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Palpé el bolsillo de mi chaqueta. El arma se sentía fría y pesada. Suspiré, tratando de relajarme  y entré al bar.

El ambiente era bastante... tranquilo. Había poca gente sentada en las mesas y unas cuantas bebiendo en la barra. Apreté los puños y me senté en una mesa que estaba en una esquina a oscuras.

Volví a suspirar, tratando de regular mi respiración. No me podía creer que fuera a hacer esto.

De repente, todo el local quedó a oscuras a excepción del escenario en medio del bar fue iluminado por unos focos anaranjados.

Una figura subió al escenario y agarró el micrófono. Su pelo era rubio, brillante bajo los focos. Su clara piel hacía un fuerte contraste con sus oscuros y calmados ojos. Sus labios, suaves y sonrosados, se abrieron para dar paso a una canción.

No me había dado cuenta de que había empezado a sonar una suave melodía. No me había dado cuenta de nada de lo que pasaba a mi alrededor.
Estaba viendo a un ángel. Un hermoso y perfecto ángel.

La voz del chico era suave, cariñosa. Su voz combinaba perfectamente con la balada que sonaba por el local. Las palabras salían de sus labios para clavarse directamente en mi corazón, quitándome el aliento.

Olvidé todos mis problemas. Las preocupaciones que inundaban mi cabeza esta noche se esfumaron. En este instante sólo existíamos él y yo.

El chico abrió los ojos, que anteriormente había cerrado y fijó sus negras pupilas en mi. Mi cerebro se apagó y dejé de respirar por un segundo. Un extraño cosquilleo se propagó por todo mi cuerpo. Las mariposas de mi estómago me dieron ganas de vomitar. Me estaba muriendo.

La hermosa canción llegó a su fin y todo el local estalló en aplausos. El rubio saludó y sin apartar su mirada de mi, se dio la vuelta y desapareció entre las oscuras cortinas.

Mi cuerpo reaccionó por si sólo, levantándose del sillón. No sé qué demonios estaba haciendo, pero me acerqué al sitio por el que había desaparecido el rubio anteriormente.
Aparté la pesada cortina y pude divisar una puerta de hierro. Empujé esta y entré a lo que parecía ser un camerino.

Cerré la puerta y observé el cuarto, buscando a mi ángel. Lo localicé saliendo de un pequeño cuarto.

Nos quedamos mirando unos segundos. Dios, podía sentir la electricidad recorriendo mi cuerpo al volver a hacer contacto visual.

Él mojó sus tentativos labios y acercó su mano a su espalda. Antes de que pudiera siquiera pestañear, una bala atravesó mi rostro, rozando mi mejilla e impactando en la pared detrás mía.

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