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Todo estaba sumido en la oscuridad. No veía absolutamente nada y solo escuchaba mi agitada respiración.

Caminé unos cuantos pasos a ciegas, blandiendo la katana de madera. Apretaba tanto su mango que me estaba clavando las uñas en la palma de mi mano. Algo pareció moverse a mi alrededor, así que giré mi cuerpo en dirección al ruido de pasos.

-No puede ser tan obvio...- susurré para mi.

Mis ojos fueron acostumbrándose poco a poco a la densa oscuridad, permitiéndome ver la silueta de mi arma. Respiré profundamente un par de veces, concentrándome. Fue cuando sentí una respiración ajena en mi cuello. 

Corté con rapidez el aire que estaba a mi lado con la esperanza de darle. Estaba volviéndome loco, escuchaba pasos por todas partes, respiraciones agitadas.

Una suave risa sonó en mi oído y caí al suelo. Traté de golpear con la katana a mi enemigo, pero un fuerte golpe en mi mano me hizo soltar el arma. 

-Eso ha dolido...- me quejé por el fuerte dolor en mi muñeca.

-¿En serio esperabas que fuera blando contigo?

El rubio sentado sobre mi estómago pulsó un control remoto y se hizo la luz. Su sonrisa socarrona solo le hacía más guapo de lo que ya era.

-Has mejorado, al menos ya no te chocas contra los muebles- dijo mientras desgraciadamente se levantaba. 

-Me falta agudizar mi oído- comenté, algo decepcionado conmigo mismo.

Jin me tiró una botella de agua. La cogí en el aire y agotado, me senté en el sofá de cuero que decoraba el viejo almacén. Bebí con el ceño fruncido, colocando mis gafas en su sitio, molesto.

-Repito que has mejorado, Namjoon. No son cosas que yo diga a menudo. 

-A mi me lo dices porque me amas en secreto.

El rubio rodó los ojos. Desde la primera clase que he tenido con él en el almacén abandonado he estado tirándole los tejos, buscando alguna señal. Y aunque dicha señal no exista, no pensaba tirar la toalla con él.

Jin miraba atentamente un montón de cajas apiñadas en una esquina. Sus labios formaban un pequeño puchero, sus hombros estaban tensos y su mirada oscura.

Estaba molesto.

-¿Qué ha pasado esta vez?

Jin se sentó a mi lado, haciendo que el desgastado cuero resonara bajo su peso. Apoyó su cabeza en el respaldo y cerró los ojos.

-Lo de siempre, me han vuelto a mandar algo que no quiero hacer. Esas personas... no hacen cosas de las que me sienta orgulloso. 

-¿Sigues negándote ante mi propuesta?

-Ya sabes cuales son las normas Namjoon. Si entras, ya no sales. Es lo que todos prometemos cumplir cuando entramos en la mafia.

-¿Y no hay otra forma de que... podamos huir juntos?

Sé que mi proposición era muy arriesgada, pero si he aprendido algo con Jin es que tengo que darlo todo con él.

-La hay.

Sus ojos se abrieron, conectando con los míos. No me cansaba de admirar cada parte de su rostro, cada lunar, cada cicatriz. Amaba todas sus marcas, todo su ser. Cuando llegaba el momento de venir a las clases, mi corazón se aceleraba demasiado y rompía más cosas de las normales, por los nervios de verle. 

 Y ahora me estaba diciendo que había una manera. Había una solución para estar juntos.

-Hay una especie de combate- me contó mientras estrujaba la botella de plástico entre sus manos- alguien reta al jefe en un combate. Puede ser a muerte, es muy difícil, pero eso es si quieres quedarte con su puesto. Si quieres marcharte y tener inmunidad frente a ellos, solo lo tienes que dejar medio muerto en el suelo, pero con vida para que así cumpla su palabra de que no hará daño a esa persona vencedora.

-¿L-Le vas a retar?

Jin pareció pensarlo mucho durante unos minutos en los que yo contenía mi respiración. 

En el fondo deseaba que se enfrentara con el enfermo de su superior. Así podríamos estar juntos, sin peligro. Pero mi parte racional me gritara que las posibilidades de que Jin ganara eran muy pequeñas. No había visto a su jefe, pero había oído lo que contaban de él. Era mejor no enfrentarse a semejante bestia. 

El rubio suspiró, apoyando sus codos en las rodillas mientras miraba al suelo.

-No lo sé. Quiero escapar de esa vida. Quiero hacer mi propia mafia en la que se mata a los malos, no a gente inocente.

-Algo así como los súper héroes, ¿no?

Jin se incorporó, asintiendo. 

-Seríamos súper héroes, enfrentándonos a villanos como mi jefe. 

Pensé detenidamente unos segundos.

-Tengo un amigo, es mi compañero de habitación e ingresó conmigo en la academia. Es muy bueno con ordenadores y demás tecnología. Aunque las armas y el combate cuerpo a cuerpo se le dan de miedo.

Jin sonrió al escuchar mis palabras.

-Lo contrataremos entonces. Será el hacker supremo.

-Dirás el dormilón supremo, siempre le tengo que tirar agua helada encima para que se despierte.

La risa de SeokJin era tanto peculiar como hermosa. Ojalá tuviera una grabadora a mano para quedarme con ese sonido, escuchándolo el resto de mi vida. Aunque claro, si él está en esa vida, no necesitaría grabadora.

-¿Cómo nos llamaríamos?- pregunté.

-Para llegar a ser los Vengadores de Corea, necesitaremos mucho esfuerzo. Muchas montañas que escalar, retos que superar. Yo digo los Koi, como los peces.

Asentí, dando mi aprobación.

-Conozco la leyenda, me parece perfecto.

Él en sí me parecía perfecto. Tomé la decisión de que siempre lo seguiría, estando a su lado. No importa lo que tenga que sacrificar. 

Maratón

🌸3/3🌸

Fin :)

Pink   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora