Capítulo 19 - La promesa rota.

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Capítulo 19 – La promesa rota.

No volví a verla después de ese día. Pensé que volvería pronto, que me escribiría o que podría llamarla cada vez que quisiese. Pero nada de aquello ocurrió. Ella no volvió en un año, ni siquiera en dos, y al tercer año ya dudaba de si volvería de nuevo. No me escribió, y cuando intenté llamarla a su número lo había desconectado.

Y mi padre no soltaba prenda, lo único que me dijo fue que él y Rosa habían decidido darse un tiempo, que las cosas ya no iban tan bien entre ellos como en un principio, y que lo mejor en esos casos era dejarlo. Pero yo sabía que estaba mintiendo, porque él la añoraba cada día, la amaba más de lo que intentaba pretender, y a mí me mataba no saber la verdad.

No dejaba de preguntarme una y otra vez las miles de preguntas que nunca había podido hacerle, que ella se negaba a responder.

Y así el tiempo pasó, y mi amor por ella se fue marchitando, ante la sola posibilidad de que me hubiese mentido, de que todo aquello no fuese más que una treta para acostarse conmigo. Quizás lo era, quizás sólo había querido sexo desde el principio, quizás...

Con el tiempo fingí que volvía a ser el mismo, lo pretendía todo el tiempo y mis amigos se lo creyeron todo el tiempo. Así que estaba bien, ella sólo estaba guardada en mi corazón, junto a nuestros recuerdos y a mi amor marchito, sólo así podía seguir aumentando mi lista de tías que no aportaban nada más que placer vacío a mi vida.

Y casi cuatro años después, cuando ya me había resignado, ella volvió.

Aquel día había llegado temprano a casa, pues nos habían cancelado dos grupos que no querían saltar por la cantidad de aire tan fuerte que había.

Miré hacia la puerta, justo después de aparcar mi nuevo Audi A8 en la esquina de mi calle, haciendo que se me detuviese el corazón, al observar a dos mujeres con maleta junto a mi padre, y una de ellas le abrazaba con fuerza.

- ¿todo ha ido bien? – preguntaba mi viejo hacia la más joven, admirando como esta asentía, intentando parecer calmada, pero estaba aterrada.

- Lo siento – comenzó, haciendo que se me encogiese el corazón al volver a escuchar su voz – siento haber roto la promesa que le hice...

- Oh hija, no te preocupes por eso ahora – la calmaba – tu salud era más importante que todo lo demás.

Ella sonrió, calmada. Hablando una última vez.

- Por favor – rogó – no se lo diga a Hugo – finalizó, haciendo que mi padre asintiese, calmado.

- ¿decirme qué? – pregunté, haciendo que todos se volviesen para mirarme, pero yo sólo podía mirar hacia una persona. Ella lucía diferente, se había cortado su cabello, lo tenía a la altura de la barbilla, y su aspecto estaba muy desmejorado, estaba mucho más delgada que la última vez - ¿qué pasa? – insistí, al verla en aquel estado, cogiéndola de la barbilla y obligándola a mirarme, importarme un bledo quién estuviese delante.

- Deberíamos entrar – comenzó mi padre – hace frío aquí fuera – insistió, haciendo que me percatase de que ella estaba temblando.

- Sí entremos – insistió su madre – Nuria – la llamó, haciendo que ella se soltase de mí y la mirase – sube a descansar, han sido muchas horas de auto.

- Está bien – contestó ella, dedicándole una sonrisa a su progenitora – dile a Lucas que suba mi maleta verde cuando llegue de aparcar.

- Claro que sí, cariño, descansa.

Ella subió las escaleras hacia el piso de arriba, y se perdió de vista, mientras yo miraba hacia mi padre en busca de explicaciones.

- ¿alguien va a decirme de una vez que está pasando? – pregunté, fuera de mí, sin entender su regreso tan de repente, después de tanto tiempo - ¿por qué ella luce tan débil?

- Deberíamos hablar en el estudio – alegó mi padre, para luego volver la vista hacia la mujer que amaba – vosotros subid, Lucas y tú, y descansad del viaje – Ella sonrió antes de hacer caso a mi padre.

Seguí a mi padre hasta el estudio y observé como se sentaba detrás del escritorio al final de la estancia. Yo era incapaz de sentarme, estaba inquieto, preocupado por ella.

- Siéntate, hijo

- Aquí estoy bien – le dije, apoyado en la estantería, mirando hacia él.

- Mereces una explicación, tienes que tener miles de preguntas en tu mente ahora mismo – aceptó – pero no puedo decirte nada, no sobre la verdadera razón de su marcha, si sobre la que pensé que era durante todos estos años.

- ¿de qué estás hablando?

- Cuando la conocí, un par de semanas antes de que lo hicieras tú... - comenzó - ... le hice prometer algo – aceptó, para luego aclarar su garganta antes de seguir hablando – Le dije que te cuidara como si fueseis hermanos de verdad, que te arropara como yo nunca pude hacerlo... - aseguraba mi padre, arrepentido de no haber podido hacerlo el mismo. Pero lo cierto es que no era su culpa del todo, yo tenía parte de culpa en todo aquello, por haber cerrado mi corazón a todos los demás, incluido a él – Ella aceptó, dijo que te haría sentir como en casa, y que nunca te dejaría.

- Pero al final me dejó, ¿no es así? Rompió su promesa.

- No la rompió por eso

- No le cuentes nada – irrumpió otra persona en la estancia, haciendo que ambos mirásemos hacia atrás – él no tiene derecho a saberlo

- Lucas... - comenzó mi padre, intentando hacerle entender la situación.

- ¿dónde ha estado él durante todos estos años? – preguntó dolido, con un atisbo de odio en sus palabras - ¿dónde estuvo cuando empezaron los dolores? ¿o cuándo comenzó a perder el cabello? ¿o cuando lloraba hasta altas horas de la noche gritando su nombre? Era yo el que estaba ahí para ella al final.

Mi mente empezó a unir cabos, comprendiéndolo antes de lo que esperaba. Ella estaba enferma, y por lo que parecía ser, era lo mismo que se había llevado a mi madre aquella vez, lo que la había obligado a separarse de mí, el cáncer.


Continuará....

Después de Ella | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora