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-¿Un piano?

Mi compañero de cuarto y amigo Yoongi se había hecho su tercer tatuaje: unas teclas de un piano en la muñeca interna izquierda.

El peli negro asintió.

-Es mi instrumento favorito, aprendí a tocarlo cuando era niño. Lo considero mi primer amor- dijo con tono indiferente.

Yo rodé los ojos y volví a mirar a la oxidada puerta del almacén.

Jin no volvía todavía.

Se había ido hará unas dos horas a conseguir su libertad, es decir, enfrentarse al jefe. Yo sabía que él podía conseguirlo si se lo proponía, era muy bueno en el combate cuerpo a cuerpo. Mis moratones lo confirman.

-Por más que mires la puerta no va a llegar antes, Namjoon, ¿cuántas veces tendré que decírtelo?

Yo le ignoré, tenía el presentimiento de que Jin aparecería por la puerta en cualquier momento.

Y no me equivoqué.

Jin llegó tambaleándose, así que corrimos a ayudarle.

-Joder...- dije cuando lo vi.

La pelea le había dejado bastantes heridas, tenía la muñeca derecha destrozada.

-Hay que llevarlo al hospital, ¡ya!- gritó Yoongi cogiendo su chaqueta motera.

Entre los dos subimos a Jin a la furgoneta, rumbo al hospital.

Más tarde, cuando ya operaron al chico nos dijeron que tenía tres costillas rotas, la muñeca fracturada y el labio partido.

Yo entré el primero en la habitación. El rubio dormía tranquilo, descansado. Las dos horas en las que había estado ausente habían sido un completo infierno para mi. No podía dejar de pensar que a lo mejor estaba desangrándose en el suelo, agonizando y yo no podía hacer nada. Jin me pidió que me quedara en el almacén con Yoongi esperándole, pero no me faltaron ganas de desobedecerle.

Me senté en una silla al lado de su cama y le cogí la mano. Al sentirme, Jin abrió los ojos, confundido.

-¿Nam?- me llamó, haciendo que mi corazón palpitase más rápido.

-Estoy aquí hyung, no te muevas o te dolerá- le dije con voz calmada.

-Gané- soltó sin más.

-¿¡En serio!?

-Si no hubiera ganado- dijo con su tono de siempre- no estaría aquí, contigo.

Yo me limité a asentir. Acaricié su mano para asegurarme de que todo esto era real y Jin estaba a mi lado despierto. Y todo se confirmó cuando vi una pequeña sonrisa en su rostro al sentir mis caricias.

-Te amo, SeokJin- dije con seguridad.

Él me miró algo sorprendido, pero luego recibí una de las sonrisas más bonitas y únicas que había visto en mi vida, nunca la olvidaría.

-Lo sé, Namjoon.

-Quiero formar una familia contigo, quiero que en tu barriga estén mis hijos.

-Lo sé, pero... Me pondría gordo- dijo haciendo un puchero.

-Estarías igual de hermoso que siempre, y serías un gran padre.

Jin me miró con un brillo en los ojos, iba a contestarme pero se puso nervioso.

-Nam... Hablando de padres... Creo que será mejor que te des la vuelta.

Me giré y no pude esconder mi sorpresa al ver a un niño pequeño, con un peluche de pollito entre sus pequeñas manos. Me miraba con curiosidad, pero tenía algo de miedo.

-Dime que no es tuyo- le dije a Jin.

-No es mío, pero a partir de ahora sí lo será- apretó mi mano para que le mirara y así lo hice- será de los dos, Namjoon. Es el niño del que tanto te he hablando.

Me levanté y me dirigí al niño. Éste se asustó y tapó sus ojitos con sus manos.

-¿Cómo te llamas, pequeño?- pregunté a pesar de que ya sabía la respuesta.

-J-Jimin...

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