos y de a poco perdiendo su vida que de repente se encontraba llorando delante de alguien que no eran Olivia o Camille, alguien que la entendía y que no había salido corriendo ante los momentos difíciles, una persona que se quedó y que por lo que tenía entendido no se iba a ir.

Lo que tanto busco, lo encontró de manera inesperada, en el tipo de persona que había esquivado toda su vida, por las malas decisiones que había tomado anteriormente.

En una persona en la que sentía seguridad, cariño y amor. Como el dijo, no iba a ser un cuento de rosas, en si su relación nunca lo fue, pero le bastaba saber que los dos iba a pelear codo a codo hasta que no quiera funcionar más, eso le daba aún más paz, no por miedo a que el la dejara, porque si no ahora tenía algo por lo que luchar, no era invento de sus mentes, después de tanto sufrir, había conseguido que alguien la quiera, con sus defectos y virtudes, con su pasado y su presente, que la quiera a ella siendo ella y no aparentando ser algo que no era, pero ahí era donde ella se equivocaba, el no la quería, el la amaba.







Antes que me maten, va a haber un epílogo. Que las va a hacer feliz (?) Ahora necesito recuperarme del bajón anímico que estoy manejando después de finalizar esta novela. Lxs adoro.

| 29 | Gonzalo Montiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora